lunes, 30 de noviembre de 2015

Moreno, de Laura Ávila: una historia, un guión

Mario Méndez—
Laura Avila
Para celebrar la aparición de un libro realmente diferente, un guión de cine publicado en una colección de literatura juvenil, unoytres77 presenta esta reseña con entrevista a Laura Ávila.
Hace unos pocos días la editorial Edelvives de Argentina publicó en Alandar, su colección juvenil, una novedad que sorprende: Moreno, de Laura Ávila, una historia para lectores jóvenes (y adultos, desde luego) que no es una novela histórica, sino –nada menos que– un guión cinematográfico. Una publicación original, una audacia, podría decirse, que la editora de Edelvives, Natalia Méndez, se ha permitido. No me pondré a buscar guiones de cine publicados en colecciones juveniles: me basta la experiencia para decir que si no es esta la primera vez que ocurre en nuestro medio, anda entre las primeras, seguramente. Y ojalá sea el inicio de una larga lista de publicaciones semejantes. (Aunque, por cierto, habrá que escribir muy bien, pero realmente muy bien, como escribe Laura Ávila, para empardar este Moreno).

Leí este guión como se lee una novela de esas que atrapan. Con gusto creciente y sin ánimo de dejarla, con ganas de saber qué pasaba, aún con la paradoja de que sabía, como todos sabemos, lo que pasó con Mariano Moreno. Así que, para mejor decir, diría que leí con ganas crecientes de saber cómo Laura Ávila iba a contar lo que ya sabía que pasaría. Y leí sin que las particularidades técnicas del guión literario (que la autora explica al final del libro,  en unas notas breves que son una clase de guión) me cortaran ni por un momento el ritmo de la historia. Espero que así lo puedan leer los maestros y profesores que tendrán a su cargo hacer de puente para que este libro excelente llegue a sus lectores naturales, chicos y chicas de nuestros colegios secundarios. Este libro, sin duda, merece tener mucho éxito.
La historia de Mariano Moreno que se nos presenta, comienza en Chuquisaca, donde el joven abogado conoce a María Guadalupe, la que luego será su esposa y donde monta su primer estudio y empieza a mostrar el espíritu revolucionario que lo hará sufrir las primeras persecuciones políticas. Y luego seguimos los pasos del hombre (del hombre, siempre el hombre, nunca el héroe convertido en bronce) por una Buenos Aires que al principio también lo rechaza (desde su padre hasta los copetudos funcionarios del virreinato), pero a la que finalmente, de una manera trágica, vence. Hasta que llegamos al Moreno de la revolución triunfante y luego al Moreno que algunos de los hombres de esa misma revolución traicionada mandan a matar.
De este Moreno que acabo de resumir me propuse hablar con mi admirada amiga Laura, guionista, novelista e investigadora independiente. Este que sigue es nuestro diálogo, en forma de entrevista.
—¿Cómo se te ocurrió presentar en una editorial especializada en libros infantiles y juveniles una propuesta de guión, y no de novela histórica, que estoy seguro era lo más esperado y esperable? ¿Pensaste que te iban a aceptar la propuesta?
22 de mayo en el Cabildo
La historia de esta publicación es curiosa: estaba en la Feria del libro firmando ejemplares de “El fantasma del aljibe”, mi primera novela en Edelvives, cuando se me acercó un muchacho a decirme que le había gustado mucho. Era inglés, hablaba con acento inglés pero con giros madrileños, como si hubiera aprendido castellano en España. Estuvimos charlando y me comentó que lo que yo escribía le hacía acordar al lenguaje cinematográfico. Le dije que era guionista. “¡Yo también!” contestó, y terminamos hablando de guiones. Le dije que tenía uno escrito, de la época de cuando trabajaba para Lita Stantic, que trataba de la vida y la obra de Mariano Moreno. Él empezó a hablarme de Moreno con gran conocimiento de causa, incluso citando pasajes de sus escritos, sorprendiéndome mucho. Más me sorprendió cuando me dijo que era el jefe Editorial de Edelvives Latinoamérica y que le interesaba publicar ese guión, sin novelarlo.
Así, después de haber luchado mucho tiempo por llevar al cine este proyecto, David Morrison me ofreció la posibilidad de que la gente lo conociera en su formato de libro cinematográfico. Fue muy loco. De todas formas, el libro tuvo un proceso de reescritura posterior.
—¿Cómo fue ese proceso de reescritura, a sabiendas de que estabas haciendo un guión que no tenía como meta ser la base de una película, sino una publicación en una colección de literatura juvenil?
Lo primero que me dijo Natalia Méndez, mi editora, fue que le podía agregar escenas más caras. Escenas que no hubiera filmado por falta de presupuesto. Estuvo muy graciosa, fue un placer laburar con ella. Además, tenía razón: así pude incluir la secuencia de las invasiones inglesas, por ejemplo, aunque mis amigos me dicen que son frugales todavía, pensadas para filmarlas con poca plata. No sé, debe ser por la trinchera que tuve de escuela, el IDAC.
De cara a la publicación, ablandé el texto de las didascalias –las descripciones de las acciones–, para que tuvieran un cariz más literario que técnico. Igualmente, soy bastante literaria en mis guiones de filmar. Siempre trato de que, además de servir como herramienta de rodaje, sean muy placenteros a la hora de la lectura.
—¿Qué devoluciones de los lectores y editores a los que recurriste antes de que el libro estuviera listo recordás como fundamentales?
El tema es que este guión tiene veinte años de vida. ¡Lo reescribí tantas veces, en tantos momentos diferentes! La primera versión la empecé en la adolescencia, y la leyó mi profesor de guión de aquel entonces, Guillermo Fernández Morán.
Guille me enseñó mucho, me dio recursos para enfrentarme al género de ficción histórica. Fue muy generoso conmigo, me prestaba su compu, porque yo en ese entonces no tenía, y compartía charlas del período colonial, además de una biblioteca sinceramente hermosa, con perlas como la Biblioteca de Mayo en sus estantes. Incluso, bajo su protectorado, escribí una especie de spin off de Moreno, que se llama “La fiesta de Mayo” y trata de la vida de Marianito Moreno, su hijo.
De toda esa época de juventud quedaron algunas escenas muy lindas, como esa en que Moreno le propone casamiento a María Guadalupe, de manera tan directa y tan tímida al mismo tiempo.
