Osvaldo Riganti—
De ayer a hoy, las patas en la fuente |
El mes de octubre se cumplió otro
aniversario de la jornada que en 1945 alumbró el movimiento de masas que signó
una nueva realidad argentina generadora de progreso social, industrialización y
soberanía. El mismo supo y sabe de continuas persecuciones, difamaciones y
cárceles.
Nació de un contradictorio proceso movimientista
de composición policlasista, gestado al calor de la revolución de 1943 y a
despecho de algunos elementos fascistoides.
Juan Domingo Perón, quien en aquella
época todavía era coronel, contó con la confluencia patriótica del GOU que
articuló una corriente popular en las Fuerzas Armadas y realidades políticas de
la misma condición, como la fuerza de los sindicatos.
Vertebró el programa de un Estado
asentado en una alianza de las masas proletarias y la cúspide estatal. Provenía
del Ejército, una institución que entonces no estaba contaminada por una
colonización mental que hacía estragos en nuestro medio. Con él sirvió como
vínculo de integración social, al amalgamar elementos de todos los estratos
sociales.
Organizó desde el poder un factor
importante de presión social. A diferencia de Yrigoyen ensanchó las bases
partidarias con fuerzas sindicales. Tuvo diputados y ministros obreros. Él y Evita
configuraron el más fuerte cuestionamiento al poder tradicional en la
Argentina.
Las conquistas sociales equilibraron la
relación entre el capital y el trabajo.
La
pacatería y la partidocracia liberal estaban espantadas por la irrupción
del “coronel nazi fascista”. Nada más alejado. A instancias de Perón se forjó la
agrupación peronista judía OIA, comandada por Manguel, Rosenstein y Sojit.
Integró a los judíos con iniciativas contra
la discriminación racial, la amnistía que benefició a los inmigrantes judíos
ilegales, el recibimiento de un buque con
judíos rechazado en otros países. Argentina fue el primer país en
América Latina en abrir una representación diplomática a Israel. En febrero de
1949 reconoció al Estado de ese país.
En 1945 empezó un proceso industrial notable,
donde todo empezó a fabricarse en la Argentina.Se adoptaron sucesivas medidas para
recuperar los resortes de la economía que estaban en manos del capital inglés.
La nacionalización del Banco Central
puso en manos del estado el control de cambios, la tasa de interés y la
circulación monetaria, la nacionalización de los depósitos de la banca privada,
entregó al Banco Central el control del crédito. La creación del IAPI significó
la supervisión del comercio exterior. Tuvimos la nacionalización de los
ferrocarriles, se impulsó la flota mercante y el recupero de la soberanía de
nuestros puertos signó la época.
La de 1946/1955 fue una Argentina soberana, sin ataduras a la
usura internacional, a la cabeza de la
industrialización del contiennte.
Empero, el peronismo no logró asentar
las industrias de base y el funcionamiento económico continuó dependiendo en
buena medida de la exportación de granos y carne.
Hubo que recurrir a la importación de
productos primarios y petróleo, trasladando esos costos al consumidor.
Así sobrevinieron algunas
insatisfacciones que generaron hostilidad de los sectores medios.
El peronismo tras décadas accidentadas
fue superando experiencias surgidas de sus filas como las de Isabel y Menem.
Llegó Kirchner que asumió con niveles enormes
de pobreza e indigencia. Anuló las leyes de Punto Final y Obediencia Debida,
obtuvo un acuerdo con los acreedores externos para disminuir la deuda. Lideró
un entramado sin represión a la demanda social, con jugadas audaces como sumar
a líderes piqueteros pese al espanto de la prensa del establishment. El Estado invirtió
en escuelas, rutas, hospitales.
La desocupación se redujo del 24 %, a un
dígito. Se crearon alrededor de 5 millones de puestos de trabajo, se triplicó
el presupuesto educativo, se reestructuró una sociedad salarial desaparecida.
Con el kirchnerismo, la participación de los asalariados superó el 40%.
Promulgó el nuevo Estatuto del Peón (que
estableció claras obligaciones de pago de horas extras, mejores condiciones de
higiene y de trabajo). Recuperó los fondos jubilatorios de manos privadas, el
sistema previsional aumentó llegando a casi la totalidad de la ciudadanía.
En noviembre de 2005, durante la Cumbre
de las Américas realizada en Mar del Plata, junto a Lula y Chávez lideraron al
resto para que sucumbiera la propuesta de George Bush sobre libre comercio.
Cristina Fernández de Krichner llegó a
la presidencia con dos ejes fundamentales: calidad institucional y
redistribución de la riqueza. Pero no le dieron respiro.
Su gobierno fue saboteado por la
“conspiración oligárquica de siempre” a la que aludiera Perón cuando se entró
en la faz decisiva de la conjura para voltearlo. Dirigentes ruralistas esgrimieron
la ideología de los sectores dominantes y lograron convencer a pequeños y
medianos productores de que se fundían.
Imaginar la pureza en un proceso
histórico atravesado por la desigualdad es imposible.
El odio y el veneno reaccionario fue
inoculado por los medios con una profundidad que no se conocía desde los
tiempos del diario “Crítica” contra Yrigoyen. Esto para minar a un gobierno que
tuvo que lidiar con un país quebrado económicamente y socialmente desarticulado.
Fue insuficiente y sin planificación. Tuvo
falencias comunicacionales. Por eso pagó un precio muy alto. Hay que recrear las
condiciones de un camino que tuvo un rumbo adecuado en redistribuir el ingreso,
disminuir la desocupación, generar derechos individuales, educación, ciencia y
tecnología , reducción de la deuda externa. Aunque todavía quedan asignaturas
pendientes, en 70 años el peronismo fue la única fuerza que supo encarar procesos
de transformación, pese a los avatares sufridos durante algunas de sus
incursiones.
En la situación actual, es necesario
recrear un proyecto político que en sus mejores momentos fue sostén de los
sectores empresariales nacionales y de los trabajadores, ambos agredidos por el
proyecto que conduce Mauricio Macri. El desafío está planteado y como tal, la
incógnita latente es cual será el actor o bloque social capaz actualizar e
impulsar ese recreado proyecto político que el país aún se debe.
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