martes, 28 de febrero de 2017

Acerca de errores y alternativas

Mauricio Epsztejn—
Ganas de pertenecer...
Un “error” más y van…demasiados, porque su aprendizaje para gobernar nos cuesta muy caro a los mortales que no pertenecemos al selecto grupo de multimillonarios que nos gobiernan, ni a sus parientes, relaciones, socios y cómplices. Lo llamativo es que esos “errores” siempre engrosan los bolsillos de ese grupo, mientras al resto nos piden paciencia, comprensión y que paguemos los platos rotos. Caso curioso de adiestramiento para un equipo publicitado por Mauricio Macri, su jefe, mentor y líder, como “el mejor de los últimos 50 años”. Si por catorce meses de gestión de un país y una economía que vinieron a rediseñar en favor de los ricos, se autocalifica con 8 puntos con la promesa de que cuando sus arcas rebalsen, la riqueza derramará a raudales sobre los sectores populares, imagínese el lector cómo estaríamos si se hubiera asignado un sobresaliente.
Y si usted todavía no lo percibió porque el “segundo semestre” pasó desapercibido y lo recaudado por el blanqueo apenas alcanzó para tapar el agujero de una recaudación fiscal inferior a la de 2016, tanto en valores nominales como reales —, la culpa es de “la pesada herencia” y de López y Báez. Además, el clima tampoco ayudó ya que el tórrido verano incrementó la creciente malaria, con su combinación de inundaciones e incendios, típicos del Apocalipsis, según nos desasnó el responsable del área, el rabino y ministro Bergman, que como experto en las Sagradas Escrituras nos instó a rezar para detenerlos.
Al gobierno, el verano le parecía la época más propicia para experimentar hasta dónde podía llegar la distracción y/o tolerancia de los argentinos respecto a sus políticas, que a pesar de resistencias y escándalos, en esencia logró hacer pasar los nuevos tarifazos en los servicios públicos, la habilitación para que los parientes de los funcionarios pudieran blanquear dineros mal habidos, incluido Franco Macri, su padre, una regresiva modificación a la ley de Riesgos de Trabajo (aprobada con el apoyo de la cúpula cegetista y de los opoficialistas), aunque tuvo que dar marcha atrás en el ataque a nuestra memoria histórica (los feriados del 24 de marzo y 2 de abril), con el intento de fraude para calcular la actualización de los haberes jubilatorios y sufrió una derrota frente al gremio bancario con el intento de veto a lo que los trabajadores consiguieron en la negociación paritaria. Sin embargo allí no pararon las malas noticias para el oficialismo, porque estalló el escándalo por el multimillonario regalo que Mauricio Macri intenta hacerse a si mismo con fondos públicos, en el litigio que el Correo Argentino —una las empresas de Macri —mantiene con el Estado, una verdadera estafa que escala hasta los setenta mil millones de pesos, cuyo final es imprevisible porque la maniobra no es la de un particular cualquiera, sino la del presidente de la Nación contra el Estado que él encabeza. Por eso, cuando hasta por sus trapisondas más groseras el macrismo busca echarle la culpa a Cristina, a esta altura del partido, el argumento de que su gobierno comete errores porque está aprendiendo a administrar el Estado, le resulta cada vez más difícil hacérselo tragar a la sociedad, incluidos a varios de sus socios y cómplices de Cambiemos y a los otros, los que en nombre de la gobernabilidad, la juegan de opositores complacientes, pero que hasta ahora le aprobaron el pago a los fondos buitres, el blanqueo, el nuevo y acelerado endeudamiento público y consintieron atropellos a la legalidad, persecución a opositores, cárcel a Milagro Sala y otras tropelías.
Articular lo político y lo social
Articularlos movimientos
Durante la campaña electoral que llevó a Mauricio Macri a la presidencia, Cambiemos utilizó exitosamente técnicas de marketing, las mismas que todavía aplica desde el gobierno y que, junto al cerco mediático de la prensa hegemónica, le permiten seguir gozando de una no desdeñable valoración positiva, incluso entre un sector de la población perjudicado por su política.
Sin embargo, ese sopor que aún en parte lo protege ante una realidad cada vez con menos claroscuros y una oposición social a la política de Cambiemos que se muestra cada día más fuerte y organizada en la resistencia y movilización callejeras, a pesar de las reticencias de la dirigencia cegetista encabezada por un triunvirato que hasta ahora logró frenar una respuesta unificada y contundente frente a los despidos masivos, el ataque contra las paritarias, el cierre de empresas, la invasión de productos importados, la carestía de la vida desbordada y la pérdida de derechos laborales y sociales.
