domingo, 29 de diciembre de 2013

Un negro menos

Entrevista a Sabina Sotelo, madre de víctima del gatillo fácil
Natalia Spengler--
Noviembre 2013

Sabina Sotelo (Foto publicada por Página/12)

A Víctor Manuel “El frente” Vital lo asesina el 6 de febrero de 1999 un policía de la Bonaerense. Desde ese día, su madre, Sabina Sotelo, sigue una lucha incansable por desentramar lo que hay detrás de la fuerza policial. Icono de los noventa, una mujer con gran valor, acepta en todo momento ser la madre de un delincuente y afirma “Yo a veces siento vergüenza. Mi hijo mayor es héroe de Malvinas. Fue a dar la vida por el país y jamás vinieron a hacerme una nota por él. En cambio, el menor era un chorro, y sabés la cantidad de notas que yo ya di por este. Eso demuestra la sociedad en la que vivimos”.

Armarse de valor

Cuando a Sabina se le pregunta qué cree que le dio valor para seguir adelante no sabe qué responder. Más de una vez sintió miedo de continuar con su lucha para que los presos tengan más derechos, pero eso no la detuvo en su militancia. Comenzó a aparecer en innumerables medios reclamando justicia:

“Un día yo estaba dando una nota en vivo y en directo con Andino en la que estaba la ex diputada Mirta Pérez hablando del asesinato de su hijo Santiago en manos de unos delincuentes. Entonces comienza a hablar mal de los chorros hasta que yo no aguanté y le dije “Entre tu hijo y el mío no hay ni una sola diferencia. Porque a los dos los están comiendo los gusanos de la misma manera” Fui tan fuerte y ordinaria, pero se lo hice entender y le dije: “tenés que bajarte del caballo. Yo salgo con la verdad, y de la muerte de mi hijo vos también sos responsable. La diferencia entre nosotras dos es que yo me hago cargo de lo que él era, pero vos estás haciendo campaña política con la muerte del tuyo. No hay muerte de primera ni muerte de segunda. Yo no parí un hijo para que me salga así. El Estado me abandonó. Y vos sos parte del Estado”.

En ese momento creí que me iban a echar del trabajo, porque empecé a aparecer en televisión. Y no le había pedido autorización a nadie. Me acuerdo que después de aparecer en el programa de Andino estaba de custodia en el Village Club de Pilar. Cuando veo a mi supervisor me empiezan a temblar las piernas porque la gente ya me había dicho que me habían visto en televisión. Daba vueltas, como que me quería decir algo. Yo pensé que me venía a rajar hasta que me dice “la felicito Sotelo, porque la vi ayer en televisión. Usted dígame en todo lo que yo pueda colaborar. La felicito por el coraje que tiene”. Yo sentía que los cachetes de la cara me quemaban y se me empezaron a caer las lágrimas. Para mí era como sacarme el loto. Y desde ahí, ya no me paró nadie. Tenía asegurado mi trabajo que era lo que me sostenía y lo que más me importaba para continuar con mi lucha”.
Derechos humanos para los delincuentes

Sotelo jamás bajo los brazos en su pedido de justicia. Fue ultrajada y maltratada. Pero su valor y coraje siempre los mantuvo al frente:

“Yo me acuerdo cuando estaban los expedientes en San Isidro, como yo era la madre de un delincuente ni bola te dan. Y yo pensaba qué podía hacer, porque a veces perdía el día de trabajo hasta que se les dé la gana y te atiendan. Total vos no tenías derecho a nada. Esa marginación ¿sabés cómo duele? Todos tenemos el mismo derecho”.

¿Entonces es muy distinto a como dicen popularmente “derechos humanos sólo para los delincuentes”?

“Depende cómo vayas vestida y maquillada. Yo ahí entendí que si iba de jogging y zapatillas seguro que no me daban bola. Entonces usé otro método: me vestía de tacos, trajecito, portafolios, me maquillaba y me decían “la Doctora”.

