Mauricio Epsztejn—
Los resultados finales de las elecciones del 22 de octubre expusieron
la foto del estado de la opinión ciudadana en ese momento y clausuraron la
competencia previa de pronósticos entre las encuestadoras que hasta ese día
habían proporcionado material para alimentar las disquisiciones de todos los
gustos en los medios. A partir de los datos duros se abrió el vasto campo sobre
su interpretación y las especulaciones acerca del futuro que nos aguarda, no
sólo a los simples mortales, sino también a los principales protagonistas, a
sus estados de ánimo y su reflejo en la política, donde se abre un abanico que
va desde la euforia absoluta hasta el desencanto derrotista.
Como me siento incluido entre los simples mortales y además tengo
una opinión y postura políticas definidas, no partidarias, pero sí políticas, que
no participo de dichos extremos, ni concibo ese acontecimiento como eterno e
inmutable, trataré de convertir mis reflexiones en texto, lo más sintéticamente
posible, para compartirlo con los lectores por si en algo aporta al necesario debate
que hace rato se debe el llamado espacio nacional, popular y democrático.
Lectura de los resultados
Al momento de escribir esta nota, prácticamente pueden considerarse
definitivos los porcentajes de votos obtenidos por cada una de las fuerzas que
participaron en las referidas elecciones, que le dieron un incuestionable y
categórico triunfo a Cambiemos a nivel nacional, una fuerza que hace no mucho
más de tres años, con la sigla PRO parecía tener dificultades para superar los
límites de la ciudad de Buenos Aires y en las recientes, al frente de la Alianza
Cambiemos, sus candidatos se impusieron en 15 distritos, entre los que se
cuentas los cinco que concentran el 66% del padrón nacional: Ciudad Autónoma de
Bs. As. (CABA), Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Santa Fe. A su
vez, Unidad Ciudadana, que encabeza la ex presidenta Cristina Kirchner, fue
derrotada en la Provincia de Buenos Aires, pero ganó con variantes en su
denominación en Tierra del Fuego, Río Negro y Formosa. Otros distritos donde
ganó el peronismo no kirchnerista fueron San Luis, Tucumán, Catamarca, La Pampa
y San Juan, mientras sufrieron categóricas derrotas frente a Cambiemos en
Córdoba, Salta y Entre Ríos, cuyos gobernadores hasta ahora fueron los más
transigentes con el macrismo.
La derrota de Unidad Ciudadana y de Cristina Kirchner en
particular, merecería un análisis especial, ajeno a las posibilidades de esta
nota, porque allí fue vencida la figura más destacada y cuestionada, en voz
alta o soto voce, que tiene el peronismo nacional sin que hasta ahora se
visualice cómo quedará conformado ese archipiélago, ni quién se hará cargo del
timón.
Queda para las especulaciones de un ejercicio contra fáctico,
cuál hubiera sido el resultado de haberse encontrado un mecanismo para realizar
una interna en que también participara la fuerza de Florencio Randazzo.
Con los números a la vista, el tablero político resultante
queda conformado por un oficialismo envalentonado, que se siente revalidado en
las urnas y dispuesto a avanzar rápidamente en la aplicación de su programa,
que lo tiene y no lo oculta, para rediseñar el país en lo económico, social,
cultural, político e institucional, incluyendo el sistema electoral (Al respecto, resulta interesante el cuento de
ciencia-ficción escrito por Isaac Asimov, que acompaña esta edición de unoytres, publicado en EEUU en abril de
1955).
¿A quiénes tiene Macri enfrente?: a una oposición
confundida, dispersa, sin propuestas de país alternativas, ni organización
capaz de impulsarla. Y una propuesta política no se puede reducir a un panfleto
donde se formula un conjunto de consignas más o menos logradas, que se agitan
durante una campaña electoral y luego se archivan, sino que debe plantear
objetivos concretos alrededor de los cuales organizar la acción cotidiana para
conseguirlos. La fuerza política que en un momento los levanta y que
cotidianamente no los impulsa, pierde credibilidad y se agota. Quien se
proponga ser real oposición, debe trabajar con esas herramientas si quiere
construirse como alternativa porque sólo proclamar que se está “en contra de…”
o para “frenar a…”, agitando méritos pasados, no convence ni concita a
participar de la construcción de un futuro que aparece nebuloso.
