lunes, 18 de diciembre de 2017

Educación y cultura: balance y memoria

Mario Méndez—
Se acaba el año, un nuevo diciembre difícil, que puede llegar a ser terrible, con proyectos que recortan los derechos de los trabajadores, activos y pasivos. Proyectos que provocan la repulsa de los trabajadores que, al protestar, como en otros diciembres, reciben palos, tiros, gases. En este marco, y por un tiempo, también se están terminando los números de unoytres, esta revista que tengo el orgullo de integrar. Por todo esto, es buen momento para hacer, de memoria, un balance de lo que ha sido el año en términos de educación y cultura, que es el ámbito en el que trabajo.

Fue en marzo, y hoy parece que fue hace un siglo, cuando el presidente Mauricio Macri, en medio del conflicto docente, que abarcaba todos los niveles, desde la primaria a la universidad, dijo que había que “terminar con la terrible inequidad entre aquel que puede ir a una privada y aquel que tiene que caer en la escuela pública”. El furcio, que denotaba el íntimo pensamiento elitista del presidente y lo que él representa, así como su desprecio a la educación pública, le valió la respuesta indignada de educadores, científicos, escritores… De gran cantidad ciudadanos, en suma, fueran o no pertenecientes a la esfera de lo educativo. Pero no pareció hacerle mella. Los dichos de Macri fueron y son la cabal bandera del pensamiento de este gobierno con respecto a la educación y la cultura. Hubo recorte presupuestario, no se respetaron las paritarias, tuvimos durante todo el año facultades en paro, colegios secundarios tomados, escuelas primarias sin clases.  Se vació el Plan Nacional de Lectura, se dejaron de comprar libros de literatura para distribuir entre los niños de todo el país, las bibliotecas populares tuvieron recortes presupuestarios que impidieron las compras institucionales que se habían convertido en un hábito virtuoso, y se denunciaron retrasos en pagos de sueldos y subsidios. Entre otras muchas cosas, claro está, porque este balance, como dije, solo es de memoria.
Se hicieron encuestas de supuesta calidad (rechazadas por la mayoría de los docentes), de cuyos resultados previstos, negativos, se culpó a los maestros sindicalizados. Más aún, se demonizó a dirigentes gremiales como Roberto Baradel, de quien se puso en duda que fuera docente, se revelaron fotos de sus vacaciones en la playa (al parecer un docente no tiene ese derecho) y lo que es mucho peor, se lo amenazó de muerte, a él y a sus hijos, ante la mirada permisiva de esos mismos medios que respaldaron los ataques con sus argumentos o con su silencio.
Ahora, casi sobre el final de año, se ataca a los profesorados de la Ciudad. Veintinueve profesorados están en riesgo de desaparecer mientras el gobierno, livianamente, desoye las protestas de docentes y alumnos, no escucha los argumentos de los que desde hace años trabajan en la formación de futuros maestros y profesores y sostiene su proyecto en encuestas telefónicas tramposas, que parten de una pregunta insólita: “¿le gustaría que los docentes fueran universitarios?”.
Vivimos, durante todo este 2017 que se acaba, una política de vaciamiento que empezó en diciembre de 2015 y sigue y sigue profundizándose.
El balance de lo actuado desde las políticas del gobierno hoy no puede ser peor. Pero hay una buena noticia. No lo aceptamos pasivamente. A la lucha de los gremios, de los centros de estudiantes secundarios y universitarios y de algunos partidos políticos que se oponen al desguase de la educación pública y al vaciamiento de la cultura, se le sumaron frentes y colectivos como el de artistas y trabajadores de la cultura, como el Manifiesto argentino, como el Colectivo de Literatura Infantil y Juvenil, como tantos otros que siguen atentos a los embates oficiales para darles pelea. Sabemos, todos los que estamos en esta lucha, que el proyecto del gobierno, este proyecto de país, no necesita de educación de calidad. No necesita de un pueblo educado y culto: al contrario, un pueblo así, organizado y lector, crítico, les resulta un grave problema. La memoria y el pensamiento crítico son sus enemigos. Y por eso, seguimos marchando, escribiendo, cantando, enseñando. Porque no nos han vencido ni nos vencerán. Porque, como canta León Gieco, sabemos que “la cultura es la sonrisa”. Y nosotros, con nuestras banderas, sin olvidar, sonreímos.

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