Mauricio Epsztejn—
Decimos Fidel, así, a secas, sin el apellido, ni los cargos
que ejerció, ni ningún otro aditamento, porque con eso alcanza para identificar
a quién toda su vida luchó por cambiar la sociedad cubana y, por qué no, la del
mundo, por una mejor, más justa, más igualitaria, más racional, más humana.
Para la mayoría de quienes también vamos tras el mismo objetivo, a nuestro modo
y por nuestra propia ruta, empezó a hacérsenos familiar su nombre pocos meses
antes de aquel 1º de enero de 1959 en que, a la cabeza del Ejército Rebelde y
del pueblo cubano, expulsó del poder a la dictadura corrupta y entreguista que
gobernaba la isla. Es el mismo anhelo que anida en el alma de los millones y
millones de seres humanos que pueblan este planeta y sueñan concretar la utopía
siempre perseguida y constantemente mejorable a la que dedicó su vida el
Comandante, uno de los mejores, uno de los imprescindibles de los cuales habló
Bertold Brecht.
Fidel se fue de este mundo casualmente 60 años después que él,
junto a otros 81 jóvenes, zarparan de Méjico a bordo del mítico Granma en una
travesía con final incierto para emprender la gesta liberadora.
Una curiosa coincidencia de fechas en esta nueva partida de
Fidel. Militó hasta el último aliento y se fue como diciendo: “Hasta aquí llegó
mi etapa. Sesenta años no es poco. Ahora le toca a otra generación tomar la
posta para mejorar lo que hicimos bien y corregir en lo que erramos”.
Todo indica que en Cuba se está produciendo este relevo que
honra su historia y no está dispuesta a tirar a sus veteranos por la ventana. En
el engarce generacional discute, aprende e innova.
A partir de que los míticos barbudos rebeldes llegaran al
poder, nunca la vida en Cuba fue sencilla, con Estados Unidos a 90 millas y
gobiernos sumisos a su mandato en casi todos los países del continente, con la
honrosa excepción de Méjico. Recién muchos años después aparecieron Chávez,
Lula, Néstor, Evo, Correa y rompieron el cerco.
Es necesario recordar que apenas el gobierno revolucionario
cubano empezó a tomar medidas en favor de su pueblo, Estados Unidos empezó a
agredirlo económica y militarmente, bombardeando e incendiando las plantaciones
de caña de azúcar desde aviones con base en EEUU, hundiendo barcos mercantes en
puertos cubanos, saboteando su industria, poniendo bombas que derribaron
aviones de pasajeros, organizando en 1961 la invasión en Bahía de los Cochinos,
declarando el bloqueo económico e imponiendo en 1962 la expulsión de Cuba de la
OEA y decretando sanciones económicas contra los países que comerciaran con la
isla. Incluso una de las razones que condujeron al golpe de estado contra Frondizi,
en Argentina, fue porque en enero de 1962 el presidente argentino se había
reunido con el ministro de economía cubano, el argentino-cubano Ernesto “Che”
Guevara.
Estados Unidos desarrolló esa política tanto bajo gobiernos
republicanos, como demócratas y sólo empezó a relajarla a partir de fines de
2014, cuando se reunieron Barak Obama y Raúl Castro y anunciaron que iban a
iniciar conversaciones para restablecer las relaciones diplomáticas entre ambos
países. Fue un tácito reconocimiento norteamericano del fracaso de su política
que duró más de medio siglo, que aún subsiste pero se va desgranando, en cuestiones
comerciales.
Entre 1959 y este 2016, la CIA intentó innumerables veces asesinar
a Fidel, operaciones que fueron desbaratadas por el sistema de seguridad e
inteligencia cubanos.
Sin embargo, a pesar de esas dificultades, de carencias
económicas y recursos naturales, Cuba llega a la actualidad sin hambre, sin analfabetismo
y con un sistema educativo ejemplar a nivel mundial, destacado por la ONU, que incluso
ayudó a desarrollar en otros países que se fueron liberando del colonialismo.
Cuba tiene un sistema de salud modelo para el mundo y
gratuito para su población, pero que también ayuda a otros países con carencias,
a través de dos caminos: uno es enviando contingentes de médicos cubanos donde
la urgencia lo requiere, especialmente al África, pero también a sus hermanos
centro y sudamericanos; el otro es el otorgamiento de a jóvenes de países con
dificultades para formar sus propios recursos humanos, permitiéndoles estudiar
en las universidades de la isla y regresar a sus países de origen para formar
sus propios profesionales.
Además, Cuba no sólo fue solidaria con las luchas
antidictatoriales y por la paz en nuestro continente, sino que, cuando hizo
falta, incluso apoyó con fuerzas militares a países africanos recién liberados
del colonialismo, como en Angola, agredida por el ejército sudafricano, el más
poderoso de esa región, al que ayudó a derrotar e indirectamente contribuyó al
derrumbe del sistema racista allí imperante.
Sin embargo, la influencia de Cuba y particularmente de Fidel,
trascendió a la isla por su actuación en el Movimiento de Países no Alineados o
Tercer Mundo, como se empezó a conocer a este grupo de naciones después de la implosión
del sistema soviético y elevó su figura a nivel mundial.
En el último tiempo, ya liberado del trajín cotidiano de
gobierno, siguió con atención el desarrollo de los acontecimientos mundiales,
por lo que sus reflexiones adquirieron carácter menos contingente y más
universal.
Con todos sus aciertos y errores, inevitables en inéditos proceso
de cambio, se atrevió por rutas inexploradas acompañado por la mayoría activa
de su pueblo para la primera experiencia continental de la actual etapa
capitalista donde se demostró que al imperio se lo puede enfrentar si el pueblo
está unido, organizado y consciente de su responsabilidad. Que es difícil, que
es costoso, pero posible. Transitando ese proceso consumió hasta sus últimas
fuerzas y nos dejó un irrenunciable mandato: abrir nuevas picadas.
Gracias comandante por el legado y gracias Comandante por
exigirnos más humildad, más generosidad, más amplitud de miras y más
compromiso.
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