Osvaldo Riganti—
Para no olvidar, sobre la historia reciente
El trueque fue una característica de la
economía en los barrios populares durante 2000 y 2001. “Fue un reflejo de esa sociedad dolida que veía cómo se derrumbaba su
clase media” apuntó evocando esos dramáticos días el diario “Perfil” en su
nota del 17/12/2011 titulada “El trueque,
hijo directo de la debacle financiera”.
Las transacciones se hacían dejando a un
lado el dinero de curso legal, que había desaparecido de los bolsillos de los
argentinos de a pié porque estaba incautado por los bancos. Millones de
argentinos practicaron esa modalidad, intercambiando servicios o bienes. El “club de trueque” se instaló en todas las
provincias. Se intercambiaba un pantalón usado por un pullover o dos kilos de
papas por medio kilo de fideos y así de seguido.
Los hechos se precipitaron a fin de 2001,
hechos que ya habían sido anunciados cuando el 4 de mayo de 2001 Chacho Álvarez
renunció a la vicepresidencia y también se alejó de la conducción del partido
que había creado a partir del “Grupo de los 8”, cuando Menem entregó a
Alsogaray las banderas del peronismo, reivindicó públicamente al almirante
Rojas y liberó de las cárceles a Videla, Massera y sus secuaces. A partir de
esas renuncias, la Alianza quedó herida de muerte, mientras el gobierno de De
la Rúa entregaba la conducción de la economía a Domingo Cavallo, que en forma
coordinada con Gerardo Morales y Patricia Bullrich embestían contra los
sectores más desposeídos.
Mientras la resistencia piquetera se
extendía por el país, Cavallo –actual respaldo explícito de Mauricio Macri–, y
su entonces estrecho colaborador Sturtzenegger –ahora diputado del PRO en
ejercicio–, organizaban el “megacanje” en complicidad con el banquero
norteamericano Mulford, que a cambio de postergar unos pocos años el pago de 12
mil millones de dólares de deuda externa, incrementó la misma en 55 mil
millones, con lo que los banqueros nacionales y extranjeros se embolsaron
jugosas comisiones. El megacanje no sólo no resolvió el flagelo de la deuda
externa, sino que fue la antesala del default heredado en 2003 por Néstor
Kirchner. La causa judicial originada por el fabuloso negociado del megacanje
cayó en manos de jueces que la durmieron y la dejaron prescribir, razón por la
cual dichos personajes hoy circulan en libertad y son parte de los funcionarios
económicos del PRO y de “Cambiemos”.
Festival de bonos |
Mientras el país se desplomaba y Cavallo
hablaba de déficit cero, sus mendicantes ruegos ante la administración de Bush y
el FMI eran respondidos despectivamente: “Nadie los obligó a ser lo que son”,
decía el secretario del Tesoro norteamericano Paul O´Neill, refiriéndose a los
argentinos.
Las operaciones de “salvataje” del FMI y
la supuesta intangibilidad de los depósitos fijados por la ley 25.466 impulsada
por Cavallo en agosto de 2001, todo se disolvía en una espiral que no se podía
contener, mientras “el riesgo país”
trepaba a cifras record.
La derrota en las elecciones
legislativas de 2001 y las movilizaciones y paros impulsados por la CGT
opositora, dirigida por el entonces combativo Moyano, ponían al gobierno
delarruista contra las cuerdas, mientras las jornadas del Frente Nacional
contra la Pobreza expresaban la voluntad popular de enfrentar ese flagelo que
carcomía nuestra existencia como nación soberana.
El “corralito” bancario impuesto por Cavallo
bloqueó los depósitos y fue la gota que rebalsó la copa. El reclamo de los
inversores desencantados coincidió en la calle con la protesta de quienes marchaban
contra las políticas que los habían arrojado a la marginalidad. La respuesta de
De la Rúa fue declarar el Estado de sitio que incrementó la protesta popular
que el 19 y 20 de diciembre se extendió por todo el país, poniendo en fuga a
los personeros del neoliberalismo, que en su huida asesinaron a decenas de argentinos
que clamaban contra la represión y la miseria.
En esa semana el país vio desfilar a
cinco presidentes y al fin quedó Duhalde al frente del Poder Ejecutivo, hasta
que la represión contra los piqueteros en el Gran Buenos Aires a mediados de
2002 selló su suerte, cuando se demostró que la policía había asesinado a dos
jóvenes desarmados, obligándolo a adelantar las elecciones presidenciales.
En medio de una crisis en la que los
políticos reconocidos no se atrevían a caminar libremente por la calle y sin
alternativas potables a la vista, Duhalde consintió que Néstor Kirchner fuera
el candidato del peronismo.
El nuevo mandatario asumió en medio de
la profundización de la pobreza y el desempleo.
La Argentina neoliberal había dejado al
país virtualmente sin moneda. Patacones, Lecops, Federales y otros bonos funcionando
como cuasi monedas, que en el país totalizaron trece, se transformaron en
medios de pago en reemplazo del dinero desaparecido. Y con esos papeles, cuya
cotización caía hasta el 50% de la cifra nominal, se pagaban los sueldos y
había que hacer las compras. En medio de tal caos, incluso aparecieron varios
bonos privados más, ni siquiera emitidos por autoridad estatal alguna, para
facilitar el intercambio en y entre las distintas ferias el trueque, entre
ciudades y entre provincias.
Había desaparecido la moneda nacional,
uno de los elementos que unifican económica y políticamente a cualquier país.
El trueque, como la humanidad intercambiaba sus productos dos mil años atrás,
se había enseñoreado de la Argentina, mientras los dólares fluían en catarata
hacia los paraísos fiscales, la banca internacional y el Fondo Monetario
Internacional.
Ese es el país que dejó el neo
liberalismo en diciembre de 2001 y que en 2003 encontró Néstor Kirchner cuando asumió
la presidencia. El país que algunos desmemoriados idealizan y los sectores del
poder concentrado buscan volver a gobernar.
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