lunes, 31 de marzo de 2014

1º de marzo de 1948, los ferrocarriles volvieron a manos argentinas

Por Osvaldo Riganti —

Perón firma el transpaso de los ferrocarriles

Situaciones inverosímiles se dieron con ferrocarriles argentinos inaugurados por ingleses. Inauguraciones de ferrocarriles por parte de empresas inglesas en que el país soportó las erogaciones, otras en que esas empresas recibieron considerables aportes y efectuaron construcciones a medias, sin telégrafo,
cunetas de desagüe ni edificios para estaciones, son algunos de los tantos ejemplos. Se llevaron a cabo transacciones que determinaron publicaciones en la misma Inglaterra como la de "The Weekly Bulletin": "En la República Argentina para obtener un negocio hay que comprar desde el presidente de la República al portero". O llevaron al director de la compañía de ferrocarril Hume Hnos., mr. Weir, a decir: "Yo miro al gobierno argentino como a una banda de malhechores". Era la Argentina de Juárez Celman, que tantas cosas en común tuvo con la de prácticamente exactamente un siglo después.

En la década del ´40 del siglo pasado existía conciencia generalizada de que los ferrocarriles, que durante muchísimo tiempo estuvieron a contrapelo del interés nacional, debían ser recuperados. En los tramos finales de dicha década tras intensas gestiones del presidente del Consejo Económico Nacional Miguel Miranda, el 1º de marzo de 1948, los ferrocarriles volvieron a manos argentinas. En su libro "La fuerza es el derecho de las bestias" Perón explicaba que Miranda tenía la noticia de que Gran Bretaña iba a decretar la inconvertibilidad de la línea y fue maniobrando hábilmente para una complicada negociación con la que logramos repatriar la deuda que tenían los ingleses con nosotros. Existió un programa tarifario que facilitó el transporte de pasajeros a bajo costo y  se desarrolló tecnología ferroviaria en talleres que dieron  trabajo a técnicos y obreros del país. Una clausula del acuerdo Miranda-Eady autorizaba al gobierno argentino a "adquirir en cualquier momento una parte o la totalidad de las acciones de la nueva compañía  en manos de cualquier tenedor". Era una época en que ya se padecía la inflación y la cláusula otorgaba al gobierno el derecho de comprar las acciones privadas en el futuro y cuando disminuyera el valor del peso.

Se ponía así fin a un estado de cosas en que el capital británico tenía en sus manos una palanca decisiva, decidiendo la prosperidad o agonía de vastas regiones.

Cuando la ofensiva en torno de los ferrocarriles se  hacía hincapié en que daban un millón  de dólares de pérdida. Bajo el imperio de la privatización se terminó subsidiándolos en una cifra similar, con el agravante de quedarnos con un 60% menos de las vías férreas, aislándose a vastos sectores de la nación. Las ideas neoliberales sentaron la creencia  de que  los medios y servicios públicos debían dar ganancias. El ferrocarril está subsidiado en todas partes y debe  tener tarifas económicas, porque es el principal medio de locomoción.

Hoy en la materia aflige a la población un cuadro de situación al que se arribó  por medidas que contaron con el aplauso o impulso de quienes Alfonsín estigmatizó antes de enfermar como "los conocidos de siempre”. Y urge ponerle fin.

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