martes, 23 de octubre de 2012

Discépolo, la ley de medios, las casualidades y las brujas que noexisten, pero que las hay… las hay


Mauricio Epsztejn--

Claro que a esta altura del desarrollo cultural de la humanidad no hablamos de las pobres mujeres que el Tribunal de la Inquisición de la Iglesia Católica condenaba a la hoguera, sino a un conjunto de “casualidades” que estallan casi al mismo tiempo y crecen en gravedad institucional a medida que nos acercamos al emblemático 7 de diciembre, el tan meneado 7D.

Sin embargo, lo que ahora está en juego no es el contenido de la ley, que fue aprobada hace tres años en el Parlamento argentino por amplia mayoría, sino la obligación de ser acatada por todos, incluido el grupo Clarín. Nadie le pide a este grupo, como a ningún otro o ciudadano, que le guste, que la sienta cómoda o lo que sea, sólo que la cumpla igual que cualquier, porque así funciona la democracia a la que Clarín se niega a reconocer porque se considera por encima de la democracia y de la ley. Entonces recrudecen las casualidades.
El diccionario define la “casualidad” como “la combinación de circunstancias que no se pueden prevenir ni evitar”. Como se ve, esto no tiene nada que ver con las sospechosas “casualidades” que parecen programadas por un destino invisible que siempre apunta en la misma dirección.

No cabe ser ingenuos. Quienes se sienten molestos con los gobiernos en los últimos años han sido electos por sus pueblos en este sur del mundo, gobiernos sensibles a lo popular y comprometidos con los más humildes, trabajan por derrocarlos. No son tontos ni dogmáticos, no se atan a una sola metodología, la de los golpes cívico-militares clásicos que todos conocemos y que le han costado a los pueblos ríos de sangre y lágrimas.

Al contrario, aunque no renuncian a ellos, son creativos, inventan nuevas formas con tal de conservar sus privilegios, muchos conseguidos a costa de ríos de sangre y lágrimas.

Para no confundirse con lo que por estas latitudes está pasando, es necesario tener en cuenta que en nuestro país el estallido de 2001 no sólo hizo saltar por el aire a un gobierno inútil y corrupto, sino que puso en crisis todo el sistema institucional, incluyendo a los partidos existentes, lo que dejó a los distintos actores sociales y corporativos sin sus anteriores referentes políticos. En este panorama, seguir pensando que antiguos sellos sirven para identificar lo que hoy son izquierdas, derechas y centros, conduce a meterse en un cambalache manejado por expertos en manipulación, donde
cualquiera es un señor / cualquiera es un ladrón”.
Para colmo, en este país parecen haber desaparecido las derechas: todas las anteriores o las recién nacidas se convirtieron en fuerzas de centro. Así asistimos en los últimos años a un revoltijo de confluencias inexplicables para la razón pura, si sólo se atiende los nombres de bautismo de los partidos o grupos, al margen de la política concreta que llevan adelante.

Por ejemplo, ¿es posible que la dirigencia de un partido más que centenario como la Unión Cívica Radical sea hoy la cara visible y la principal herramienta al servicio del grupo Clarín en su intento por frenar la plena aplicación de la Ley de Servicio de Comunicación Audiovisual, conocida como Ley de Medios y aprobada por abrumadora mayoría en el Parlamento? ¿Se olvidan que ese multimedios atacó, esmeriló y desestabilizó al gobierno del Dr. Raúl Alfonsín, el mismo que hoy los usa hasta que no les sirva más y los deseche?

Si no se despiertan, van a quedar:
“…en el mismo lodo / todos manoseados”.
A pesar de eso, parece haber unos cuantos en ese partido que se sienten cómodos allí.

¿Cómo se puede entender que quienes se dicen socialistas, sean del PS, el MST, el PTS, el PO, el PST, el PCR y otras siglas con las que se identifican los que vociferan o se proclaman contra el capitalismo en abstracto, terminen aplaudiendo al peor capitalismo realmente existente, el que entrelaza al capital financiero, la gran burguesía multinacional y la vieja oligarquía diversificada cuyos principales ideólogos son hoy los grupos Clarín y La Nación?
“¡Qué falta de respeto, / qué atropello a la razón!”
Y hay más, en esta época de sorpresas, de ampliación de la democracia, de cosas vetustas que se resisten a dejar la escena y de alumbramientos que pujan por nacer pero necesitan ser sostenidos.

