Por Mario Méndez—
Carola Martínez |
Carola Martínez Arroyo es una luchadora. Por
eso, creo yo, describe tan bien a esas tres mujeres que ha creado su pluma:
Isabel, la abuela Pipa y la propia Matilde, esa leona que es la protagonista de
su novela. Porque son como ella, mujeres de lucha. Mujeres en lucha.
Carola Martínez Arroyo es especialista en
Literatura infantil y juvenil (LIJ). Como tal, creó y dirige un blog, Donde viven los libros y una librería
virtual súper recomendable que lleva el mismo nombre, donde se encuentra fácilmente
lo que es bueno y no tan fácil de hallar. Como especialista, además, coordinó
el Plan de lectura de la ciudad de Buenos Aires durante varios años y fue una
de las selectoras del Programa Leer para crecer (popularmente conocido como
“Tres por uno”), ese programa que hacía llegar, gratis, a los chicos y chicas
de la ciudad, no solo libros de textos sino la mejor literatura. Programa que, dicho
sea de paso, niños, docentes, escritores y editores extrañamos mucho, porque
fue languideciendo hasta dejar de distribuir libros.
Carola Martínez Arroyo es escritora.
Novelista. Novel, quizá (habrá que preguntarle si realmente es novel, habrá que
preguntarle cuánto ha escrito antes de publicar esta novela), Carola publicó
este año una novela que fue finalista del Premio Norma y que, en el poco tiempo
que lleva publicada, ya ha dado mucho que hablar. Porque Matilde, la novela de la que quiero hablar y preguntar, que acabo
de terminar de leer con emoción, cuenta una de esas historias que en
Latinoamérica no podemos olvidar. Que no debemos olvidar.
Matilde, como Carola, es chilena. Matilde es
una nena de inocentes ocho años que sobrevive a los tumbos en plena dictadura
pinochetista. Su padre ha desaparecido. Su madre se ha refugiado en casa de la
abuela Pipa. Su otra abuela vive en “Lexilio”, como entiende Matilde, en
México. Y ella debe crecer, debe ser grande antes de tiempo, como se lamenta su
abuela, por culpa de los milicos. Ella sabe que está todo mal en su vida, que
no está su papá, que su mamá y su abuela, aunque sigan buscando, aunque sigan
luchando, están quebradas, que su
padrino y otros amigos de toda la vida y de la militancia de sus padres, están
en peligro y que por la seguridad de todos los que quiere le debe mentir a la
maestra, tan bonita y tan canallescamente momia, como tiene que mentirle a los
vecinos y a cualquier desconocido que pregunte por su madre.
Matilde, como tantos chilenos, terminará ella
también en “Lexilio”, ese lugar de donde, gracias a las luchas, muchos pudieron
volver. Matilde se inscribe en la
mejor tradición de la novela que toma el tema de la dictadura, de la represión,
de la resistencia. Como El mar y la
serpiente, como Piedra, papel y
tijera, como Rompecabezas o Piedra libre, entre tantas otras novelas
argentinas, cuenta, desde la voz de chicos y adolescentes, lo que fue sufrir en
carne propia la opresión de las dictaduras latinoamericanas. Como también lo
hizo otro chileno, Antonio Skármeta, en ese duro y bello cuento que es La composición (creo yo que homenajeado
en cierta parte de la novela) o en Nopasonada.
Y porque tengo la suerte de que Carola
Martínez Arroyo, además de luchadora, escritora y especialista, sea mi amiga,
es que aprovecharé para hacerle algunas preguntas sobre su novela, empezando
por la que dejé planteada en esta larga introducción:
—¿Sos, Carola, una escritora
novel? ¿O hay mucho escrito antes de esta primera publicación, que por cierto no
parece una primera obra?
—Carola: Tengo mucho escrito y nada
publicado salvo Matilde. Siempre me dio mucho pudor mandar obras a las
editoriales, teniendo en cuenta mi rol, primero como seleccionadora de libros
para compras institucionales y luego como especialista “crítica” de LIJ. Por eso
decidí mandar Matilde al premio Norma bajo un seudónimo, la sensación de no
estar expuesta me permitió darme coraje para publicar, escribir un libro es una
terrible exposición.
—¿Acierto al decir que, con ese momento
en que la idiota de la maestra pide que escriban o dibujen algo en honor al
presidente, hay un homenaje a “La composición”?
—Carola: Sí, probablemente algo de eso
haya, en la forma en que está narrado, “La Composición” fue uno de los libros en
que más pensé mientras escribía. Lamentablemente, debo decirte también que
forma parte de la historia de los que vivimos nuestra infancia en dictadura. La
exaltación de Pinochet llegaba a extremos ridículos, como este que narro en
Matilde.
