Mauricio Epsztejn—
16 de octubre en Racing |
Cuando el lector tenga a la vista esta nota faltarán pocos
días para que la incógnita sobre el resultado de las próximas elecciones de
medio término abandone el limbo de las especulaciones para instalarse
definitivamente en el territorio de las cifras puras y duras. Sin embargo, a
diferencia de lo que ocurre con las llamadas ciencias exactas, en el dinámico
campo de la política los datos finales no cerrarán ningún debate previo sino
que abrirán el de la interpretación de los números y las consecuencias que de ellos
se derivan tanto por la nueva correlación de fuerzas institucional que se
concretará a partir de diciembre, como por la incidencia que la misma tendrá sobre
la vida cotidiana del país en general y la de cada habitante del mismo en
particular.
Con un sistema electoral establecido por la Constitución
donde los votos para legisladores nacionales valen distinto según la provincia
de que se trate porque sólo en los comicios para presidente y vice se toma a
todo el país como distrito único, los balances sobre los respectivos desempeños
a los que cada fuerza arribe y haga públicas después del 22 de octubre,
seguramente insumirán ríos de tinta u horas de bla…bla…bleo acordes con la línea
editorial del medio que las refleje.
De todos modos ya se pueden sacar algunas conclusiones de
este proceso, compartidas por la mayoría de los observadores aun faltando
varios días para el de la votación.
El objetivo de mínima que se plantea el oficialismo nacional
es obtener el próximo domingo un resultado que le permita proclamar que a dos
años de las elecciones presidenciales de 2015, el electorado le ratificó y
amplió el mandato, otorgándole un número de votos y legisladores suficiente en
ambas cámaras del parlamento nacional como para ir a fondo con los cambios
estructurales que el capital financiero reclama y gobernar sin sobresaltos
institucionales por lo menos durante los próximos dos años. A su vez, en la
alianza oficial el macrismo tuvo éxito en saltar fuera de su original corral
porteño e instalarse como la fuerza principal de la derecha en la mayoría de
los distritos, en buena medida a costa de sus aliados y tránsfugas del
peronismo.
En cuanto a la oposición política que parecería empezar a
reaccionar después de la derrota de 2015, su fuerza principal debutará
electoralmente en la provincia de Buenos Aires, con pronóstico reservado, bajo
el nombre de Unidad Ciudadana y allí jugará su carta más fuerte. Bajo dicho
rótulo se agrupa la mayor parte del peronismo bonaerense junto a una cantidad
de fuerzas menores, que suman prestigio y votos, donde ninguno sobra. Los resultados
en este distrito tienen un significado especial porque allí se juega Cristina
Fernández de Kirchner, el principal capital simbólico de la etapa de gobiernos kirchneristas
y donde reside más del 35% del padrón nacional, un número que obligatoriamente ninguna
fuerza que aspire ganar en 2019 puede ignorar.
Por eso es en ese distrito que se libra la principal
contienda.
El reciente acto en la cancha de Racing en Avellaneda, el
famoso “cilindro”, mostró una fuerza militante poderosa y entusiasta encolumnada
tras una dirigencia con voluntad de poder, conjunción sin la cual ninguna
fuerza popular puede vencer. Dentro de pocos días se podrá cuantificar el grado
de madurez que Unidad Ciudadana adquirió en su escaso tiempo de vida y las
urgentes tareas que tiene por delante donde los puntos enunciados en su
plataforma electoral deben complementarse con un plan de acción política que
las impulse más allá del papel, poniendo en debate cual es el país que imagina
y cómo lograrlo, cuestiones que no se improvisan una vez en el gobierno.
Cuando Perón llegó al gobierno en 1946, tenía claro lo que
debía hacer para impulsar el desarrollo nacional independiente. Por eso
nacionalizó la banca, los ferrocarriles, los teléfonos, tomó el control del
comercio exterior y otras medidas fundamentales, la mayoría de las cuales,
actualizándolas y democratizando la gestión de las empresas y organismos
públicos siguen siendo válidas para cualquier gobierno nacional y popular. Por
eso lo derrocaron en 1955 y en 1956 la “revolución fusiladora” ingreso al Fondo
Monetario Internacional.
A su vez el gobierno de Cambiemos tiende a lograr un
resultado que le permita avanzar en su política de no dejar en pie nada que en
un futuro pueda apuntalar un desarrollo soberano. Sin embargo también están en
un brete en la Provincia de Buenos Aires porque no tienen candidatos con alguna
solvencia y prestigio y debieron jugar al propio presidente Macri y a la
gobernadora Vidal, su figura política con más prestigio, que participa en la
campaña como si ella fuera la candidata mientras le ponen una mordaza a Esteban
Bullrich, el que figura a la cabeza de la boleta.
El otro territorio que se le puede aguar la fiesta a
Cambiemos después de esfumarse la estrella fugaz de Miguel Del Sel, es la
provincia de Santa Fe. En el resto del país, con resultados para uno u otro
lado, la mayoría de los observadores descarta sorpresas de último momento.
Mientras tanto Santiago Maldonado sigue siendo un
desaparecido de una democracia endeble (*) y que la comunidad internacional
señala al Estado como responsable. A su vez Milagro Sala es una rehén del odio
de clase oligárquico que busca su destrucción anímica y física.
(*) Al cierre de esta nota se conoció la noticia de que apareció,
de un modo extraño, en una zona del río Chubut que anteriormente había sido tres
veces rastrillada, un cadáver que podría ser el de Santiago Maldonado.
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