Sin embargo, a esta altura, la gran debilidad que todavía padece este creciente descontento social, es la inexistencia de una alternativa política clara que logre articular con el movimiento social ascendente que permita ponerle freno a la derecha y abrir una perspectiva de cambio en las relaciones de poder, a nivel del Estado, sin lo cual todo derecho que se logre conservar o recuperar no tiene futuro.
En este sentido, a criterio de este escriba, conviene dejar en claro algunos conceptos que, considerados fuera del tiempo y del espacio, se prestan a confusión. Por lo menos vale actualizar algunos como democracia, legalidad y legitimidad, rol de los partidos políticos y organizaciones sociales y su relación con el Estado.
En tiempos como el actual, donde el reclamo de “que se vayan todos” sólo completó su ciclo Cambiemos, liderando la derecha pura y dura, sin intermediarios, con un programa explícito, capaz de ser conocido por cualquier interesado. Para eso están a mano los debates y resoluciones alcanzados durante los encuentros de la Fundación Internacional Para la Libertad, presidida por Mario Vargas Llosa, con sede en Rosario (República Argentina), que el PRO integra a través de la Fundación Libertad, creada en 1988 con el mismo domicilio y que encabeza Gerardo Bongiovanni.
Mientras tanto el campo nacional, popular y democrático todavía se debe tal proceso, aun considerando los años de gobierno kirchnerista, cuando recién bajo el gobierno de Cristina, una secretaría de Estado de nombre demasiado largo, encabezada por Ricardo Forster organizó en marzo de 2015 un encuentro internacional al respecto(1).
Sin embargo, dado que los tiempos del movimiento político y social son más dinámicos que los del análisis académico, las fuerzas populares que hoy aspiren a recuperar el espacio perdido en favor de la derecha deben apurar el paso, aunque con la ventaja de que ahora pueden comparar de manera crítica lo dicho dos años atrás, para profundizar en los aciertos y evitar repetir los errores.
De todos modos, hay algunas cuestiones que la historia ya confirmó: cuando el conflicto entre uno y otro proyecto, económico, político o gremial, es tan agudo que lo hace inconciliable, como en la actualidad nacional, en los momentos de quiebre las masas populares legitiman con su acción la propuesta y el liderazgo que adoptan como suyos, los impulsan y defienden en las movilizaciones y en la calle y no hay manuales, catedráticos, conciliábulos burocráticos o dirigentes que se creen predestinados, capaces de torcer esta situación.
Eso sucedió en determinados momentos de nuestra historia y se expresó de variada manera: uno que marcó un quiebre fue el que se inició en Buenos Aires con el rechazo a las invasiones inglesas de 1806/1807 y cristalizó en mayo de 1810; otro fue la irrupción plebeya y democratizadora que culminó con el triunfo de Yrigoyen en 1916; un tercero fue el del 17 de octubre de 1945, cuando emergió “el subsuelo de la patria sublevado”, según expresó Raúl Scalabrini Ortiz, y encontró a un líder, Juan D. Perón, que durante una década lo encabezó y supo conducir. No ocurrió lo mismo en diciembre de 2001 con esa gran sublevación popular que expulsó a De la Rua, pero carente de un proyecto político y sin un liderazgo que lo contenga, fue decayendo sin plasmar en la remoción de un régimen que la etapa kirchnerista, pese a los inmensos avances en la distribución de la riqueza y el otorgamiento de derechos, no pudo transformar en un proyecto político y un liderazgo suficientemente amplio y homogéneo capaz de remover de raíz las estructuras de dominación existentes, por lo que aquel movimiento se agotó en el reclamo de “que se vayan todos”.
La articulación entre el movimiento social, una propuesta política profundamente transformadora y el liderazgo necesario, es hasta ahora la carencia principal que actualmente aqueja al movimiento popular, por lo que se transforma en la condición necesaria y excluyente para frenar y derrotar al proyecto neoconservador y que si este año no fragua antes de las elecciones, las calamidades para el pueblo se pueden profundizar.
Cuando en el párrafo anterior hacemos la salvedad de hasta ahora es sólo para señalar un momento, una instantánea de cómo está la situación de cuando estamos escribiendo esta nota. Pero como los procesos sociales no son una foto sino que se asemejan más a una película, si observamos lo que ocurrió en febrero en la calle y lo que nos augura marzo, con centenares de miles de personas sobre toda la geografía nacional manifestando su descontento con la política oficial respecto a los más diversos temas, cabe concluir que los reclamos sectoriales y/o paralelos, más temprano que tarde, deberán confluir en un escalón superior de la acción social y política.     
 
(1) Para quienes quieran profundizar en lo allí debatido, pueden acceder al desarrollo completo del encuentro haciendo clic sobre el título “Acceder a las conferencias completas” después de ingresar a la siguiente página:

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