sábado, 31 de octubre de 2015

Ahora Scioli, porque arrepentirse después será tarde

Mauricio Epsztejn—
Cuando en la mañana del domingo 25 de octubre se habilitaron los lugares de votación, a nadie le cabían dudas —fueran oficialistas, opositores, encuestadores y a este mismo columnista—, sobre quién obtendría más votos. La única discusión pasaba por si Scioli superaría el 40%, con diez puntos de ventaja sobre el segundo, lo que le permitiría consagrarse automáticamente presidente o si no cumpliría alguna de las dos condiciones y obligara a una segunda vuelta. Al final del día la realidad pulverizó las especulaciones y, aunque Scioli sacó más votos, descendió relativamente respecto a las PASO y la diferencia con Macri se redujo a casi el margen de error que se dan los encuestadores. Entonces, la celebración y las esperanzas se mudaron al bunker amarillo.
Ahora sólo quedaron dos opciones, que se corresponden explícita e implícitamente a los dos proyectos de país en pugna:
Uno es el encabezado por Macri, que prioriza la valorización financiera con nuevo endeudamiento externo y predominio del “mercado”, es decir, las clásicas recetas del FMI, de los grandes bancos y los buitres, que procuran la apertura de la economía, con destrucción de la industria y desempleo, todo envuelto en un discurso plagado de palabras marketineras que intentan ocultarle al grueso de la ciudadanía sus verdaderos objetivos. En ese sentido es bueno recordar la confesión de Menem cuando terminó abrazado con Alsogaray y Bunge y Born: “Si hubiera dicho lo que iba a hacer, nadie me votaba”.
¿Se acuerda, amigo lector cómo empezó y cómo terminó eso?
Empezó con la gente eufórica cobrando sus indemnizaciones e invirtiéndolas en kioscos, verdulerías, parripollos y taxis o viajando a Miami y Brasil para traer televisores y calzoncillos, mientras hasta las banderitas argentinas se fabricaban en Taiwan. Y terminó estallando la burbuja del uno a uno, con saqueos, ollas populares, mercado del trueque, fábricas cerradas, comercios fundidos, un desempleo del 25% y un presidente huyendo en helicóptero de la Casa Rosada mientras dejaba un tendal de asesinados detrás.
Eso sucedió aquí, en la Argentina, el país que ahora quieren redimir con una “revolución de alegría” los mismos personajes y proyectos.
Actualmente “Cambiemos”, representa  a ese proyecto y espacio, explícitamente antipopular y antiperonista aunque le inaugure monumentos a su fallecido líder. Por eso no es casual que por él militen Luis Espert, Carlos Melconián, Federico Sturzenegger y otros, como Domingo Cavallo, que sucesiva y consecuentemente fueron funcionarios de la dictadura, de Menem y de De la Rúa. En boca de estos personajes, las palabras de preocupación por la suerte de los jubilados nos trae a la memoria la burla de cuando Cavallo lloró ante las cámaras de televisión al enfrentar a Norma Pla que reclamaba por la mísera asignación que cobraban los jubilados. Aunque por piantavostos, hoy esos personajes hayan sido corridos del centro de la escena por los asesores de imagen de “Cambiemos” —el nombre que adoptó la nueva Alianza—, son los verdaderos artífices de la oculta propuesta de Macri.
Para los jóvenes que no vivieron aquella etapa y para los flacos de memoria, los videos que ilustran esta nota les resultarán muy útiles.