Pasaron los años y me concentré en la investigación histórica, para tener más armas para encarar la escritura. Me entrevisté con Eduardo Durnhoffer, un investigador que tenía el archivo de Mariano Moreno, con documentos originales, en el living de su casa. Él me organizó un poco la historiografía de Moreno, me abrió la cabeza para entender que después de todo, la Historia es una especie de gran punto de vista del historiador.
Hay una elaboración del investigador que se cruza sin dudas con la literatura, con la creación. El profesional tiende a escaparle a esa influencia, pero el novelista puede hacerse una casa en ese borde en donde confluyen la disciplina y el misterio de aquello que está perdido, pero implícito, en el tiempo.
En el 2008 ofrecí una versión de Moreno para Lita Stantic que jamás se filmó y un año después lo leyeron Norberto Galasso, que fue muy amable y me embaló para que siguiera buscando productores, y Claudio Etcheberry, director de “Cabeza de Tigre” (2001), que me hizo unas observaciones muy interesantes.
Pero para mí el guión todavía tenía muchas vueltas, estaba confuso. Hasta que leí una entrevista viejísima, en una revista hoy desaparecida, “Cine libre”, que Alan Pauls le hizo a María Luisa Bemberg a raíz del estreno de “Camila”.  En ella la Bemberg decía dos cosas: que mientras más sencilla le resultó la escritura de Camila, más cosas pudo contar; y que si tenía que haber violines, que los hubiera.
Y ahí encontré la clave. Me di permiso para liberar más el romance entre mis dos personajes, aceptando que estaba escribiendo una historia de amor, y a la vez eliminé todos los flashbacks y cosas que entorpecían el desarrollo lineal, la sencillez clásica del relato. Y así llegamos a esta publicación.
—Contanos cómo fue la preparación de la tapa.
Fue muy divertida. La colección Alandar no permite ilustraciones en las tapas, porque todas se componen con fotos. Entonces, como los montajes con retratos que me proponían no me convencían, propuse sacar yo una foto como si se tratara de un fotograma de la peli ¡y Natalia se copó!
Un amigo, con muchísima buena onda, se puso el jabot, se dejó lookear de pies a cabeza y tiramos un photoshoot de cien fotos ambientadas, con candelabros, luz de velas simuladas, papeles filigranados y plumas de cóndor: el tema era Moreno en su escritorio. Las fotos quedaron buenísimas, había incluso una serie de Moreno íntimo, tomando mate, muy tiernas, y costó muchísimo elegir la que quedó. Por suerte Hugo Cejas, el gerente de Edelvives, estuvo de acuerdo con el arte de la tapa y toda la movida.
—¿Cuál es tu expectativa con Moreno? ¿Imaginas que el libro recorrerá los colegios, que llegará al cine, que será el inicio de una serie de guiones parecidos…?
No tengo expectativas. Moreno va a estar siempre en mi vida, en forma de libros, de películas, de fichas... Siempre vuelve, como la marea. De hecho, este guión es lo primero de él que quiero decir. Ahora tengo más madurez y más oficio para expresar lo que su imagen querida me genera. Así que pienso seguir escribiendo otras cosas mientras junto fuerzas para volver a beber de sus aguas turbulentas. Para abordar su mar desde otro punto de vista y que confluya con el mío, con mis propios océanos interiores.
—Contanos cómo llegaste a amar (y a conocer tanto) de nuestra historia en general y de Mariano Moreno en particular.
Siempre me fascinó la Historia argentina. Hay algo de mensaje cifrado en sus episodios que se repiten. Nos quiere decir algo que no sabemos decodificar, pero que está ahí, latente, franqueable solo para aquellos que conozcan su idioma. Es buscando esa clave de nuestra identidad, buscando la llave para entender nuestro presente a través de ese pasado, que me puse a leer, a investigar y después a crear. Todavía no descubro su secreto, pero por eso mismo me sigo apasionando.
—¿Fue muy diferente escribir un guión para publicar que uno para las productoras?
Fue más cuidado el lenguaje de las descripciones, quizás. Ahora hago mucha animación y las descripciones en esos guiones son mínimas. Hay más acción y más diálogo, se confía más en el director. Acá el mensaje era el libro, no la película. Por eso había que darle armas para que se defendiera solo, sin el soporte de la imagen y el sonido.
—Hay algunas escenas de Moreno, tu manera tan natural de hacernos ver lo íntimo de un personaje histórico, que me quedaron resonando. Por ejemplo, esa escena de la noche de bodas, tras una primera vez en la que María Guadalupe se queja de lo poco que ha durado y provoca la risa de Moreno –que le promete, por cierto, que irá mejorando–, algún pusilánime podría considerarla “irrespetuosa”. Sin embargo, a mí me parece genial, y me hizo querer más al personaje, hasta desear que así realmente haya sido la primera vez. ¿Cómo hacés para imaginar esas cuestiones? ¿Podés ver a Moreno negándose a comer porque tiene que trabajar, o conquistando a su esposa con los nombres de las constelaciones?
“Moreno” está expresamente trabajado con un registro costumbrista. Está pensado con esa dinámica de personajes. Además de la epopeya de Mayo tenemos una historia de la vida cotidiana, con ritos de una pareja enamorada. Detrás de este pequeño jacobino había una mujercita mandona que lo amaba. Esa es la vuelta de tuerca de este libro. Y si ves mis novelas son así también: historias de gente que vive en otra época, pero que son fáciles de amar porque se parecen a nosotros.
—En una editorial donde tuve la suerte de editarte dos veces (la novela La Rosa del Río y el libro de cuentos Escondidos), solemos publicar al final del libro qué autores y obras relacionadas con lo que acaban de leer le recomendaría el autor a sus lectores. ¿Con qué te gustaría que siguiera ese hipotético lector que acaba de cerrar Moreno?
Me gustaría que leyeran “La revolución es un sueño eterno” de Andrés Rivera, “Santiago de Liniers” de Paul Groussac, y también “Santa Evita”, de Tomás Eloy Martínez.
—Para finalizar, creo que te conté que estaba en el colectivo cuando leí la escena de Castelli y la india que lo piropea. Y te dije que tuve que morderme para no llorar, porque el colectivo estaba lleno de gente. Contanos de donde salió esta escena, qué sentiste cuando la escribías.

