martes, 31 de diciembre de 2013

Nelson Mandela y los subversivos de ayer, de hoy y de siempre

Mauricio Epsztejn--
Nelson Mandela
La muerte de alguien como Nelson Mandela (18/07/1918 – 05/12/2013), un personaje imposible de ignorar por la trascendencia de sus opiniones, de sus convicciones y de sus acciones como individuo, como militante, como gobernante y hombre de consulta, concitó el homenaje de un abanico que superó ampliamente las más variadas fronteras políticas e ideológicas.

La inmensa mayoría de quienes hoy lamentamos su muerte no usamos palabras ni gestos de circunstancias agradables a los oídos que esperan escuchar expresiones políticamente correctas, sino que lo hacemos con el corazón vibrando a flor de piel porque se fue uno de nosotros, un militante, uno de los subversivos del pensamiento y de la acción más grandes de nuestro tiempo, sobre cuya vida vale la pena reflexionar, tomar como ejemplo y transmitir cual testimonio.
Sólo ante personalidades de tal envergadura y en su homenaje, nos está permitido a los subversivos como él, a los que se rebelan día a día contra las injusticias de un mundo cruel, a los “negros de mierda” cuya piel tiene cualquier color, a inclinar por un instante respetuosamente las banderas y volverlas a levantar para seguir tozudamente por el mismo camino.

También ha recibido el sincero homenaje de las gente democrática a nivel mundial que profesa cualquier ideología o credo.

Y no podía ser de otra manera porque toda su vida convocaba a esta despedida.

Durante los veintisiete años que pasó encarcelado como parte de una condena a cadena perpetua, sufrió sin ceder en sus convicciones todo tipo de iniquidades, desde las torturas más aberrantes y trabajos forzados, hasta los intentos por comprar su voluntad y liberarlo si llamaba a sus partidarios a abandonar la lucha armada contra el apartheid. Recién cuando en 1991 salió en libertad y en Sudáfrica se le reconocieron a todas las razas iguales derechos políticos, cesó la lucha armada y en 1994 fue elegido presidente por el voto universal.

Mandela era consciente de la diferencia entre las luchas anticoloniales del resto de África y las de su propio país, donde la pelea no era principalmente contra el dominio de una potencia colonial extranjera sino para enfrentar el poder de una minoría racial blanca. Por eso, así como para desarrollar la lucha armada creó “La lanza de la Nación”, una vez conquistada la igualdad de derechos políticos para todas las razas, transformó aquella herramienta en “Lanza para la paz”, cuyo objetivo pasó a ser lograr la convivencia pacífica y constructiva entre todas las comunidades, fueran blancos boers, judíos, indios, mulatos o negros integrantes de las diversas tribus y grupos étnicos que conforman ese país.

La política de “apartheid”, que en los hechos se venía practicando desde la época colonial, se intensificó de modo brutal a partir de 1948 con el dictado de una serie de normas para desplazar de modo forzado y mediante el accionar de la policía, hacia territorios fuera de las ciudades, carentes de servicio públicos de cualquier tipo, a todos los que no fueran blancos, es decir, alrededor del 80% de la población. Además, a esos desplazados les fueron negados todos los derechos políticos, dejándoles como única opción trabajar en las minas de oro o en tareas rurales al servicio de propietarios blancos. Ese régimen es el que empezó a ser desmantelado recién en 1991 y políticamente derrotado en las elecciones que en 1994 llevaron a Nelson Mandela a la presidencia de Sudáfrica.

Contra ese régimen encabezó la lucha Mandela aún desde la cárcel. El mismo régimen, cada vez más aislado por la comunidad internacional y condenado por las Naciones Unidas, que se mantuvo en el poder sólo por el terror y con el apoyo de los grupos más nefastos a nivel mundial, entre los que se contaban la última dictadura genocida argentina y el gobierno israelí. Allí iban a hacer sus safaris Martínez de Hoz y Albano Harguindeguy y allí encontraron refugio varios genocidas que huyeron de Argentina al recuperarse en 1983 la democracia.

Así como Mandela fue un marxista convencido, duro, intransigente y obstinado luchador contra el apartheid, en la nueva etapa supo ser un político realista y flexible que logró evitar la disgregación del país en una lucha de todos contra todos. Para lograrlo debió maniobrar, negociar y hasta conceder, con tal de empezar a avanzar hacia una nación en la que la convivencia entre las distintas razas fuera posible.

Para que en Sudáfrica se alcance un piso de justicia social aceptable, todavía falta mucho. Sin embargo, sin haber dado ese primer paso que lo contó a Nelson Mandela como líder, no sólo cualquier sueño en aquella dirección se podría calificar de utopía, sino de empresa imposible. El mérito de haber sabido descubrir y ese punto nodal lo agrega a la categoría de los fundadores, ese selecto grupo de los que con él comparten el rol de imprescindibles.

1 comentario:

  1. Mauricio, como siempre una reflexión clara, madura y objetiva. ¡Excelente!

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