lunes, 30 de noviembre de 2015

La Argentina de los clubes de trueque y el “corralito”

Osvaldo Riganti—

Para no olvidar, sobre la historia reciente

El trueque fue una característica de la economía en los barrios populares durante 2000 y 2001. “Fue un reflejo de esa sociedad dolida que veía cómo se derrumbaba su clase media” apuntó evocando esos dramáticos días el diario “Perfil” en su nota del 17/12/2011 titulada “El trueque, hijo directo de la debacle financiera”.
Las transacciones se hacían dejando a un lado el dinero de curso legal, que había desaparecido de los bolsillos de los argentinos de a pié porque estaba incautado por los bancos. Millones de argentinos practicaron esa modalidad, intercambiando servicios o bienes. El “club de trueque” se instaló en todas las provincias. Se intercambiaba un pantalón usado por un pullover o dos kilos de papas por medio kilo de fideos y así de seguido.

Los hechos se precipitaron a fin de 2001, hechos que ya habían sido anunciados cuando el 4 de mayo de 2001 Chacho Álvarez renunció a la vicepresidencia y también se alejó de la conducción del partido que había creado a partir del “Grupo de los 8”, cuando Menem entregó a Alsogaray las banderas del peronismo, reivindicó públicamente al almirante Rojas y liberó de las cárceles a Videla, Massera y sus secuaces. A partir de esas renuncias, la Alianza quedó herida de muerte, mientras el gobierno de De la Rúa entregaba la conducción de la economía a Domingo Cavallo, que en forma coordinada con Gerardo Morales y Patricia Bullrich embestían contra los sectores más desposeídos.
Mientras la resistencia piquetera se extendía por el país, Cavallo –actual respaldo explícito de Mauricio Macri–, y su entonces estrecho colaborador Sturtzenegger –ahora diputado del PRO en ejercicio–, organizaban el “megacanje” en complicidad con el banquero norteamericano Mulford, que a cambio de postergar unos pocos años el pago de 12 mil millones de dólares de deuda externa, incrementó la misma en 55 mil millones, con lo que los banqueros nacionales y extranjeros se embolsaron jugosas comisiones. El megacanje no sólo no resolvió el flagelo de la deuda externa, sino que fue la antesala del default heredado en 2003 por Néstor Kirchner. La causa judicial originada por el fabuloso negociado del megacanje cayó en manos de jueces que la durmieron y la dejaron prescribir, razón por la cual dichos personajes hoy circulan en libertad y son parte de los funcionarios económicos del PRO y de “Cambiemos”.
Festival de bonos
Mientras el país se desplomaba y Cavallo hablaba de déficit cero, sus mendicantes ruegos ante la administración de Bush y el FMI eran respondidos despectivamente: “Nadie los obligó a ser lo que son”, decía el secretario del Tesoro norteamericano Paul O´Neill, refiriéndose a los argentinos.
Las operaciones de “salvataje” del FMI y la supuesta intangibilidad de los depósitos fijados por la ley 25.466 impulsada por Cavallo en agosto de 2001, todo se disolvía en una espiral que no se podía contener, mientras “el riesgo país” trepaba a cifras record.
La derrota en las elecciones legislativas de 2001 y las movilizaciones y paros impulsados por la CGT opositora, dirigida por el entonces combativo Moyano, ponían al gobierno delarruista contra las cuerdas, mientras las jornadas del Frente Nacional contra la Pobreza expresaban la voluntad popular de enfrentar ese flagelo que carcomía nuestra existencia como nación soberana.
El “corralito” bancario impuesto por Cavallo bloqueó los depósitos y fue la gota que rebalsó la copa. El reclamo de los inversores desencantados coincidió en la calle con la protesta de quienes marchaban contra las políticas que los habían arrojado a la marginalidad. La respuesta de De la Rúa fue declarar el Estado de sitio que incrementó la protesta popular que el 19 y 20 de diciembre se extendió por todo el país, poniendo en fuga a los personeros del neoliberalismo, que en su huida asesinaron a decenas de argentinos que clamaban contra la represión y la miseria.
En esa semana el país vio desfilar a cinco presidentes y al fin quedó Duhalde al frente del Poder Ejecutivo, hasta que la represión contra los piqueteros en el Gran Buenos Aires a mediados de 2002 selló su suerte, cuando se demostró que la policía había asesinado a dos jóvenes desarmados, obligándolo a adelantar las elecciones presidenciales.
En medio de una crisis en la que los políticos reconocidos no se atrevían a caminar libremente por la calle y sin alternativas potables a la vista, Duhalde consintió que Néstor Kirchner fuera el candidato del peronismo.
El nuevo mandatario asumió en medio de la profundización de la pobreza y el desempleo.
La Argentina neoliberal había dejado al país virtualmente sin moneda. Patacones, Lecops, Federales y otros bonos funcionando como cuasi monedas, que en el país totalizaron trece, se transformaron en medios de pago en reemplazo del dinero desaparecido. Y con esos papeles, cuya cotización caía hasta el 50% de la cifra nominal, se pagaban los sueldos y había que hacer las compras. En medio de tal caos, incluso aparecieron varios bonos privados más, ni siquiera emitidos por autoridad estatal alguna, para facilitar el intercambio en y entre las distintas ferias el trueque, entre ciudades y entre provincias.
Había desaparecido la moneda nacional, uno de los elementos que unifican económica y políticamente a cualquier país. El trueque, como la humanidad intercambiaba sus productos dos mil años atrás, se había enseñoreado de la Argentina, mientras los dólares fluían en catarata hacia los paraísos fiscales, la banca internacional y el Fondo Monetario Internacional.

Ese es el país que dejó el neo liberalismo en diciembre de 2001 y que en 2003 encontró Néstor Kirchner cuando asumió la presidencia. El país que algunos desmemoriados idealizan y los sectores del poder concentrado buscan volver a gobernar.

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