sábado, 28 de febrero de 2015

Líderes, mitos y estrellas fugaces

Mauricio Epsztejn--
Alberto Nisman ¿héroe, mártir o no se sabe qué?
Marcha del 18F
Las construcciones políticas surgen de procesos complejos que se desarrollan en lo profundo de las sociedades y sintetizan propuestas, crean organización capaces de instrumentarlas y generan líderes para conducirlas. Algunos llegan a representar multitudes o mayorías, otros, a conglomerados más pequeños, pero ninguno tiene formato estándar o se fabrica a pedido. Surgen por una conjunción de factores frente a hechos o procesos trascendentes que desacomodan los esquemas vigentes. Son personas con suficiente carisma y olfato como para percibir adecuadamente la situación, dar respuesta al desafío del momento y ser el primero en jugarse por ella y asumir los riesgos.

Un líder no es lo mismo que un buen analista y menos que un burócrata, aunque sea eficiente. Un analista trabaja en el silencio del gabinete o laboratorio; en cambio el líder se involucra en el lugar más importante donde se desarrollan los acontecimientos. Lo curioso es que muchas veces llegan allí personas socialmente activas, pero que previamente ni se lo habían propuesto como meta de vida. Sin embargo, una vez instalados, la vuelta atrás es casi imposible.
Eso no desmerece a los múltiples actores sociales que intervinieron en etapas importantes de la vida pública, sin llegar a ser líderes.
Para ceñirnos a nuestro país, se puede señalar a varios que lo fueron desde que se forjó la organización nacional y hasta fines del siglo pasado, independientemente de la valoración que cada uno nos merezca. En esa categoría revistaron, como mínimo: Mitre, Roca, Alem, Yrigoyen y Perón.
También existen otras categorías que convocan una devoción especial. Son las que por su dedicación, por su origen social, por su entrega y sacrificio sin límites en favor de causas nobles donde jugaron y dejaron hasta su propia salud y vida, fueron instaladas por las multitudes como mito. En ese lugar indiscutido está hoy, incluso para quienes en su momento la vituperaron y odiaron, Eva Perón.
Como contracara, se agrupan los que “se la creen”. De esos, hay un equipo estable que circula por la tele y hasta ocupa bancas parlamentarias. Seguramente el lector recordará a quién prometía resolver el tema de la seguridad: “yo tengo un plan”, decía, que sigue oculto y hoy integra la troupe de la destartalada ambulancia cuyo dueño sueña con estrellarse contra el sillón de la Rosada; en la bolsa lo acompaña otro cuya historia le concede crédito para tenerle lástima y que busca engancharse con cualquiera que le permita figurar aunque más no sea en algún programa del tipo “seducida y abandonada”, sin percatarse que a esta altura sólo amerita uno del tipo “lamento de un marido despechado”.
El anterior salpicado introductorio viene a cuento por el intento de un grupo de fiscales herederos de la famosa servilleta de Corach, sus derivados y afines, por blanquearse como partido opositor e intentar liderar al respectivo espectro.
Caída la careta de supuesta independencia judicial, sólo les quedó su anatomía al desnudo y sólo eso. Sin embargo, un partido político, aunque de sus verdaderos líderes sólo se vean las hilachas, por lo menos debe presentar una propuesta de país, una plataforma política. Hasta ahora sólo atacaron a la presidenta y tienen una actitud destituyente y agitan un reclamo de “justicia” que orientaron hacia la Casa Rosada en lugar de dirigirla a la sede donde tienen sus propios despachos desde donde deberían administrarla. Entonces, a falta de una propuesta explícita y de líderes visibles, se dieron a la tarea oportunista de instalar un mito —no se sabe si de héroe o mártir —utilizando de modo espúreo el cadáver de Alberto Nisman.
El libreto es el que les marca el diario Clarín: sea cual fuere el resultado de la investigación por la muerte, deben instalar en la sociedad que fue un crimen ordenado por la Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Y absolutamente todos los líderes y partidos opositores —incluido el judicial —, menos los de izquierda, lo replican a coro.
Ahora sobrevolemos el trabajo que hizo Alberto Nisman durante sus 10 años al frente de una unidad fiscal destinada a investigar exclusivamente el atentado a la AMIA, con numeroso personal y un presupuesto superior al del resto de las fiscalías, donde se pagaban sueldos de $ 41.000,= mensuales a Diego Lagomarsino, por una tarea que nadie conoce.
¿Qué avances tuvo la causa en ese tiempo? Nulos en el esclarecimiento. Sin embargo, tal como confesó públicamente el propio Nisman, los últimos tres años los dedicó a armar la acusación contra el gobierno nacional, un mamarracho de 300 páginas que muerto Nisman retomó Pollicita su colega y participante de la marcha del 18F, desechando las cuatro quintas partes del escrito, y que se acaba de demoler el juez Dr. Daniel Rafecas en su fallo.
Después del fallo de Rafecas sucedió algo curioso con los principales títulos de tapa de Clarín: dejó de estar Nisman, que lo ocupó durante diez semanas, y volvieron allí Lázaro Báez, Vanderbroele, Amado Boudou y los abanderados de la anticorrupción.

Por eso, la concentración que el kirchnerismo prepara para el 1º de marzo frente al Congreso, no es sólo para respaldar a la presidenta Cristina, sino en defensa de las instituciones democráticas y contra el golpismo, un golpismo a secas.

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