Mauricio Epsztejn--
Alberto Nisman ¿héroe,
mártir o no se sabe qué?
Marcha del 18F |
Las construcciones políticas surgen de procesos complejos que
se desarrollan en lo profundo de las sociedades y sintetizan propuestas, crean organización
capaces de instrumentarlas y generan líderes para conducirlas. Algunos llegan a
representar multitudes o mayorías, otros, a conglomerados más pequeños, pero
ninguno tiene formato estándar o se fabrica a pedido. Surgen por una conjunción
de factores frente a hechos o procesos trascendentes que desacomodan los
esquemas vigentes. Son personas con suficiente carisma y olfato como para
percibir adecuadamente la situación, dar respuesta al desafío del momento y ser
el primero en jugarse por ella y asumir los riesgos.
Un líder no es lo mismo que un buen analista y menos que un
burócrata, aunque sea eficiente. Un analista trabaja en el silencio del
gabinete o laboratorio; en cambio el líder se involucra en el lugar más
importante donde se desarrollan los acontecimientos. Lo curioso es que muchas
veces llegan allí personas socialmente activas, pero que previamente ni se lo
habían propuesto como meta de vida. Sin embargo, una vez instalados, la vuelta
atrás es casi imposible.
Eso no desmerece a los múltiples actores sociales que intervinieron
en etapas importantes de la vida pública, sin llegar a ser líderes.
Para ceñirnos a nuestro país, se puede señalar a varios que
lo fueron desde que se forjó la organización nacional y hasta fines del siglo
pasado, independientemente de la valoración que cada uno nos merezca. En esa
categoría revistaron, como mínimo: Mitre, Roca, Alem, Yrigoyen y Perón.
También existen otras categorías que convocan una devoción
especial. Son las que por su dedicación, por su origen social, por su entrega y
sacrificio sin límites en favor de causas nobles donde jugaron y dejaron hasta su
propia salud y vida, fueron instaladas por las multitudes como mito. En ese
lugar indiscutido está hoy, incluso para quienes en su momento la vituperaron y
odiaron, Eva Perón.
Como contracara, se agrupan los que “se la creen”. De esos,
hay un equipo estable que circula por la tele y hasta ocupa bancas
parlamentarias. Seguramente el lector recordará a quién prometía resolver el
tema de la seguridad: “yo tengo un plan”, decía, que sigue oculto y hoy integra
la troupe de la destartalada ambulancia cuyo dueño sueña con estrellarse contra
el sillón de la Rosada; en la bolsa lo acompaña otro cuya historia le concede
crédito para tenerle lástima y que busca engancharse con cualquiera que le
permita figurar aunque más no sea en algún programa del tipo “seducida y
abandonada”, sin percatarse que a esta altura sólo amerita uno del tipo “lamento
de un marido despechado”.
El anterior salpicado introductorio viene a cuento por el
intento de un grupo de fiscales herederos de la famosa servilleta de Corach,
sus derivados y afines, por blanquearse como partido opositor e intentar liderar
al respectivo espectro.
Caída la careta de supuesta independencia judicial, sólo les
quedó su anatomía al desnudo y sólo eso. Sin embargo, un partido político,
aunque de sus verdaderos líderes sólo se vean las hilachas, por lo menos debe
presentar una propuesta de país, una plataforma política. Hasta ahora sólo atacaron
a la presidenta y tienen una actitud destituyente y agitan un reclamo de “justicia” que orientaron hacia la Casa
Rosada en lugar de dirigirla a la sede donde tienen sus propios despachos desde
donde deberían administrarla. Entonces, a falta de una propuesta explícita y de
líderes visibles, se dieron a la tarea oportunista de instalar un mito —no se
sabe si de héroe o mártir —utilizando de modo espúreo el cadáver de Alberto
Nisman.
El libreto es el que les marca el diario Clarín: sea cual
fuere el resultado de la investigación por la muerte, deben instalar en la
sociedad que fue un crimen ordenado por la Presidenta, Cristina Fernández de
Kirchner. Y absolutamente todos los líderes y partidos opositores —incluido el
judicial —, menos los de izquierda, lo replican a coro.
Ahora sobrevolemos el trabajo que hizo Alberto Nisman
durante sus 10 años al frente de una unidad fiscal destinada a investigar
exclusivamente el atentado a la AMIA, con numeroso personal y un presupuesto
superior al del resto de las fiscalías, donde se pagaban sueldos de $ 41.000,=
mensuales a Diego Lagomarsino, por una tarea que nadie conoce.
¿Qué avances tuvo la causa en ese tiempo? Nulos en el
esclarecimiento. Sin embargo, tal como confesó públicamente el propio Nisman,
los últimos tres años los dedicó a armar la acusación contra el gobierno
nacional, un mamarracho de 300 páginas que muerto Nisman retomó Pollicita su
colega y participante de la marcha del 18F, desechando las cuatro quintas
partes del escrito, y que se acaba de demoler el juez Dr. Daniel Rafecas en su
fallo.
Después del fallo de Rafecas sucedió algo curioso con los
principales títulos de tapa de Clarín: dejó de estar Nisman, que lo ocupó
durante diez semanas, y volvieron allí Lázaro Báez, Vanderbroele, Amado Boudou
y los abanderados de la anticorrupción.
Por eso, la concentración que el kirchnerismo prepara para
el 1º de marzo frente al Congreso, no es sólo para respaldar a la presidenta
Cristina, sino en defensa de las instituciones democráticas y contra el
golpismo, un golpismo a secas.
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