Mauricio Epsztejn—
Hablar de “sus” derechos es referirnos a “nuestros
derechos”, a los derechos de todos los seres humanos por vivir en un mundo de
personas iguales, sin discriminaciones de ningún tipo. Y lograr que se les
reconozcan a las mujeres en un mundo todavía patriarcal y machista,
independientemente del país, la raza, la religión o la condición social de que
se trate, es mucho más difícil para ellas, empezando por conseguir que las
propias mujeres lo entiendan y luchen para que se las respete y trate como
iguales.
La gota que rebalsó la silenciosa y pasiva tolerancia social
sobre la violencia machista, la discriminación, el maltrato y la muerte de
mujeres, fue el asesinato en 2015 de Chiara Páez, una adolescente de 14 años
oriunda de Rufino, Santa Fe (Argentina). Eso decidió a un grupo de periodistas,
activistas y artistas a reunirse y, bajo la consigna de “NI UNA MENOS”,
convocar al pueblo a manifestarse en Buenos Aires, frente al Congreso, el 3 de
junio de 2015, un llamado que rápidamente resonó y extendió por el país. Ese
día el centro de la capital, así como el de otras localidades grandes o más
pequeñas fueron el escenario para que varios centenares de miles de mujeres y
hombres hicieran sonar su voz en contra de
la violencia machista y para que todos los involucrados empezaran a tomar más
en cuenta el reclamo. El movimiento así nacido desbordó las fronteras
nacionales y resonó también con importantes movilizaciones en otros países
latinoamericanos.
Sin embargo, la violencia machista está tan arraigada en las
diversas culturas que no es fácil revertir, ni se logra con una marcha por más
masiva que sea. Requiere no bajar los brazos ni confiar que existe un solo instrumento
para combatirla.
De todos modos, dado que el clamor fue masivo ayudó a darle
más visibilidad al problema e incorporó a más contingentes a esta lucha a
diversos grupos sociales, a sindicatos, a estudiantes, y dejó a muy pocos indiferentes, creando las
bases para organizar una segunda jornada de movilizaciones que se realizó el 19
de octubre de 2016, con una mucho más masiva y variada concurrencia que incluyó
un paro de actividades femenino en los lugares de trabajo en el horario de 13 a
14 y la posterior concurrencia a los actos vestidas de negro.
El saldo dejó un grupo de trabajo que empezó a funcionar
como movimiento permanente que ya logró la creación en el ámbito del poder
judicial de una dependencia especial para el seguimiento de esta problemática,
esquema que se replicó en las fuerzas de seguridad y otras dependencias del
estado.
De todos modos, como las raíces de este flagelo son
antiquísimas y tienen una raíz cultural profunda, no es sólo con la policía y
la justicia que se lo puede encarar a fondo, sino que debe ser una labor de
educación sistemática y generalizada en todos los ámbitos, para que se deje de
considerar a la mujer como objeto propiedad de un macho que dispone de ella
como quiere, cuando quiere, donde quiere y a su antojo.
Uno de los logros de los que informan diversos medios de prensa
es que en Argentina ya se han suspendido en el país unos veinte certámenes que
tradicionalmente se realizaban para elegir reinas de belleza por la “sensibilidad que empezó causar en la
población el tema de la violencia de género”.
Otro es el legal familiar, por el cual las criaturas al
nacer deben ser anotadas con los apellidos del padre y de la madre, sin
obligación de que los mismos deban respetar cierto orden establecido.
Si bien el drama de los femicidios es en lo inmediato lo más
grave porque hace a la vida de las personas, también hay otros temas sobre los
que la sociedad debe reflexionar como el del aborto, la paridad de género en
las listas de candidatos para cargos electivos, la discriminación laboral, junto
a otros que las organizaciones feministas ya vienen encarando.
Por último, cabe señalar que existe una controversia sobre
la llamada jubilación para las amas de casa un tema que ciertos sectores discuten
con criterio empresarial desde 2004 cuando Néstor Kirchner estableció una
moratoria para que se pudieran jubilar quienes hubieran alcanzado la edad y no hubieran
hecho los aportes correspondientes, una medida que permitió acceder a ese
derecho a 2.700.000 personas, entre las cuales el grueso son mujeres amas de
casa. Esa resolución perduró durante los dos gobiernos kirchnerista y con la
llegada de Macri se la quiso anular, lo que provocó una resistencia que lo
obligó a prorrogar su vigencia un par de años, a regañadientes.
Al respecto, este cronista quiere que le respondan los
cuestionadores del beneficio, es si lo que hace el ama de casa es un trabajo
socialmente necesario o no, como el de los maestros, policías, jueces y otros
servidores públicos, porque si el ama de casa no se ocupara de la crianza de los
hijos, de amamantarlos, mandarlos a la escuela, llevarlos al médico, limpiar la
casa, lavar la ropa, planchar y hacer la comida para toda la familia, ¿quién lo
haría y a qué costo? Se puede argumentar que, menos amamantar, por un sueldo otra
persona lo puede hacer. Pero resulta que en la vida moderna ambos cónyuges
suelen trabajar fuera de la casa y en buena parte de los casos es posible que
la mujer lo haga en “negro” y en labores peor remuneradas, sin que para ella signifique
abandonar las tareas domésticas, algo que la sociedad considera de su área
exclusiva.
Entonces, ¿por qué no incluir este tema en la agenda cuando
se tratan las cuestiones de género?
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