Mauricio Epsztejn—
Macri y Scioli-Finalistas |
Como culminación de un largo proceso electoral que
prácticamente reconfiguró buena parte del mapa político del país e insumió casi
todo 2015, el Poder Ejecutivo de Argentina cambiará de signo y a partir del 10
de diciembre el nuevo presidente será el ingeniero Mauricio Macri, de la
Alianza Cambiemos, donde confluyeron el PRO, la UCR y la Coalición Cívica, que en
el balotaje se impuso por un estrecho margen (51,4% a 48,6%) sobre Daniel
Scioli, del Frente para la Victoria.
El análisis del cómo y por qué se produjo la
deriva de los votos a presidente y vice, desde las PASO, en que competían 15
fórmulas de variadas alianzas, hasta el balotaje donde quedaron sólo dos,
merecería un tratamiento particular, carente de sentido a los efectos de esta
nota, así como escapa a los límites de la misma la caída porcentual del
17% en relación a las presidenciales de
2011. Sin embargo, la mención sirve para señalar que entre una y otra votación
decantaron alianzas explícitas o de hecho, cuyo contenido programático e
ideológico trataremos de analizar para dilucidar los ejes alrededor de los
cuales, a nuestro entender, se agruparon coaliciones de electorados heterogéneos,
que eligieron uno de los dos modelos de país en pugna.
Una cosa innegable es que después de doce años, la
fuerza y el proyecto que se aleja del gobierno se va con un altísimo nivel de
aceptación ciudadana, de casi el 50%, el mayor desde la recuperación
democrática. Además, lo cede después de elecciones ejemplares por su masividad
y transparencia, reconociendo sin ambages al vencedor, a pesar de lo exiguo de
la diferencia y de las malas artes lindantes con el golpismo con que sus
opositores actuaron contra sus principales actos de gobierno desde el mismo día
en que asumió, tanto en el terreno político y económico, como desde los medios
hegemónicos y la estructura judicial.
En relación a los pronósticos, los resultados confirmaron
algo que ya se había dado en la primera vuelta: ninguno de los encuestadores serios
acertó, al margen de las simples operaciones de prensa. Es evidente que en esta
área, para ser creíbles, ellos deberán revisar sus técnicas y metodologías.
Respecto al contenido del voto, este cronista dará
su opinión a partir de su lectura sobre las cifras, de lo recogido entre su
entorno y relaciones y de tamizar el popurrí periodístico. El más del 37% que
en primera vuelta respaldó la fórmula Scioli-Zannini y que seguramente en la
segunda lo volvió a votar, está bastante clara su firme adhesión al proyecto
político impulsado por el FpV. En cuanto a los 2,8 millones que se le sumaron
en el balotaje, hasta totalizar 12,2 millones, se trata de personas que tienen
diferencias parciales con el FpV, pero que le dieron su voto porque se oponen
al proyecto monetarista y de libre mercado macrista y al momento de optar lo
hicieron a favor de la opción más afín. En consecuencia, se puede decir que en
conjunto es un voto bastante homogéneo en cuanto a intereses y visión de país.
En cambio el que respaldó a Macri reúne un abanico
más complejo, integrado por un núcleo duro con espíritu de revancha, cuya meta
es la vuelta a un pasado en el que ejercía el poder hegemónico del que se siente
desplazado, por lo menos desde 2003, y está decidido a recuperar ese lugar a
cualquier precio. Sus quejas no son porque hayan perdido dinero durante la
etapa kirchnerista sino porque, a pesar de ganar fortunas, su deseo se alimenta
en que no pudieron alcanzar el objetivo de humillar y hacer arrodillar al
gobierno. Incluso ahora, después de haber triunfado, no lo han conseguido y eso
los exacerba. El peligro principal es que, aunque son actores locales, también juegan
a nivel global en alianza con lo peor del capitalismo financiero y militar. En
todos los ámbitos defienden a los fondos buitres y añoran y reivindican a la
dictadura, como lo explicitaron los editorialistas del diario La Nación.
Este equipo logró sumar entre sus adeptos a los
que están “en contra de”, un espectro
variado en sus motivaciones que van desde racismo, la xenofobia, el antiperonismo,
el machismo, el mediopelismo jaurechiano, el ultra conservadorismo religioso,
cultural e ideológico, hasta varios etcéteras entre los que el simple temor a cualquier
cambio que afecte el orden establecido ocupa un lugar no desdeñable.
Al triunfo de Macri también contribuyó la sistemática
campaña de mentiras y calumnias llevada a cabo por los grandes medios, que
nutrió de letra al coro estable de opositores multipropósitos, adaptables a
varios gobiernos y servicios, y una parte significativa del poder judicial, a
cuyos tradicionales lazos con el poder económico le suma la defensa de privilegios
antirrepublicanos propios.
