domingo, 30 de agosto de 2015

El fútbol y sus manejos. Los tiempos del almirante Lacoste

Osvaldo Riganti—
Almirante Alberto Lacoste
La segunda esposa del almirante Alberto Lacoste fue Angélica Aprile, prima de la mujer de Galtieri. Él a su vez era primo de la mujer de Videla. Era en realidad una vida signada desde temprano por sus vínculos con jerarcas militares. Ya en 1955 había participado con Massera en la llamada Revolución Libertadora. Su ascendente carrera lo llevó a saltar de la vicepresidencia (y virtual manejo) del Ente Autárquico Mundial 1978 a ocupar unos días la presidencia de la República durante el tropel de personajes que desfilaron en los tiempos de recambios entre jerarcas militares cuando el Proceso cayó en picada.
Ocupa un lugar preponderante en el “racconto” de manejos del fútbol argentino.
Cuando fue el golpe de 1976 la jerarquía castrense en medio del reparto del botín decidió que la vicepresidencia del Ente Autárquico Mundial 1978 correspondiera al Ejército y la vicepresidencia a la Marina. Así las cosas, el general Actis fue el presidente y él lo secundó. Pero al poco tiempo lo asesinaron. El crimen fue atribuido a los Montoneros. Sin embargo siempre las sospechas giraron en torno a un ajuste de cuentas en el poder. Es más, Eugenio Méndez sacó un libro con un sugestivo título: “Almirante Lacoste, ¿quién mató al general Actis?” Ahí atribuye a Lacoste la autoría intelectual del atentado. Lo cierto es que a Actis lo sucedió el general Merlo, amigo de Lacoste, en quien recayó el virtual manejo del Mundial.
El blog “Asteriscos” traza una pincelada de lo que fue el tristemente célebre EAM 78:”Gastos faraónicos. Internas con sangre entre los militares”.

La revista “Contragolpe” del 30.4. 2011 detalló con más amplitud lo que fue el Mundial: “Según los militares iba a costar 70 millones de pesos. Terminaron pagando más de 700 millones de dólares”. “Con él al frente el EAM ‘78 manejó la caja con la que se desarrolló el Mundial. El decreto 1261 de abril de 1977 permitía que el ente a su cargo mantuviera ´reserva’ en la difusión de sus actos. Jamás se presentó un balance de lo que Lacoste gastó”. “¿A quién puede interesarle eso?” dijo a periodistas que le preguntaron si efectuaría una rendición de gastos. “Además de la logística del evento ecuménico, Lacoste se transformó en el amo del deporte argentino” agregó ese medio. Así desplazó a la dirigencia de la AFA allegada al peronismo y ubicó allí a Alfredo Cantilo, un hombre de origen conservador y sin mucho conocimiento del más popular de los deportes. Previamente bloqueó sugerencias de instalar allí al ex presidente de River, William Kent: “En River casi lo ponen con el escritorio en la calle, no puede manejar la AFA” lo descalificó.
Se recuerdan sus “aprietes” a dirigentes, periodistas, empresarios y hasta técnicos y jugadores.
La revista “Goles” supo lo que era padecerlo. Un día hizo llamar a su director Benedetto Mosca, al que le pidió que no hiciera más insinuaciones sobre los gastos del Mundial. “Después no se queje si le ponen una bomba” le advirtió. Sobre el particular escribe Página/12 el 26.6.2004: “Su gestión fue autoritaria y patotera. Vestido siempre de fajina y con una pistola sobre el escritorio Lacoste citó al periodista deportivo Benedetto Mosca para cuestionar una nota de la revista Goles.”
Lacoste según dicho diario fue “procesado por enriquecimiento ilícito, acusado de incrementar su patrimonio en un 443% entre 1977 y 1979”.
River Plate, club del que fue entusiasta socio toda la vida, no fue ajeno a su influencia. En ocasión de un conflicto entre la institución y Fillol citó a éste a su despacho y le señaló que debía firmar su contrato, “porque en River mando yo” (“Periodismo más deporte”, según el artículo “El dueño” de Víctor Olivera). Llegó a imponer el desplazamiento de la Dirección Técnica del ídolo más grande de la historia del club, Ángel Labruna. “River es una cúpula de 4 tipos manejada por un almirante” se quejó amargamente éste. Impuso en su lugar a Alfredo Di Stéfano, ligado comercialmente a él. Su objetivo era más ambicioso: designar a la “Saeta” en la conducción de la selección nacional en lugar de Menotti, objetado por allegados a la cúpula procesista, por “comunista”, pese a ganar el Mundial ‘78.
Los conflictos con el plantel precipitaron la brusca salida de Di Stéfano, que volvió a España. Antes Lacoste y Di Stéfano hicieron despachar del club a otro hombre caro al sentimiento riverplatense: Norberto Alonso. Sin Labruna y sin Alonso, River entró en un tobogán que lo dejó al borde del descenso, con sus boleterías embargadas y atraso en los pagos al plantel, a los empleados y huelgas sin precedentes que agitaban al club de Núñez.
La caída del “Proceso” y de Aragón Cabrera en River, oscurecieron su figura en la política nacional y entre los “millonarios”. Sin embargo Joao Havelange, el entonces presidente de la FIFA, le tendió una mano, ubicándolo como vicepresidente de este Ente. La revista “Playboy” llego a vincular a ambos con el tráfico de armas.
“Murió el contraalmirante Lacoste y la Armada rezo en su memoria” dijo “Página/12”. En efecto, la Marina exaltó su memoria.

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