Macrismo, ¿accidente histórico o lógico desenlace de un proceso?
Analistas y dirigentes del campo popular aquejados de miopía
grave, rutina, burocratismo y otros males que aquejan el prolongado ejercicio del
poder, buscan en su entorno a quién echarle la culpa por el triunfo de Macri en
2015. Y lo siguen haciendo cuando se les cayó encima el resultado de las
elecciones de octubre. Ansiosos por obtener una explicación, en lugar de
investigar los cambios objetivos ocurridos en la realidad local y mundial,
incluso los positivamente provocados por su propia acción de gobierno, que los tuvo
y muchos, mechados con otros negativos cometidos por la sordera ante los
señalamientos amistosos, la pereza en atreverse a innovar o la soberbia del
poder, que les impidió advertirlos y corregirlos a tiempo, facilitando el
avance del enemigo. Entonces, en lugar de animarse a transitar por caminos
distintos de los que condujeron a las derrotas, acuden al cómodo recurso de
achacarle las culpas a la perfidia del adversario, como si de él esperaran otra
cosa, sin poder o querer aceptar que tales resultados se deben más a los
errores o insuficiencias propias que al mérito de aquellos por haberlos descubierto
antes y aprovechado a su favor.
En consecuencia, se puede afirmar que no hubo tal accidente
histórico sino que lo sucedido fue el resultado casi obligado de las
condiciones que le facilitaron el camino y que esa debilidad la supo aprovechar.
También vale la pregunta que se hacen quienes, sin
autoindulgencias, buscan retomar el rumbo en favor de las mayorías: ¿qué pasó
en la conciencia de los sectores beneficiados por las políticas de los
gobiernos populares, para que en un momento determinado les dieran la espalda y
terminaran favoreciendo a sus enemigos? Sintetizar y sacar conclusiones de las
experiencias regionales, que no tienen una sola causa, puede servirles al
conjunto de los movimientos progresistas, democráticos, populares o como les
guste llamarse. Es una tarea común aún pendiente, pues tal fenómeno no afectó sólo
a la Argentina sino que también abarcó al resto.
¿Hoy existen paradigmas
de sociedad alternativos a los de la derecha?
Si identificamos al pensamiento y práctica de derecha como
la búsqueda de acumulación de riqueza y poder a cualquier precio, para
beneficio de un individuo o pequeño grupo y al de izquierda el que privilegia el
interés social, colectivo y solidario, vemos que la disputa entre ambos se
remonta hasta el fondo de la historia. En la actualidad, la derecha extrema
está personificada por el capitalismo en su versión financiera, que hegemoniza
y domina a nivel global, mientras, en la misma proporción el de izquierda, en
sus diferentes variantes, incluidos los movimientos nacionales y populares de
nuestra Sudamérica, deambula sin rumbo en un mundo donde la revolución
tecnológica va reconfigurando la estructura de la clase trabajadora, las consiguientes
las relaciones de producción y el conjunto de las relaciones sociales, cuya trascendencia
posiblemente se equipare a lo sucedido cuando la máquina a vapor se aplicó al
proceso de producción y permitió el surgimiento de la industria moderna,
superadora de la manufactura artesanal, que en buena medida modeló a la propia clase
obrera moderna y a los demás trabajadores que orbitan a su alrededor, obligándolos
a buscar en la conformación de sus sindicatos y partidos políticos los
instrumentos para defender sus intereses, junto a una cultura y formas de vida
que se les correspondan.