Al conglomerado arriba enunciado, le agregaron
votos contra Scioli grupos que, a pesar de coincidir y haber sido beneficiado
por buena parte de las políticas kirchneristas, su mensaje les llegó mal o tarde
o están disconformes con procederes muchas veces desprolijos, apresurados, de
escaso debate público previo frente a medidas trascendentes que lo ameritaban e
incluso los casos de corrupción flagrantes, donde los responsables de muertes
evitables –un ejemplo es la tragedia de Once– involucraron a altos funcionarios
como Ricardo Jaime y Juan Carlos Schiavi, inexplicablemente removidos cuando ya
era tarde.
Aportó su cuota el desgaste, con final hasta ahora
bastante previsible en los estrados judiciales, la disputa con el grupo Clarín.
Otro caudal que le sumó votos a Macri y a Cambiemos
fue la gente cautivada por el mensaje de “amor y paz”, dirigido hacia los habitualmente
poco informados, y a los tentados por la idea de “cambio”, vaciada de su contenido
progresista, para reemplazarlo por uno de derecha, de cuya prédica los medios
hegemónicos fueron un vehículo muy eficaz.
En ese sentido, vale repensar incluso el uso de la
palabra “conservador”, generalmente aplicado a posiciones retrógradas, pues en las
nuevas condiciones, en sentido literal podría significar conservar las
conquistas logradas en los últimos doce años. Pero ese es un tema para
politólogos y asesores de campañas. Por eso, volver a hablar de izquierdas y
derechas es lo más adecuado. El uso del lenguaje y su relación con el
imaginario popular es algo para reflexiones teniendo en cuenta que los sectores
reaccionarios supieron aprender de la experiencia y acomodar su discurso a los
nuevos tiempos.
Las cartas sobre la mesa
Cuando el baile de disfraces y del carnaval de
globos amarillos va tocando a su fin y empiezan a mostrarse los verdaderos
rostros del poder real ocultos tras las caretas, la promesa de eterno amor
republicano empieza a mutar hacia la amenaza patoteril e intento de avasallar
la Constitución y las leyes. No otra cosa es la ofensiva contra la Procuradora
General de la Nación, la doctora Alejandra Gils Carbó, al presidente del Banco
Central, Alejandro Vanoli, con mandato hasta 2019; al titular del Afsca, cuyo mandato
fijado por ley abarca hasta la mitad del período del próximo presidente,
período igualmente previsto para el titular de RTA, Tristán Bauer. Es necesario
estar preparados para enfrentarla, porque seguramente intentarán desarmar o
esterilizar cualquier traba que pueda interferir en su política. Sin embargo,
es necesario no ilusionarse sobre el resultado final de la disputa si la misma
llega a judicializarse, donde la estabilidad de dichos funcionarios puede no
ser percibida como algo importante por una opinión pública no informada y menos
aún si se atiende al estado en que actualmente se encuentra el Poder Judicial,
especialmente la Corte Suprema.
El caso de estos funcionarios es sólo un ejemplo
de cómo piensa actuar el poder real y el apuro para empezar a ejecutar su
política.
De todos modos, como de zonzos no tienen ni un
pelo, la responsabilidad de las consecuencias se las van a tratar de endilgar
al gobierno saliente con el cuento de “la pesada herencia”, mientras los
efectos más nocivos de las principales políticas pueden demorar en percibirse.
Hay que recordar que los resultados y efectos del endeudamiento creciente, del desguace
del Estado y la entrega del patrimonio nacional ejecutada por el menemismo y De
la Rúa, les permitió gobernar dos períodos y pico, hasta el estallido de 2001,
e incluso a Menem sacar el 24% de los votos en 2003. Por eso hay que estar prevenidos
ya que son varios los destacados personajes de aquella etapa que vuelven a
ocupar lugares relevantes en el gobierno macrista y el resto del elenco está
estrechamente vinculado al gran capital concentrado y a la patria contratista,
empezando por el propio presidente.
Sin embargo, el estrecho margen por el que triunfó
Macri, más la memoria histórica de una parte no despreciable de la sociedad y
el empoderamiento en cuanto a derechos logrado por buena parte de la misma, no
le augura un tránsito fácil a quienes intenten voltear los avances de más de
una década. El somero análisis de la composición del voto que se hace más
arriba, puede dar una pista de las turbulencias que le aguardan a quien se
atreva a desandar tal camino.
Aun así y aunque el resultado de la primera vuelta
haya caído como un baldazo de agua helada sobre el triunfalismo reinante en
buena parte del FpV, su militancia se recompuso rápido y el derrotismo
pareciera no ha penetrado en sus filas, sino al contrario, parecieran haber abordado
reflexivamente y con realismo la nueva situación, conservado e incluso
acrecentado la militancia más comprometida. Los datos que recoge este cronista
indican que en su seno se abre un período de debate, de autocrítica sobre los
errores propios, con una actitud
constructiva, de cara a la sociedad y atenta a los nuevos desafíos.
La historia continúa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar, compartir y opinar