domingo, 29 de septiembre de 2013

La niña jamón

Mercedes Alemán--

Situación alejada de la definición de comodidad. Para todos un auténtico momento kodak

La niña jamón
Ante una misma situación encontramos tres roles posibles:

A)    Que tu hijo traiga a su novia por primera vez a comer a casa, cocinarle carne al horno con verduras y que ella te diga “Soy vegetariana”.

B)    Ir por primera vez a comer con la mamá de tu novio, ser vegetariana y que la madre te diga “Te cociné una carne al horno con verduras, riquísima, la carne bien jugosa…” tener que interrumpir el relato para explicar que no comés carne.

C)    Que vaya tu novia por primera vez a comer a la casa de tu madre. Que las dejes solas un instante y cuando vuelvas al comedor te des cuenta que tu madre no registró el momento en que le dijiste “Mamá, Eugenia es vegetariana”.

El primero y uno de los más simpáticos de los desarrollados a lo largo de “La niña jamón”, la obra escrita y dirigida por Laura Eva Avelluto que todos los domingos se presenta en el Multiespacio JXI Palermo (Gascón- 1474).

La sala es una especie de galería cerrada. Da la sensación de estar en una casa que guarda otra casa. Como mamushkas inmobiliarias. Hay dos filas de más o menos quince sillas cada una y enseguida, sin nada que lo divida: el escenario.  Una mesa rodeada de tres sillas, a la derecha un sillón y una lámpara de pie. La mesa está entre dos puertas, las de entrada y salida a la casa más chica de la mamushka, que son fundamentales en la entrada y salida de personajes. Detrás de las puertas un mundo que cada espectador debe imaginar a partir de lo que va sucediendo.

¿Qué es lo que va sucediendo? Eugenio (Demián Salomón) lleva a su novia Eugenia (Sol Ricci) a comer por primera vez a su casa. Le asegura a Dora (Cecile Caillon), madre que poco espera de él, que Eugenia es la mujer indicada. A partir de la llegada de la invitada empieza una serie de situaciones parecidas  a la descripta al principio, donde siempre algún personaje siente estar en offside. Gracias o consecuencia de la cercanía del público a la escena, uno también empieza a sentirse parte aunque no actor directo. En un principio el exceso de incomodidad causa gracia, lentamente algo de temor y al final espanto.

Cada familia es un mundo extraño. Horarios, códigos, canciones, costumbres, lecturas y comidas que, por lo general quienes son parte de la familia ven como normales. Pero vistas a la distancia suelen mostrar su lado más raro. ¿Hasta qué punto pude llegar la rareza? ¿Hasta dónde puede llegar la adaptación voluntaria del invitado?

Las actuaciones son culpables de que uno empiece a sufrir. Las caras que soportan la violencia  que no estalla pero enrarece el ambiente. Ojos que van y vienen, danzas que no distienden, cosquillas que violentan.Siempre parece ser el exceso final, el momento en que todo explota. Pero siempre sigue, sigue y sigue. “La niña Jamón” trabaja la incomodidad hasta el límite. Al punto que es espectador que primero se ríe, en un momento empieza a sufrir. Es en ves distenderse la obra va poniéndose densa. Y por momentos dan ganas de gritarle a los personajes para cortar con la violencia sin golpes que toma el protagonismo.

La incomodidad de Eugenia cuando tiene que explicar su vegetarianismo no es tan grave como cuando quieren solucionar el conflicto pidiendo empanadas de jamón y queso. Entonces se suma la discusión y la explicación en que aclara que el jamón es carne. Entonces Dora sin dar el brazo a torcer dice: “Bueno, pedí unas que no tengan ni carne, ni jamón”.

Teniendo en cuenta que  el domingo es un día que muchos pasamos en familia.Terminarlo mirando “La niña Jamón” es una buena forma de darse cuenta que podríamos estar más locos de lo que estamos.

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