Al igual que entonces, hoy ese mundo del trabajo entró en
crisis con las nuevas tecnologías y se quedó sin paradigmas acordes a esta
época, necesarios, pero aún en germen, que no se desarrollarán natural o
espontáneamente, sino al calor de la participación activa de los involucrados,
que todavía no han encontrado su cauce para desarrollarlo. Es posible que ese
camino se termine encontrando si los fragmentos rescatables de los distintos
experimentos, agotados o fallidos, se articulan entre si. Lo que de resultas de
ese proceso haya quedado en el camino no hay que desecharlo como basura inútil
sino guardarlo para aprender, cuando se analizan los procesos históricos, cómo
avanzan y con qué obstáculos se encuentran.
Sin embargo, tales planteos sonarían abstractos para esta
nota si no se los contextualiza en la realidad argentina con los resultados de las
recientes elecciones, con los planteos programáticos y con las construcciones
orgánicas a las que se llegó a ellas y lo que queda de ellas.
Obviaré hablar de la derecha argentina que, con los matices
de cada lugar, tiene un programa estratégico, una táctica para alcanzarlo y
construyó las herramientas y los liderazgos necesarios. No lo hizo a las
apuradas, sino que le insumió años de estudio, debate, actualización y prueba. No
es saludable subestimarlos, ya que por ese camino le viene yendo bastante bien.
En cambio la izquierda, conceptualmente entendida según lo señalado
más arriba, trata de apurar los tiempos por una ruta inversa: Antes de acordar
un programa común, busca agrupar a las fracciones más o menos considerables que
se identifican bajo esa denominación genérica y poner al frente a una figura conocida
que por su trayectoria sea candidateable; después escriben un texto
programático-electoral lleno de buenas intenciones que defenderían si sus
candidatos son elegidos; y con ese combo llamado Frente, van a elecciones. Si
les va bien, todos contentos porque sus referentes ocupan cargos. Si les va
mal, el desparramo cunde, nadie se hace cargo del resultado y se busca a los
responsables de la derrota fuera del espacio, se llamen Clarín, la prensa
hegemónica, la clase media, los desagradecidos, la gente que no entiende, y la
lista sigue...
La crisis viene desde hace rato y no encuentra solución.
Después de Perón, quienes se referenciaban en su figura como síntesis de
programa y conducción, quedaron a la deriva y la mayoría de sus mejores seguidores
integran la larga lista de muertos, desaparecidos, presos, exiliados y
perseguidos de una generación diezmada.
La emergencia de Néstor Kirchner, prematuramente muerto, despertó
nuevas esperanzas cuando trató de concretar el apotegma de que “sólo la
organización vence al tiempo” e intentó sin éxito construir una fuerza
transversal capaz de resistir los embates del tiempo.
Sin embargo, el Frente para la Victoria, sin una conducción
independiente del estado y del gobierno, nunca funcionó como un frente político
que en profundidad y a lo largo y ancho del país discutiera de política y
sirviera de apoyo, control y, de ser necesario, hasta de crítica a su propio
gobierno.
Ahora, la urgencia electoral alumbró a Unidad Ciudadana, una
construcción de emergencia con posible fecha de vencimiento si insiste con la lógica
del Frente para la Victoria: levantó una propuesta electoral de 15 puntos, que
no se sabe quién, ni dónde se confeccionó, que estuvo casi ausente durante la
campaña electoral, plagada de generalidades como, entre otras, hablar del rol
del Estado, sin decir qué Estado es necesario construir y cómo hacer para
asegurar y ampliar la democracia que el gobierno de Cambiemos viola
sistemáticamente.
Aunque creo que este apartado merece mayor espacio que el
disponible en unoytres, por ser central
para cualquier ambición del campo popular, la discusión y confección de esa
propuesta de fondo aparece en un lugar secundario del debate público por parte
de quienes hablan de construir una alternativa al plan que viene ejecutando la
derecha dominante.
¿Acaso se puede pensar en gobernar en favor de las grandes
mayorías a un país como Argentina sólo haciendo cambios cosméticos, simples
parches en la estructura de poder económico, político e institucional, es
decir, dejando que todo siga igual? La respuesta a este desafío excede la
urgencia por cumplir con el calendario electoral y, con los resultados a la
vista, sería necesario conocer qué cambios de fondo propone Unidad Ciudadana y
cómo lograrlos.
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