Es lamentable ver a quienes hasta ayer nomás eran para la “gente bien” malos, feos y sucios, convertirse de pronto en estrellas de cuanta pantalla de TV les ofrece Clarín o compartir espacios y coincidir con los candidatos que ese multimedio promueve. ¿Tendrán idea de dónde irán a parar cuando hayan cumplido su rol de adminículos para preservar la salud durante efímeros momentos de placer?

¿Casualidades?

Y si hablamos de casualidades no casuales, veamos los modelos de golpes de estado estrenados en esta América durante lo que va del presente siglo:

Año 2002- En Venezuela, contra Hugo Chávez. Lo ejecutó una parte del ejército, dirigido por la principal entidad patronal que colocó a su líder como presidente de facto, con apoyo de Estados Unidos. Los primeros en reconocer el golpe fueron George Bush y José María Aznar, cabezas de los gobiernos de E.E.U.U  y España. La sedición fue derrotada por la movilización popular y la fidelidad a la democracia del grueso de las Fuerzas Armadas.

No hace falta ser demasiado memorioso para recordar que José María Aznar es aliado político del Ingeniero Mauricio Macri, junto a quien participó en las reuniones de la Fundación Libertad, una entidad que agrupa a típicos neoliberales y colaboradores de la última dictadura. Mariano Rajoy, actual Jefe de gobierno español, con quien Macri se reunió recientemente para estrechar lazos políticos, pertenece al mismo partido de Aznar, el mismo que hoy aplica en la península las políticas del FMI que aquí nos condujeron al desastre de 2001.

2008- Intento de asesinar al Presidente de Bolivia, Evo Morales, con la participación de “carapintadas” argentinos, en el marco del complot secesionista y golpista de los grupos económicos concentrados de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), junto a compañías estadounidenses y su embajada.

2009- Derrocamiento de Manuel Zelaya por una conjura de la derecha parlamentaria, jueces y jefes militares, en combinación con la base militar que en ese país tienen las tropas norteamericanas, base desde donde el presidente derrocado fue sacado del país. Inmediatamente Estados Unidos reconoció a los golpistas, a pesar del repudio del resto de los países sudamericanos.

2010- Intento por derrocar y asesinar al Presidente de Ecuador, Rafael Correa, ejecutado por miembros de la policía, alzados contra el orden constitucional alegando motivos salariales. Un golpe sofocado por el apoyo popular al Presidente Correa, el débil respaldo militar a los sediciosos y la inmediata intervención de UNASUR, cuya secretaría general ejercía Néstor Kirchner.

2012- Alzamiento de la policía boliviana, agitando reclamos salariales, en un intento por derrocar al Presidente Evo Morales.

2012- Destitución del presidente paraguayo Fernando Lugo mediante una fantochada de juicio político, condenado por la UNASUR, pero apoyado por Estados Unidos.

¿Y por casa cómo andamos?

A partir de 2003, aún antes que Néstor Kirchner asumiera la presidencia, los principales medios intentaron fijarle la agenda, prometiéndole garantizar la gobernabilidad siempre y cuando no tocara los intereses de esos medios ni los del sector que representaban. Es bueno recordar un editorial que el 15 de mayo de 2003 escribió en el diario La Nación su director, José Claudio Escribano. Después de lamentar que Menem no haya sido electo, informa que diez días antes visitó al futuro presidente y le transmitió que:

“El Consejo para las Américas estaba reunido en Washington cuando el lunes 28 (de abril) se hacían los últimos cómputos provisionales de las elecciones. Es un cuerpo que congrega a cuantos tienen en los Estados Unidos una opinión de peso que elaborar, tanto en el campo político como empresarial, sobre los temas continentales. Desde Colin Powell a David Rockefeller.” […] “Sin embargo, la situación es tal que vale la pena registrarla: la Argentina ha resuelto darse gobierno por un año.”

Un ultimatum al que Néstor Kirchner respondió en su discurso ante los representantes del pueblo, afirmando que no pensaba dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. Y lo demostró hasta el final.
Buenos amigos
A partir de 2008, con la ofensiva destituyente encabezada por los sectores ruralistas contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, el liderazgo político de la oposición más cerril pasó al grupo Clarín y continúa hasta ahora, marcándole el ritmo y el libreto a gran parte de los opositores al gobierno, que cuando no tienen éxito, el multimedio los reta. Este grupo empresario, favorecido exponencialmente por la dictadura de Videla y compañía, desde hace tres años se niega a cumplir una ley de la democracia. Para eso cuenta con la complicidad de una parte importante del poder judicial que, como varias veces quedó al desnudo, tiene vínculos estrechos con el terrorismo de estado de la última dictadura y hasta ahora logró frenar su plena aplicación. Sin embargo, como ahora esas maniobras tienen fecha de vencimiento, la resistencia del grupo a cumplir la ley se hace más furibunda, desembozada y desesperada.

