Osvaldo Riganti—
Tras
la relativa tranquilidad social de la que suelen gozar al comienzo tanto los
gobiernos de corte totalitarios como democráticos, la aventura de la llamada Revolución
Argentina instalada en 1966 empezaba a sufrir el desgaste, pasados los meneados
90 o 100 días tradicionales.
Perón
desde Madrid fustigaba a Onganía. La “noche de los bastones largos” tiñó de
desprestigio al régimen. El sindicalismo combativo asumía posiciones más duras
y la corriente sindical que como hoy con Macri y ayer con Menem brindó su
comprensión al dictador veía debilitar su posición ante las bases, viéndose obligada a confrontar.
El
episodio de Malvinas sacudía al país un 28 de setiembre, hace ya medio siglo. Estando
el príncipe Felipe de Edimburgo en nuestro país el grupo nacionalista
Movimiento Nueva Argentina, acaudillado
por Dardo Cabo (25 años, periodista y hombre de la UOM) —a quién secundaron
Andrés Castillo, la dramaturga y periodista Cristina Verrier (hija del juez de
la Suprema Corte de Justicia, César Verrier, ex funcionario de Frondizi) el militante de Tacuara,
Alejandro Giovenco—
organizaron la operación “Cóndor” que secuestró un avión de
Aerolíneas y obligó al piloto a aterrizar en las Islas Malvinas. En total fueron
18 jóvenes argentinos de entre 20 y 32 años que tomaron el vuelo 648 cuyo
destino original era Río Gallegos.
Como
la capital del archipiélago, Puerto
Stanley, no poseía pista de aterrizaje, el Douglas DC-4 se vio obligado a
descender en una embarrada pista de carreras.
El
comando que llevó a cabo el Operativo Cóndor emitió un comunicado que decía: “pone
sus pies en las islas Malvinas para plantar el pabellón nacional en el
territorio argentino, comprometiéndose a defender la enseña azul y blanca hasta
sus últimas consecuencias en cumplimiento de la misión histórica de la patria”.
Buscaban ocupar el arsenal de la isla e irrumpir en la
residencia del gobernador británico pero el objetivo no pudo realizarse porque
el avión se enterró en el barro de la pista. Aun así y rodeados por camionetas,
soldados y milicianos, los “cóndores” descendieron y desplegaron 7 banderas
argentinas, rebautizando simbólicamente el lugar como Aeropuerto Antonio
Rivero, en honor al entrerriano que en 1833, al frente de un puñado de criollos, combatió en las islas
contra los invasores ingleses.
Onganía
desautorizó el operativo. Un comunicado oficial defendía las prerrogativas
sobre las islas, pero calificaba de “faccioso” al movimiento y anunciaba que
“todo el rigor de la ley caería sobre sus responsables”. En contraste, las 62
Organizaciones y varios gremios apoyaron la acción. La CGT señaló que “la
patria grande, la patria de nuestros montoneros, vuelve hoy a vibrar ante la
acción de un puñado de valientes”
En
Rosario el consulado inglés fue ocupado durante 15 minutos, en tanto que en la esquina
de Corrientes y Florida de la Ciudad de Buenos Aires, una bandera inglesa era
quemada. Dos ráfagas de balas disparadas desde automóviles destrozaban las
ventanas de la Embajada Británica.
Medio
gabinete nacional estaba en Estados Unidos. El canciller Costa Méndez,
sorprendido, aludió en las Naciones Unidas (donde se encontraba) a actitudes
individuales y Salimei, a la sazón ministro de economía, estaba en una reunión
del Banco Mundial. El diario “Crónica”
apoyó activamente el operativo, a través de sus títulos y comentarios.
Uno de los pasajeros del avión era Héctor Ricardo García, director del diario.
Abundaban
a nivel gubernamental hipótesis de un entendimiento entre el sindicalista
Augusto Vandor y el general Osiris
Villegas para que este avanzara hacia posiciones de liderazgo. Algunos creían
que quien desde el ministerio del interior fue proscriptor del peronismo en
1963, podía encarnar los anhelos de sus bases.
El sacerdote Rodolfo Roel intermedió. Dardo Cabo
le solicitó que celebrara una misa dentro del avión. Una vez finalizada,
cantaron el Himno Nacional. El grupo se rindió después de un día y medio,
entregando las armas al aviador Fernández García, única autoridad que
reconocieron.
Fueron
detenidos y permanecieron en tal condición adentro de una parroquia católica.
Fueron luego trasladados en el barco de la Marina de Guerra “Bahía Buen Suceso”
a Ushuaia, bajo los cargos de “Piratería
aérea”.
15
de los 18 integrantes sufrieron penas de 2 años por los delitos de tenencia de
armas de guerra y privación ilegal de la libertad. Para Cabo, Rodríguez y Giovenco
fueron de 3 años y medio. Plumas peronistas como Arturo Jauretche y Fermín Chávez difundieron un
comunicado a favor de los procesados.
Pese
a proclamarse nacionalista el episodio molestó sobremanera al gobierno, que
quiso dar rápidas muestras de sumisión a Estados Unidos e Inglaterra.
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