Cuando iba a ser el juicio oral y público nosotros teníamos que presentar a todos los testigos. El que era el abogado de Sosa presenta como testigo principal para demostrar que Héctor Eusebio Sosa era un buen policía a Fernando Azcoaga, secretario de gobierno de Amieiro, el intendente de San Fernando. Cuando nosotros nos enteramos que este iba a ser el testigo volanteamos todo el municipio y le puse que yo, la madre de Fulano de tal, me hacía cargo de que mi hijo era un delincuente pero qué dónde estaba el municipio. Eso le costó el puesto a Azcoaga. Después a Azcoaga lo trasladan a asuntos internos en La Plata. Cuando yo entro al Consejo Consultivo del que formo parte, el cual depende de la secretaría de Derechos Humanos, me entero que él estaba ahí y de nuevo hice quilombo. Yo les decía “¿para qué juntan delincuentes? Se hubieran quedado con el mío. Porque ¿cuál es la diferencia? El mío agarraba un revolver y ayudaba a los demás. Y estos están robando a todo el municipio y de traje”.
Justicia Villera

La justicia de este país te enseña a ser hija de puta. Porque yo en mi vida pensé que podía llegar a ser tan hija de puta” dice Sabina mientras recuerda cómo fue su pedido para que se abriera nuevamente la causa de Víctor Vital en los Tribunales de San Isidro:

“Cuando estaba el expediente en Casación, Federico Domínguez era el presidente. Yo estuve dos años tomando cafecito con él. Me forreó como quiso. Porque vos te das cuenta cuando te forrean. Y me acuerdo que siempre me decía: “¿señora no se quiere tomar un cafecito, porque a su expediente le falta una firma porque tal está de viaje, o está haciendo una graduación…?”. Siempre faltaba una firma para poder volver hacer el juicio oral. Hasta que cuando llegué a un límite le dije que me dé una audiencia. Me citó para el once de febrero, pero después de tanto tiempo bicicleteándome yo se la iba a hacer pagar.

Armé un plan, la llamé a mi abogada y le dije que el 11 de febrero me iba a  encadenar en los Tribunales y hasta que no me firmen no iba a salir. Empezamos a invitar gente, conseguimos un micro, y 500 personas me acompañaban. Le pedí a mi yerno que me preparara la cadena y el candado. ¿Qué hace este idiota? Me une una cadena larga, pero resulta que de un lado el agujero era más chico que del otro, ¡¡¡entonces no entraba el candado!!! Pero ellos pensaban que yo estaba encadenada. La gente se desparramó por todo el tribunal y la policía no se dio ni cuenta. Fui la primera persona que se encadenó en Casación. Entramos todos con la bandera del Frente. Cuando se dieron cuenta, ya estaba todo tomado. Todos gritando justicia. Lo que lloré dos años, en una hora se solucionó. Me firmaron todos los papeles. Y ahí le dije a Domínguez: “Doctor, nunca subestime a una villera”. Me abrazó y me dio un beso”.
La justicia que no fue

Sotelo logró que se efectuara el segundo Juicio Oral contra el policía que asesinó a su hijo en el último año de la década del 90. Se llevó a cabo y Sosa fue condenado a 3 años de prisión, de los cuales ya había cumplido un año y medio. Gracias al beneficio del 2x1, salió inmediatamente en libertad.

¿Sabe algo de Sosa actualmente?

“Sí. El año pasado le hice un escrache. Está como pastor en la Iglesia Rey de Reyes en Benavidez, ¿cómo me entero que él estaba de pastor? Un día recibo un llamado de su ex esposa, me pidió disculpas y me pidió una mano porque le había violado a su hija. Cuando me entero de esto, comenzamos a pensar una estrategia. Hicimos volantes diciendo “asesino, violador”. Conseguí un micro e  invité a toda la gente de acá. Hablé con el comisario de Benavidez y le dije que iba a hacer un escrache a este tipo y le pedí que no me mande ni un solo móvil para que la gente no se asuste. Y me liberó la zona. ¡¡¡Hicimos un quilombo!!! Vinieron los medios, conseguimos megáfonos, bombos. Entramos a la iglesia en plena sanación y empezamos a repartir volantes. Yo gritaba que Sosa había matado a cinco pibes y que había violado a su hija. Me encuentro con él cara a cara y me dice: “yo ya pagué la muerte de tu hijo”. Yo me puse como loca y le pegué una trompada. Al otro día los diarios decían “A los Derechos Humanos se les fue la mano”. Yo me quería morir. Lo sacamos fuera de la iglesia. Lo iban a matar a palos. Pero yo no quería que lo tocaran porque iba a ser una venganza personal. Sale y se sube a un colectivo, patrulleros no habían porque la zona estaba liberada. Todas las mujeres se pusieron adelante del colectivo y no lo dejaban avanzar. Entonces le gritaban con el megáfono en el oído VIOLADOR, ASESINO. Toda la gente del colectivo le pedía que se baje. Llamaban a la policía y no venía. Después vino un patrullero. El chofer del colectivo le pidió que se bajara. Sosa sale corriendo al móvil y se sube. Al policía que se lo llevó le dije: “que lastima. Se lo deberían llevar esposado. Porque a ustedes, que están trabajando, este tipo los ensucia a todos”.
Justicia: ni un poco