¿Y las brujas?

Por eso no cabe sorprenderse que cuanto más cerca del 7 de diciembre, el 7D, se está, se  incrementen las campañas y conflictos  que “casualmente” habilitan la pregunta sobre qué tipo de “casualidades” los hacen coincidir.

La “espontánea” manifestación opositora del 13 de setiembre ¿tiene algo que ver con eso? ¿Quién y por qué se agita el fantasma del miedo, cuando la actuación policial sólo sirvió para ordenar el tránsito? ¿Por qué Clarín inventó la mentira, repetida por todos sus canales, de la que se hicieron eco los manifestantes, sobre dichos de la Presidenta que debía temérsele?

Con todo lo que se vociferó e insultó a Cristina Fernández de Kirchner durante esa marcha, sumado a lo que se lee en cualquier kiosco de diarios o se escucha por medios opositores de todo pelaje, ¿dónde están los presuntos límites a la libertad de expresión?

¿Tiene algo que ver el 7D con la organización a una nueva “espontánea” marcha opositora en fecha próxima? Claro que como lo de “espontánea” dejó demasiadas hilachas a la vista, empiezan a aparecer sus organizadores y aconsejan a los caceroleros ir vestidos de determinada forma, uniformar consignas para corear o escribir en las pancartas, que no incluyan las restricciones a la compra de dólares y, sobre todo, no hablar con los medios de prensa por temor a que los manifestantes se sinceren ante las radios o canales de televisión y dejen a la vista las verdaderas motivaciones que los mueven.

Hay otra “casualidad”, la de la “justicia”. Resulta que después de recorrer todas las instancias legales para realizar los concursos que designan a los jueces sin que nadie objete su legitmidad, ahora aparecen Consejeros que ahora no les gustan los candidatos ni los concursos. “Casualmente”, entre esos juzgados a cubrir con jueces naturales, los de la Constitución, está aquel que tramita la causa promovida por el grupo Clarín contra la Ley de medios, y estos señores, tan republicanos y preocupados por las instituciones, en lugar de los jueces surgidos por los mecanismos legales quieren poner a dedo uno que falle a favor del grupo.

Dado que varios hechos desestabilizadores coinciden en el tiempo, surge otra duda ¿Cuánto tuvieron de “casuales” los “errores” en las liquidaciones de sueldos a prefectos y gendarmes que provocaron la protesta de los uniformados? Y una vez que el gobierno los corrigió, destapando la olla podrida de complicidades y corruptelas cruzadas entre mandos, jueces y abogados, ¿quién estimuló continuar con la insubordinación contra los poderes del estado y los mandos legales de esas fuerzas?

¿Se puede creer en los juramentos de los sublevados cuando afirman que su movimiento no tuvo objetivos golpistas o desestabilizadores? Hoy y en la Argentina, con los antecedentes nacionales e internacionales a mano, tanta profesión de fe no golpista, por lo menos permiten dudar. De todos modos, esos juramentos fueron desmentidos en la práctica por las proclamas y llamamientos dirigidos a otras fuerzas para que se les unieran y la reivindicación de sediciosos como Seineldín. Es difícil creer que esos efectivos ignoraran que con sus actitudes vilaban la legalidad, porque los integrantes de las fuerzas de seguridad no son trabajadores iguales al resto de los del Estado. A ellos el Estado le da armas para defender a la sociedad y cuando ingresan a la fuerzas renuncian a deliberar en asambleas sobre sus condiciones laborales. Para canalizar sus inquietudes y reclamos disponen de carriles distintos a los del resto de los empleados públicos y quienes violan esas normas se hacen pasibles de sanciones disciplinarias.

¿Y los marinos de la Armada que salieron a apoyar a los sublevados, también son Caperucita Roja?

¿Y el desvío de la Fragata Libertad hacia un puerto favorable a los fondos buitres, también es casual?

Demasiadas casualidades para ser casuales, porque si lo fueran, si entre estos hechos no hubiera conexión alguna, habría que rendirse ante las evidencias y aceptar que las brujas existen.

Y por si faltara alguien, en apoyo del grupo monopólico llega la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) para opinar sobre la libertar de expresión en la Argentina.

