sábado, 31 de mayo de 2014

25 de Mayo de ayer a hoy

Osvaldo Riganti—


Los hechos de mayo han tenido multiplicidad de interpretaciones a través del devenir histórico. Desde algunos que los presentan rodeados de todos los elementos concernientes a una vibrante gesta emancipadora,
hasta los que lo hacen como fruto de una conjunción de aristócratas y abogados que modelaron el país conforme a los intereses del puerto, tenemos un amplio abanico de situaciones a considerar.


Ciertamente configura un hecho de insoslayable relieve, aún computando la diversidad de sus componentes. No se puede prescindir de la definición del hecho revolucionario al ser desplazado el virrey, que representaba el absolutismo, por una Junta de Gobierno patrio, que aún en medio de sus contradicciones representaba la voluntad popular

Manuel Belgrano, que a remolque de estos hechos pregonó por diversificar las actividades económicas, planteó los peligros que entrañaba dedicarse sólo a la ganadería e hizo hincapié en la necesidad de fortalecer la industria, la agricultura y el comercio interno.

Galopaban intenciones que iban por otro camino. Bajo el título "La pandilla del barranco" en "Tiempo" del 13 de marzo de 2014 Carlos Romero se refiere a "los pioneros de la especulación financiera" y señala que "la burguesía comercial contrabandista y evasora de los tiempos de la colonia tiene sus herederos y no han perdido los hábitos". A su vez Abelardo Ramos en Las masas y las lanzas señala: "Edificada sobre las barrancas que caían suavemente sobre el río barroso, la pretendida ciudad era conocida desde los tiempos coloniales en las cortes europeas por el oficio predilecto de su “gente decente”, el contrabando y su comercialización".

Había sectores que consideraban viable una política independiente que tuviera como aliada a Inglaterra  para evitar la invasión portuguesa. Los tiempos por venir agudizarían el choque entre concepciones opuestas y otras que se entrelazaban.

Derrotado el morenismo, con el saavedrismo extinguiéndose por la ausencia de un proyecto propio y sin una jefatura unificada del movimiento popular, esta tierra se vio sumergida en marchas, contramarchas y largas luchas civiles, una de las cuales fue la independentista encarnada por Artigas, que propugnaba la unión duradera entre los pueblos de una y otra orilla reacios a la hegemonía porteña y a quienes impulsaban la sumisión al imperio británico, cuyo ejemplo fue el empréstito contraído por Rivadavia con la banca Baring Brothers, de consecuencias lesivas para el interés nacional, por las condiciones en que se contrajo, por la deuda que dejó y por cómo la misma comprometió el desenvolvimiento de la Nación durante gran parte de su primer siglo de vida.

Así como sería necio subestimar la trascendencia que tuvo el 25 de Mayo como hecho revolucionario que inició la construcción de un país independiente y soberano y el derrumbe del colonialismo en esta parte del mundo, no cabría idealizarlo como producto de un bloque homogéneo, sin fisuras ni contradicción de intereses entre la multiplicidad de actores que confluyeron aquel 25 de Mayo.

Sin embargo, la gesta iniciada en 1810 no alcanzó a resolver hasta hoy las profundas inequidades al interior de las naciones resultantes, donde entre los grupos locales dominantes y las potencias extranjeras pergeñaron diversas formas de asociación que consolidaron un sistema dependiente. La tarea de completar lo no resuelto desde aquel 1810 fue la obsesión y el sacrificio de sucesivas generaciones que, con la experiencia acumulada durante más de dos siglos por los pueblos de nuestra América, pareciera haber encontrado el sendero hacia la solución.

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