miércoles, 30 de enero de 2013

¿Malestar emocional? ¡Chupate esta medicina!

Cristian E. Valenzuela Issac – Docente

Natalia Perrotti – Lic. en Psicología

Coctel diario
En nuestra sociedad cada día se consume más medicación –incluso psiquiátrica- con el objetivo de lograr una vida sin sufrimiento. Esto podría deberse a tres factores fundamentales: en primer lugar, las personas cada vez toleran menos el dolor; en segundo lugar, la publicidad de llegada masiva nos estimula constantemente a consumir medicamentos de venta libre para aliviar los dolores más frecuentes de la vida cotidiana, tales como dolores de cabeza, musculares, menstruales, de estómago, y de garganta; y finalmente, en los casos en que la medicación es de venta bajo receta, la industria farmacológica se las ingenia para promover el consumo de esos productos con el aval médico correspondiente.

No resulta poco frecuente escuchar en alguna mesa contigua en el bar o en el restaurante a ciertos individuos discurrir sobre determinados tópicos de su interés. Con el afán de confrontar la calidad de sus experiencias y quizás la cantidad de sus posesiones, no es para nada extraño escucharlos hablar, por ejemplo, de dinero, de sus propiedades o, tal vez, de sus viajes por el mundo. Pero últimamente puede llamar la atención también que se los escuche hablar de las dosis de medicación psiquiátrica que consumen.

Hasta no hace mucho tiempo, habríamos dicho que consumir medicación psiquiátrica era cosa de locos, y nadie hubiese querido hacerlo público. Cabría, entonces, preguntarnos qué ha sucedido. ¿Será que, como sociedad, al fin hemos dejado de estigmatizar a las personas por las enfermedades que padecen o los medicamentos que consumen? ¿O será que la medicación psiquiátrica se ha puesto de moda?

Palabra de expertos

Los expertos sostienen que, en la actualidad, las personas cada vez soportamos menos el sufrimiento. Como contrapartida, la ciencia cada vez posee mayores recursos para paliar el dolor. A simple vista, estamos ante una ecuación perfecta: a mayor demanda de alivio por parte de la sociedad convaleciente, mayor oferta de paliativos por parte de la ciencia al servicio de la salud. Ciencia, salud y mercado se asocian para dar batalla a uno de los mayores enemigos del sujeto actual: el malestar.

Los ritmos de vida actuales, ajetreados y estresantes, hacen que la gente sufra con mayor frecuencia dolores de cabeza o dolores musculares. Así, no nos cansamos de ver que nos invaden constantemente desde los medios con publicidades que incitan al consumo de medicamentos y productos terapéuticos. Desde la ingesta de aspirina o ibuprofeno, pasando por los masajes con pomadas de benzocaína, hasta los tonificadores musculares para fortalecer la zona cervical sin moverse del sillón del living.

La idea de que la medicación puede ser inocua o que sólo produce efectos positivos está muy instalada a nivel social. Y es una idea peligrosa y difícil de erradicar, más aún en una sociedad que se ha vuelto intolerante al sufrimiento. Ahora bien, ¿en qué consistiría dicha peligrosidad? Como todos sabemos, los medicamentos poseen efectos adversos y contraindicaciones que quienes no se dedican a la medicina o a la bioquímica suelen desconocer. Además, la lectura del prospecto, en la mayoría de los casos, no resulta suficientemente esclarecedora. Ciertos medicamentos, por ejemplo, empleados en dosis muy bajas, no producen los efectos terapéuticos para los cuales se los utiliza, aunque sí provocan sus efectos adversos.

Libres y recetados

Ración diaria
Como hemos dicho anteriormente, la publicidad juega un rol fundamental en el aumento del consumo de medicamentos de venta libre. Pero, ¿qué sucede con los medicamentos que son de venta bajo receta? Pues, respecto de ellos, también se verifica un importante aumento en el consumo. La industria farmacéutica no deja de generar mecanismos –menos visibles que la publicidad en medios masivos, por supuesto- para aumentar la venta de sus productos. Se patrocinan congresos, se distribuyen muestras gratis y se otorgan beneficios (muchas veces económicos) a quienes recetan los productos de una marca determinada.

El dolor

El dolor nos acecha desde la punta de la cabeza hasta la punta de los pies. Menos soportamos el dolor, y la medicina cada vez tiene más cosas que ofrecernos para eliminarlo. Parece que el dolor -ese enigma que se instala en nuestro cuerpo, nos perturba y nos indaga- debiera ser combatido desde todos los frentes posibles.

Sin embargo, tal vez no siempre hayamos sido tan intolerantes al sufrimiento. Antes de que la industria farmacológica y la ciencia se desarrollaran al nivel que hoy conocemos, las personas soportaban enormes padeceres a causa de enfermedades que, en muchos casos, no sabían siquiera diagnosticar ni tratar. Las pestes no eran infrecuentes y no quedaba otra opción que soportarlas. También eran capaces de someterse a procedimientos altamente invasivos, dañinos y peligrosos en el afán de encontrar un alivio a los dolores que los aquejaban. Para citar sólo un ejemplo de este último caso podemos aludir a la psicofarmacología, que constituye un desarrollo científico y tecnológico relativamente reciente. Hasta pasada la Segunda Guerra Mundial, la medicación psiquiátrica no existía, y el tratamiento de algunas enfermedades mentales se realizaba mediante el electroshock. Solo el paso del tiempo permitió que la ciencia avanzara hasta tal punto que ese tipo de procedimientos pudiera ser remplazado y dejara de ser utilizado.

Fármacos: ¿ciencia y/o negocio?

De todos modos, no podemos afirmar que antiguamente éramos más fuertes y tolerábamos más el dolor que en la actualidad. Tal vez suceda que simplemente no había otra opción. Y tal vez suceda que esos grandes sufrimientos del pasado hayan sido el principal motor del desarrollo científico fenomenal que en la actualidad constituye la enorme industria farmacéutica. Este desarrollo ha llegado a implicar un aumento considerable en la variedad de marcas que ofrecen un mismo producto, las cuales se distinguirían hoy solamente por el color de la cajita, el diseño de los blísteres o el eco que resuena en nuestros oídos cuando escuchamos el nombre de un laboratorio o de una marca. Si es cierto que el desarrollo toma esta dirección, alguien podría ya imaginar que en un futuro no muy lejano medicamentos tales como antipsicóticos, antidepresivos o ansiolíticos se puedan adquirir en los kioscos junto a las gaseosas más vendidas.

Probablemente no se trate de cuánto dolor podamos soportar, sino de los mecanismos que somos capaces de generar para lograr, cada vez en mayor medida, nuestro bienestar, aquel curioso, misterioso y enorme objetivo que, tal como la zanahoria del burro, mantiene en constante movimiento a la ciencia y a la tecnología.

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