La SIP y sus méritos

Veamos quiénes son. La SIP es una asociación que agrupa a los dueños de los principales medios gráficos del continente. Fue refundada en 1950, en plena guerra fría, por el coronel Jules Duboi, agente de la CIA (la central de espionaje norteamericana). Entre otras operaciones que lo contaron como principal protagonista estuvo la de 1954, cuando siendo directivo de la SIP, fue uno de los principales organizadores de la invasión mercenaria a Guatemala que derrocó al gobierno democrático de Jacobo Arbenz, un mandatario patriota que se atrevió a cuestionar los intereses de la United Fruit Co., una empresa a cuya cabeza estaba el hermano del jefe de Dubois, es decir el de la CIA.

Por méritos como ese y otros semejantes, el edificio de la SIP en Miami, donde tiene su sede central, lleva el nombre de Jules Duboi.

Y esta es la SIP que viene a controlar la libertad de prensa en la Argentina. Su afiliada local es ADEPA (Asociación de entidades periodísticas argentinas), que agrupa a los propietarios de la prensa gráfica local y funciona junto con AEDIA (Asociación de diarios digitales argentinos), donde se nuclean los dueños de los medios digitales del país, cuyo presidente es Sebastián Etchevehere, miembro de la familia dueña del principal paquete accionario del El Diario, de Paraná, uno de cuyos miembros, Luis Miguel Etchevehere, es el actual Presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA)

¿Les suena este entrelazamiento de intereses? Esta es la gente preocupada por la libertad de prensa en la Argentina y a la que la SIP viene a respaldar.

Pero, ¿qué dijo la SIP sobre los asesinatos de periodistas en Honduras después del golpe?: ni una palabra; ¿y sobre las persecuciones a periodistas y la clausura de medios en Paraguay?: tampoco; ¿y sobre la participación de la principal cadena de TV a favor del golpe de estado en Venezuela?: menos; ¿y sobre los manejos de Clarín y La Nación, durante la dictadura, para quedarse con Papel Prensa arrebatándosela a la familia Graiver?: menos porque pareciera que durante esos años la SIP vivió en Marte.

La SIP toleró y apoyó, hablando o con su silencio, todas las violaciones a los derechos humanos y a la libertad de prensa, pero ahora se une a quienes añoran los tiempos dictatoriales en la Argentina y por eso cuestionan la Ley de Medios de la democracia.

Coherencia a la SIP no le falta.

¿Por qué es tan importante hacer cumplir la Ley de Medios?

En primer lugar, justamente es por eso, porque es Ley y en un régimen democrático, le guste o no le guste, todos la tienen que cumplir. Nadie debería tener coronita.

Pero —puede preguntar algún kirchnerista furibundo —si a pesar de tener casi toda la prensa en contra Cristina sacó en 2011 el 54% de los votos, ¿qué sentido tiene la pelea?

Es que la ley no es un engendro oportunista para que este gobierno gane una elección, sino una garantía para la pluralidad de voces, sea quien sea quien gobierne.

Ante la complejidad de este mundo moderno, impedir que haya monopolios capaces de manejar la información va en interés de todos los habitantes. Nunca antes en la historia humana los medios tuvieron tanto poder para formar o deformar a la opinión pública. Hoy están presentes en cada minuto de nuestros días, sea a través de la publicidad o fijando parámetros estéticos y culturales o dando, ocultando o mintiendo información sobre hechos de la vida cotidiana o transmitiendo pautas morales o hablando sobre salud, educación, música, cine, economía, política, las instituciones, la democracia y así de seguido.

Hoy es inconcebible la vida moderna sin medios de comunicación y si, como hasta ahora, queda en poquísimas manos, el ciudadano, el habitante, queda desamparado, a merced de lo que le transmiten los medios, sin posibilidad de formarse una opinión propia a partir de comparar. Por eso, mienten quienes afirman que la Ley de Medios atenta contra la libertad de expresión. Intencionadamente confunden libertad de prensa con libertad de empresa y con libertad para ponerse impunemente al margen de la ley.

Durante la reciente visita a nuestro país del relator especial de las Naciones Unidas para la Libertad de Opinión, Frank La Rue, dijo: “Argentina tiene una ley de avanzada. Es un modelo para todo el continente y para otras regiones del mundo”.

Por eso, lo que aquí se está discutiendo no es la libertad de prensa o de expresión,  sobre las que nadie puede negar están vigentes, sino si la democracia puede aceptar que el poder de las corporaciones esté por encima de la voluntad popular libremente expresada en las urnas.

Y eso no lo puede admitir ningún demócrata, piense como piense respecto al gobierno de turno.

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