El otro proyecto es el del plural campo nacional, popular y democrático, cuya ejecución inició Néstor Kirchner, le siguió Cristina y en la nueva etapa postula para la presidencia a Daniel Scioli con el Frente para la Victoria, que en doce años ha producido una revolución inclusiva ampliando derechos, creando trabajo, poniendo de pie una industria que estaba devastada, multiplicando la producción rural, elevando la educación, la ciencia y la cultura a niveles nunca antes alcanzados, mejorando la atención sanitaria de toda la población, reconstruyendo el sistema previsional, impulsando la integración latinoamericana, siendo ejemplo mundial en los Derechos Humanos, para hacer sólo una somera enumeración una larga lista en continua expansión. Además, como lo han demostrado los ya transcurridos tres períodos de gobierno, la inclusión beneficia no sólo a los más postergados sino al conjunto de la sociedad y a todas las áreas de la actividad nacional.
¿Que faltan cosas? Por supuesto, pero de esas no se van a ocupar los causantes de la debacle de 2001, los que propugnan un nuevo endeudamiento y sometimiento al FMI, al juez Griesa y a los buitres.
¿Qué hay sectores populares beneficiados por este proyecto político, pero atrapados por los cantos de sirena de quienes antes los sumieron en el desastre? Lamentablemente sí, pero no se trata aquí y ahora, a tres semanas del ballotage, de abrir un debate sobre ese fenómeno profundo, que excede la coyuntura, sino ayudar a ese sector a reflexionar, a tener memoria, porque si el 22 de noviembre se vuelven a equivocar y ponen un voto equivocado en las urnas, no hay vuelta atrás y los platos rotos los terminamos pagando ellos y nosotros. Después de ese día habrá tiempo para desentrañar las causas y corregir los errores para que no se repitan, pero ahora lo prioritario es que el espacio se recupere de la helada y sorpresiva ducha de realidad a la que fue sometido hace una semana.


Lo que cabe esperar hasta el 22 de noviembre por parte de Cambiemos y los grandes grupos mediáticos, con quienes colabora un sector del Poder Judicial, es que profundicen el mismo estilo de campaña sucia que vienen usado, que mientan, deformen y calumnien mientras convocan al diálogo y los buenos modales; que hablen contra la corrupción y el espionaje, los que como Macri, Niembro y compañía son expertos en la materia, que lloren por los jubilados, cuando Patricia Bullrich les bajó un 13% las remuneraciones, que denuncien espionaje telefónico los procesados por ese delito. A eso le van a sumar tandas de promesas sin apego a la verdad ni al modo de financiamiento y hacer comparaciones con la provincia de Buenos Aires, haciendo abstracción de las dimensiones, los puntos de partida y la dinámica del desarrollo.
Ante tal escenario, el Frente para la Victoria caería en una trampa si intentara competir en el mismo terreno y replicar a la catarata de calumnias sin fin, olvidando hablar de lo hecho en estos doce años, de lo que aún falta, de lo que se puede lograr en el mediano plazo poniéndole nombre y apellido a cada cosa, es decir, lugar y destinatario. Tampoco eludir ninguno de los temas que como el de la seguridad democrática y las drogas, en el día a día machacan con éxito los grandes medios e incluir la discusión sobre el rol del estado, el tipo de estado y la responsabilidad de los ciudadanos.
A su vez, los militantes del Frente para la Victoria deberían tomar muy en serio la reflexión de la presidenta sobre no contemplarse el ombligo, cocinándose en la propia salsa, confundiendo la capacidad de movilización con votos, porque los votos necesarios para ganar se consiguen convenciendo a quienes aún no piensan como uno quisiera o no están seguros, “dialogando de a uno con ellos”, como señalara en un reciente reportaje Alicia Kirchner, refiriéndose al triunfo en Santa Cruz. Por eso, la consigna estampada sobre la pared, el cartel, la mesa en una esquina, son importantes para mostrar presencia, pero los votos se aseguran convenciendo con argumentos al pariente, al amigo, al compañero de trabajo o estudio, al vecino.
De allí que quien escribe esta columna, que no es apolítico ni indiferente a pesar de no tener ni buscar un vínculo orgánico con ninguna estructura partidaria de este u otro espacio, pero como se siente comprometido con el proyecto de país que promueve la fórmula de Daniel Scioli – Carlos Zannini a presidente y vice, exhorta a sus lectores que la acompañen con su voto.

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