Esa escena surgió a partir de la lectura de “Castelli, el adalid de Mayo”, libro del autor paraguayo Julio César Chaves. Chaves recogió esa historia de relatos orales que describían la acción de Castelli en el Alto Perú. Al contrario de las atroces diatribas que le dedicó Hugo Wast en su detestable “Año X”, Chaves recuperó a ese Castelli puro de corazón y a esos indígenas que sabían que esa Revolución iba en su auxilio. La escribí como Leonardo Favio escribió su Juan Moreira: de memoria, apelando a las infinitas veces que la había leído. Pero ahora que la busco para citártela, no encuentro el pasaje por ningún rincón del libro. Estoy un poco asustada, pero son cosas que me pasan todo el tiempo, que ocurren por tener una casita entre el vórtice de la Historia y la ficción.

85. Ext— Día— Campamento en el Alto Perú

Un gaucho serrano le acerca a Castelli un plato con locro.
Después se sienta y apronta un fusil.
Castelli, sentado a la puerta de su tienda, revuelve el plato con una cuchara mirando los cerros de la cercana Potosí.
Una anciana coya se le acerca con una florcita blanca. La deja a los pies del enviado de la junta. Retrocede tímidamente con un revoleo de polleras marchitas. Castelli toma la flor. La mujer le hace una reverencia.

MUJER
Es lindo usté, jatun runa.
Como un capullo de tamitari.

Le señala la flor. El gaucho de fusil ríe fuerte.

GAUCHO
Fuera, ladina.
No te tires lances con el enviado de la junta.


MUJER
¿Por qué no? Yo soy joven.
Soy más joven que él.

CASTELLI
(Divertido)
¿Cuántos años tiene, madre?
MUJER
Tengo meses, Jatun runa.
Nací el 25 de mayo.
Antes de eso, yo no había vivido un solo día.

Castelli mira la flor y mira a la vieja con una cara muy extraña. Se levanta lentamente y le abre los brazos, conmovido. La mujer se deja abrazar, riendo quedamente.
El viento se desata en los cerros de Potosí.
Funde a negro.

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