Por Mauricio Epsztejn—
Por sus frutos los conoceréis.
¿Acaso se recogen uvas
de los espinos o higos de los abrojos?
De: Evangelio según San Mateo- capítulo 7
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Venezuela quiere paz |
El 27 de febrero se cumplieron 25 años del “Caracazo”, como
se le llamó la rebelión popular, entre la que predominaban los más humildes,
que en 1989 ganó las calles de Venezuela y convergió sobre Caracas al sentirse
traicionados por el gobierno de Carlos Andrés Pérez, que había asumido ese mismo
mes y en lugar de satisfacer sus expectativas aceptó y aplicó desde el primer
día el programa impuesto por el Fondo Monetario Internacional (FMI). La
protesta duró varios días y la represión dejó centenares de víctimas, que
algunas fuentes estiman en 400 muertos y más de 3000 heridos.
Pocos meses después en Argentina, el 8 de julio de 1989, Carlos
Saúl Menem reemplazaba a Raúl Alfonsín en la presidencia, cuyo reemplazo anticipado
fue acelerado por sucesivos golpes de mercado. No bien asumió el gobierno,
Menem designó como su Ministro de Economía a Miguel Ángel Roig, uno de los
principales directivos de la multinacional Bunge y Born, que aplicó el plan
elaborado por el mismo FMI, que luego continuó la Alianza y terminó sumiendo al
país en la debacle de 2001.
En Venezuela, Pérez fue destituido por el Parlamento,
procesado por la justicia y condenado por peculado y malversación de fondos
públicos. Cumplida la pena fracasó en su intento por volver a la política y en
1996 huyó a Miami para eludir un nuevo proceso y allí murió. La traición a los
intereses nacionales de los principales partido venezolanos dio paso a una
nueva fuerza política encabezada por el Comandante Hugo Chávez Frías, quién ganó
la presidencia en febrero de 1999 y desde entonces el chavismo obtuvo 18 triunfos
sobre las 19 compulsas electorales habidas en ese país.
En 2002 el presidente Chávez sufrió un golpe de estado que
lo sacó del gobierno y mantuvo preso por 48 horas, de donde fue rescatado por
la movilización popular y las tropas leales que lo restauraron en la
presidencia.
Desde entonces hasta hoy, primero contra Chávez y ahora
contra Maduro, los Estados Unidos y la derecha venezolana no han hecho más que
conspirar para desplazarlos del poder. De allí que, ante sus reiterados fiascos
electorales, se desesperan e insisten
con ese objetivo a través de maniobras desestabilizadoras para las que
no escatiman esfuerzos, ni dinero. El objetivo es presentar a Venezuela como un
país ingobernable que justifique alguna forma de intervención militar
norteamericana. En esa dirección ya hay muertos, heridos y violencia callejera.
El gobierno de Maduro hizo un llamado a la nación, especialmente a los sectores
más recalcitrantes de la oposición, para sentarse a dialogar, para tranquilizar
los ánimos y retomar el camino de la paz, que desgraciadamente los extremistas
de dercha han rechazado.
¿Qué tiene de especial Venezuela que atrae tanto la atención
estadounidense y su coro de amanuenses continental y mundial?
Tiene petróleo, las segundas mayores reservas mundiales.Es un
atractivo irresistible para el belicismo norteamericano que miente sobre lo realidad
de ese país, igual que lo hizo con Irak y las supuestas armas de destrucción
masiva, luego fue con Libia y continía con los países del medio oriente que no
se le someten.
La Argentina también está en la mira, no tanto por su petróleo,
sino porque, según Washington, es un mal ejemplo. Y acá tiene personeros con
vocación de colonia que se esfuerzan por mostrar quién le es más fiel y tiene capacidad de liderazgo. Uno, el de amplia
sonrisa y pose de predicador, incluso se iba a confesar a la embajada
norteamericana cuando aún era alto funcionario kirchnerista, según lo revelaron
los cables de Wikileaks. Parece ser el que hoy mejor pinta como nueva esperanza
blanca. Por eso, quien aquí escribe coincide con Mateo: los hechos desnudan a
las personas y ponen en claro sus verdaderas intenciones, escondidas tras verbas
plagadas de generalidades. De allí que al pronunciarse a favor de los
desestabilizadores venezolanos, de quienes se niegan respetar la legalidad y
convocan a derrocar al gobierno legítimo, como hizo Sergio Mas S.A., implícitamente
confiesan su proyecto para la Argentina.
“Por sus frutos los conoceréis” previene Mateo un montón de
siglos antes que siquiera se hable de democracia y elecciones.
En cuanto a conspirar, los de aquí se igualan con los de
allá. Y les sobran razones: no olvidan el fracaso del ALCA, frustrado en Mar
del Plata por la acción combinada de Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Lula. Tampoco
perdonan la independencia respecto al FMI, la heterodoxia económica, la
política de derechos humanos, la militancia de Argentina por conformar un
bloque sudamericano y caribeño independiente de E.E.U.U., el rescate del
orgullo nacional, la independencia en cuestiones militares y de seguridad y tantos
otros temas urticantes para la sensibilidad de las multinacionales y sus socios
locales.
Por eso los ataques contra los gobierno populares de
Venezuela y Argentina son tan furibundos, no porque respondan a un mismo modelo
o ejecuten las mismas políticas, cuestión falsa, sino porque sobre todo miran
el interés nacional y sostienen que todos deben respetar la institucionalidad democrática
y la voluntad de las mayorías. Y esos sí son pecados imperdonables, según creen
las concepciones elitistas y los grupos económicos concentrados.
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