Las arrugas que se dejan entrever por detrás de los anteojos de Sabina demuestran, como grandes surcos, su lucha. Las largas noches sin dormir pensando en por qué le ocurrió esto a Víctor, qué hubiese ocurrido si todo hubiese diferido a la realidad. Se aferra a un ideal y a la lucha que la mantiene en pie. Termina pensando que por “algo” la vida la llevó al lugar en el que está y no deja de lamentarse de la realidad en la que se está inmerso día a día:

Me gustaría saber dónde están los derechos humanos. Nosotros, con el Consejo Consultivo, no pudimos salir más porque no había para la nafta, no había chofer. Nos fueron sacando todo. No tenemos el apoyo que teníamos antes. Cuando vos sabes cómo se manejan y no podés hacer nada te genera una profunda impotencia. Porque ya hay cuatro generaciones perdidas en la cárcel. Gente que no sabe leer ni escribir. A los abogados del Estado no les importa un rábano. Jamás se fijan un expediente. Por ejemplo los presos de la 46 toman agua contaminada. Esta es la cárcel que está en San Martín arriba de los desechos del Ceamse. La secretaría de Derechos Humanos no hace nada frente a eso. Le mandan tres bidones por persona y ellos los rellenan. Te niegan todo en la cara y después están hablando de la cárcel, de la baja de imputabilidad. Bajala, condenalos cuando nacen, si ya nacieron condenados. Pero ¿dónde los pones? ¿A quién le importan esos pibes? Un negro menos. Están hablando de que los chicos tienen que ir al colegio y a mí en la puta vida me bajaron un subsidio. Yo ya me tranquilicé porque veo que no hay futuro. Hago muy pocas cosas. No podés porque se te va la vida. Yo estuve diez meses con custodia de gendarmería porque me querían matar. No podías ni dormir por estos hijos de puta. Sabés las veces que las 4x4 me apuntaban desde la puerta y yo les decía: “¿qué me amenazás? Dispará hijo de puta, ¿para qué viniste?” Yo sabía que si a mí me pasaba algo mis hijos iban a sufrir, pero  ya me habían matado medio cuerpo. Yo no me callo la boca, pero jamás negué lo que hizo mi hijo. Yo tenía un abandono del Estado. Un abandono total. Cuando lo quería internar a Víctor me salía $2.500. Pero ni que revoleara la cartera 24 horas podía juntar esa plata. Es muy feo y muy triste. Habrá gente que me quiere y me pide ayuda. Pero tampoco tenés la posibilidad de ayudarlos como antes.

Cuando yo tenía más posibilidades, y el Consejo funcionaba bien, nosotros teníamos facultad para denunciar a la policía. Recorríamos los calabozos para ver cómo estaban los presos. Si estaban bien, si los mataban a palos, y denunciábamos a los policías. Eran las doce de la noche y seguía. No era que defendía a los presos. Yo lo que quería era que los lleven, pero que la justicia se encargue de ellos. Y que no porque lo tengan esposados le van a pisar la cabeza con los botines, o arrancarle los dientes a culatazos. Contra eso era el consejo consultivo. Y la verdad que bajamos muchísimo la cantidad de casos de este tipo. Yo por lo general siempre aparecía en las comisarías a la hora de la siesta. Y en la hora de la siesta, el comisario siempre está durmiendo. El placer mío era levantarlo de la siesta. Ellos me veían a mí y era como que veían el diablo”. 
¿Y usted cree que cambio un poco esta situación?

“Yo creo que hace más o menos cinco años que este tema policial empeoró. No tanto como en los 90. Pero la prostitución y la droga la siguen manejando. La droga es la base principal de la delincuencia. Como yo le digo a los pibes cuando voy a dar charlas; vos no vas a ver un transa en bicicleta. Los pibes tienen la mente podrida porque no pueden hacer nada, pero ellos siguen disfrutando su vida. Vos no vas a ver un hijo de un transa que ande consumiendo. Entonces cuando vos ves en la TV que dicen "porque estuve en un penal…” Yo realmente conozco lo que es el penal. Yo sé si se van a poder escapar o no. Cuando nosotros entrabamos, sentíamos “trac trac trac” semejantes puertas, semejantes candados. Te da una impresión que decís “no sé si voy a salir viva o muerta de acá”. Pero para mí era la felicidad entrar en un penal. Yo, en cada uno de ellos, parecía que lo veía a mi hijo. Hubiera preferido que él estuviera preso, y no llevarle flores al cementerio”.

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