Mauricio Epsztejn—
La reciente derrota del Frente para la Victoria en las
elecciones presidenciales plantea o replantea una cuestión cuya vigencia todavía
pareciera no haber alcanzado suficiente intensidad como para llevarlo al primer
plano del debate necesario en el campo que algunos denominan “populismo” y
otros “nacional, popular y democrático”, un concepto que pareciera más adecuado
y concreto porque identifica a los tres ejes centrales y a los integrantes de
ese campo involucrados social, política e ideológicamente, que el imaginario ciudadano
y la jerga política ubican del centro hacia la izquierda, ya que hablar de
populismos puede conducir a equívocos porque de estos, también existieron y
existen derecha.
Este año, hace pocos meses, en marzo de 2015, se realizó en
Buenos Aires el Foro Internacional por la Emancipación y la Igualdad, convocado
por el Ministerio de Cultura de la Nación que encabeza Teresa Parodi y la
Secretaría de nombre largo, a cargo de Ricardo Forster. Durante varias jornadas
debatieron e intercambiaron experiencias partidos, grupos y personalidades que
militan en el espacio al que alude esta nota, venidos de América –en especial
de Sudamérica– y de Europa, donde varios
son gobierno (Syriza, en Grecia; Frente
Amplio, en Uruguay; FpV, en Argentina; MAS, en Bolivia; País, en Ecuador; PT, en
Brasil;) o con perspectivas de llegar a él como parte de una alianza (Podemos,
en España; PC en Chile y Portugal), además de figuras políticas e intelectuales
destacadas a nivel mundial y representantes de EEUU, Méjico, Colombia, Italia y
Paraguay.
No fue casual que tal encuentro se hiciera en Argentina, por
el respeto que nuestro país irradia hacia el mundo por su política de derechos
humanos, su recuperación económica, el abordaje exitoso sobre el tema de la
deuda externa, la general ampliación de derechos, el proceso de inclusión
social, el respeto a la democracia y a la institucionalidad como norma básica
del funcionamiento gubernamental. Tampoco fue casual el entusiasmo de los miles
y miles que siguieron las deliberaciones en el propio teatro Cervantes, desde
sus inmediaciones o por los pocos medios que lo transmitieron o publicaron,
entre los que estuvo unoytres77, donde el público local adicto
transmitía la seguridad de un proceso de avance imparable.
Sin embargo, a esa altura ya había serios indicios a nivel
local e internacional que presagiaban tormenta. En Argentina, el primero fue la
derrota en 2008 frente a las grandes patronales rurales, que lograron
encolumnar tras de si a grandes grupo de las clases medias urbanas y rurales antiguas
y nuevas, preámbulo de la derrota en las legislativas de 2009. Otro fueron las
legislativas de 2013, en las que el FpV obtuvo resultados muy por debajo de las
presidenciales de 2011. En el medio y hasta las recientes presidenciales, hubo
marchas y cacerolazos opositores que por todo el país movilizaron decenas de
miles de personas, proceso durante el cual se fue conformando un nuevo armado
opositor que, con una ideología claramente de derecha, construyó un partido
extendido nacionalmente, que compitió en elecciones y obtuvo el reciente éxito
en las presidenciales y en varias provinciales.
Como el objeto de esta nota no es analizar las tácticas
aplicadas para esta elección por las diversas fuerzas intervinientes sino
interrogar e interrogarse sobre los procesos de los que aquella es sólo una de
las manifestaciones más recientes y evidentes, parece pertinente comenzar
formulando algunas preguntas cuyo contenido se terminó de redondear a partir
del resultado.
De qué se trata la cosa
¿Por qué el Frente para la Victoria fue batido en la Ciudad
de Buenos Aires, Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza, los
distritos más poblados e industriales, donde supuestamente debería tener su
principal base de apoyo social?
¿Acaso allí no se encuentra la clase media, antigua y nueva,
un sector de los más beneficiados por la política kirchnerista?
¿Se trata de olvidadizos y desagradecidos o esa
simplificación explicativa sólo revela pereza que impide entender a la sociedad
que alumbró esta etapa, cuyas demandas no se satisfacen con viejas respuestas?
Hay que tener en cuenta el contenido ambiguo del concepto de agradecimiento, porque
implica que el receptor siente haber contraído una deuda con quien le ha hecho
un favor, algo muy distinto a crear las condiciones para el ejercicio de un
legítimo derecho.
¿Alcanza con que una política gubernamental asegure dinero en
el bolsillo de la gente, para que esta entienda que es justamente tal política
la que lo posibilitó y que si la misma continúa se lo garantiza a futuro, pero
que eso depende de su participación?
¿No habrá valores morales, como el de la solidaridad en lugar
del individualismo, que están fallando, entendiendo por solidaridad algo muy
distinto a la dádiva?
No es una originalidad argentina
Como lo sucedido acá no es una originalidad argentina, sino
que se puede aplicar a Grecia, la que tantas ilusiones creó en la nueva
izquierda, o a lugares de nuestra Sudamérica como Venezuela, Brasil y otros,
que han sufrido, sufren o pueden caer en situaciones semejantes, valdría la
pena pensar cómo se transmite a la sociedad que los avances sociales se hacen irreversibles
sólo, si quienes los disfrutan, los defienden y profundizan. Y esta cuestión no
se resuelve con la arenga de un día, un decreto, una campaña electoral o un
grupo de “esclarecidos”, porque es una batalla cultural en la cual se decide
cuáles son los valores por los que se rige una sociedad, una puja que nunca se
detiene ni se detendrá porque esos valores nuevos, los que se corresponden al
mundo que puja por alumbrar, acompañan su propia inmadurez y debilidad y desde
ese estadio se deben fortalecer para desalojar de la conciencia individual y
colectiva a los que se resisten a dejar el lugar que creen ocupar gracias a un
designio divino o natural hasta la eternidad, con espacios y roles inamovibles,
de opresores y oprimidos, lo que es inútil resistirse.
Esta puja por la conciencia y los sentidos exige
organización y liderazgos, que no son transmisibles ni heredables o fijados por
decreto; además, tienen riesgos contra los que es necesario prevenirse a través
de la permanente ampliación de la democracia, la renovación periódica de los
mandatos, tanto en el ámbito estatal como en la sociedad civil, para que nadie
se crea imprescindible y muchos se comprometan con el control de gestión que
garantiza eficiencia, honestidad y evita la burocratización.
Quien escribe este punteo, cree que ha llegado el momento de
sacar al debate más abierto y público temas como los señalados y otros que
seguramente se le escapan, porque están en la raíz de los tropiezos que el
campo nacional, popular y democrático viene sufriendo.
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