—¿Te reconocés en esta lista de
predecesores de la LIJ que tomaron el tema, como los arriba mencionados, a los
que se podría sumar El año de la vaca,
Manuela en el umbral, La soga, Origami y varios más?
—Carola: Sí, por supuesto. Uno es
lector antes que escritor. Y siempre me cuestioné qué tenía yo que aportar a
ese corpus literario. Sin embargo,
una vez que la historia comenzó a surgir, que Matilde empezó a crecer, escribir se convirtió en un desafío. Serán
los lectores quienes juzguen si Matilde es digna de estar entre esos libros que
mencionás.
—¿Qué esperás de los lectores
argentinos jóvenes, cuándo lean esta historia que es de todos los
latinoamericanos, pero que es chilena? ¿Y de sus docentes, como mediadores?
—Carola: Tenés razón cuando decís que
Matilde es una historia chilena. Allí volqué mis recuerdos de infancia: mis
juguetes y golosinas preferidas, mis anécdotas de la escuela, algunos vecinos y
parientes. Pero no es una autobiografía. Yo no soy Matilde. Matilde es una niña
en busca de respuestas, una niña que, sin dejar de ser niña, se asoma a un
mundo adulto devastado por la dictadura que no comprende y que ningún adulto
está en condiciones de explicarle. Por eso como bien decís, es una novela
latinoamericana, que explora literariamente esa historia de dictaduras que
asolaron el continente en la década de los setenta y ochenta. Pero también la
considero como la historia de una niña que intenta sobrevivir en un mundo donde
los adultos no pueden prestarle toda la atención que necesita, con una madre y
una abuela, como bien decís “quebradas”. En ese sentido, creo que los lectores
jóvenes actuales, podrán trasladar a sus propios mundos, ya que
lamentablemente, hoy en día niños y jóvenes se encuentran con un mundo en
crisis, con adultos ausentes (por problemas de salud, de trabajo, porque han
debido emigrar, porque no encuentran el modo, etc.).
—¿Sabés si la novela se ha
publicado simultáneamente en Chile? En tal caso, ¿qué esperás de esos futuros
lectores chilenos que recibirán la historia escrita por una compatriota en
“Lexilio”?
—Carola: No está publicada en Chile todavía.
Norma es parte del grupo Santillana por lo que creo que puede ser editada por
ellos allá. De todas maneras, es un lugar donde muchas expectativas que se
publique, ya que uno de los principales desafíos fue construir un mundo y que
no fallara el verosímil. Por ejemplo, con las editoras trabajamos mucho el
lenguaje, para que Matilde conservara los modismos propios no sólo de Chile
sino de la época histórica en que está ambientada. Respecto a los
acontecimientos narrados, en Argentina existe una gran tradición de libros que
exploran el tema, que ya fueron mencionados. En Chile la dictadura todavía es
un tema casi tabú. Recién hace unos años, especialmente a partir del 2013
cuando se cumplieron cuarenta años del golpe, comenzó a reavivarse el debate
sobre los crímenes de los militares pinochetistas. En ese sentido si me parece
importante que los lectores jóvenes chilenos puedan asomarse a un período
histórico que debe ser recordado, que no puede quedar en el olvido.
—Y yendo a lo técnico y
editorial: ¿Por qué decidiste que el capítulo previo al epílogo fuera
ilustrado? ¿Ya no alcanzaban las palabras? ¿Querías que los lectores
completaran el sentido con sus propias palabras? ¿O qué?
—Carola: Había un salto temporal entre
el fin de la novela y el epílogo. Fue idea de las editoras de Norma superar ese
lapso con ilustraciones. Tuve la suerte de que la ecuatoriana PowerPaola
aceptara ser la ilustradora. Para mí fue mágico como PowerPaola fue capaz de plasmar
mi idea de los personajes de tal manera que Matilde un poco se parece ¡a mis
hijas!
—Finalmente, ¿nos contarías quién
es Claudio Paredes, a cuya memoria está dedicada la novela?
—Carola: Claudio Paredes es uno de los
tantos niños y jóvenes asesinados por la dictadura pinochetista. Tenía
dieciocho años, era egresado del Liceo de Aplicación y militante comunista. Fue
dirigente secundario y llevó adelante muchas de las protestas de los
secundarios contra Pinochet en los noventas. Yo lo conocí a los ocho años en un
Congreso de Niños que hubo fuera de Santiago, un evento que marcó a todos los
niños que participamos en él y nos unió para siempre. Claudio fue detenido en
su casa de la Villa Portales junto con varios de sus compañeros de militancia
por fuerzas militares. Consecuentemente con la política de terror que quería
imponer la dictadura de Pinochet, todos asesinados en una explosión. Contar su
historia es una asignatura que aún tengo pendiente.
HOLA... QUIERO CONTACTARME CONTIGO... COMO PUEDO HACER...??
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