martes, 31 de marzo de 2015

Ramón Carrillo, el hombre que estableció un antes y un después en la salud

Osvaldo Riganti—
Dr. Ramón Carrillo
EL 7 de marzo se cumplieron 109 años del nacimiento del doctor Ramón Carrillo en Santiago del Estero. Fue neurocirujano, neurobiólogo y sanitarista. Produjo investigaciones sobre las células cerebrales que no son neuronas. Su prestigio fue creciendo. Era Jefe del Servicio de Neurobiología del Hospital Militar y  conoció a Perón en un pasillo del mismo.
Fue durante 8 años el primer Secretario de Salud Pública en la Argentina, donde inauguró la Medicina Social sobre la base de una concepción que hacía hincapié en la prevención. Durante su formación en la materia influyeron sus estudios sobre experiencias sociales en Europa y los de la época en general.
Perón manifestó en “La fuerza es el derecho de las bestias” escrito a poco de ser derrocado: “Aunque parezca increíble, hasta 1946 no existía un organismo estatal encargado de velar por la salud de la población. Existía un Ministerio de Agricultura, que tenía una dirección de Sanidad vegetal y animal. Interesaba más la salud de los animales porque estos tenían buen precio. Se combatía la garrapata y la langosta en el norte, pero el paludismo que diezmaba la población no llamaba la atención. La lepra era un problema serio. La tuberculosis y la sífilis eran problemas agravados por la inercia de las autoridades”

Una de las primeras medidas del gobierno peronista fue establecer la Secretaría de Salud Pública, virtual ministerio. Se dividió la acción a desarrollar en las ramas asistencial, sanitaria y social.
El doctor Carrillo fue el hombre indicado para una política sanitaria de largo alcance. Estableció normas generales de profilaxis y avanzó en el estudio de las enfermedades endémicas. Se erradicó el paludismo en dos años de incesante labor. Con modernos antibióticos prácticamente se terminó con las enfermedades venéreas. Se redujo considerablemente la lepra. Y se eliminaron muchas endemias. La vigilancia estatal articulada por Perón y Carrillo aseguró el control de epidemias propias y migratorias. Se constituyeron modernos policlínicos como los de Avellaneda, Lanús, Catamarca  y Ezeiza, que fueron modelos.
Su acción innovadora se detuvo en julio de 1954, cuando  renunció a raíz de un cuadro de hipertensión no atendido. Al no poder solucionar el problema en Estados Unidos, no pudo volver a su patria. La instauración de la Revolución Libertadora lo obligó a radicarse en Brasil, donde le ofrecieron trabajar en Belem para atender la tribu de los indios caboclos. Se ocupó de ellos — que jamás habían visto un médico— con su acostumbrada dedicación.
Falleció en ese país en 1958.

“Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios como causas de enfermedad son pobres causas” había dicho. “El arma más poderosa del país es la salud” fue otra de sus definiciones.

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