lunes, 28 de agosto de 2017

Los debates disparados por las PASO



Mauricio Epsztejn—
Cristina-Bullrich-Massa
Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) realizadas el 13 de agosto de 2017 fueron una instantánea de cómo estaba el mapa político argentino en ese momento y abren una incógnita difícil de desentrañar sobre los resultados electorales del próximo 22 de octubre. Mostraron que el oficialismo de Cambiemos consiguió un buen resultado nacional y que en distritos importantes, como la Provincia de Buenos Aires y Santa Fe, está dispuesto a recurrir a cualquier artimaña para escamotear un resultado adverso.
Por otro lado, se vio que el espacio de Unidad Ciudadana u otras denominaciones que adoptaron en algunos distritos las fuerzas que se reivindican integrantes del mismo campo nacional, popular y democrático, triunfaron en las dos anteriormente señaladas y tuvieron un desempeño aceptable en el resto del país, sin recuperarse todavía de la derrota sufrida en 2015.

De todos modos, a partir de los resultados obtenidos en estas PASO, se fue abriendo en su seno un debate sobre cómo encarar las elecciones generales del próximo 22 de octubre que permita frenar y empezar a revertir el avance de la derecha, corrigiendo lo corregible en el campo propio, para después de ellas analizar sin autocomplacencias ni canibalismo, por qué el PRO y Cambiemos, a pesar de los daños en el tejido social que produjo su política, logró revalidarse en las PASO e incluso ampliar lo logrado en octubre de 2015.
A esta altura es indiscutible que la presencia activa y masiva del pueblo en la calle, con sus reclamos, protestas y propuestas, es el actor principal del proceso que cuestiona las extemporáneas y enmohecidas estructuras y liderazgos y que, de continuar por ese rumbo, seguramente ayudará a crear las más adecuadas a la etapa siguiente.
La profundización de esa discusión es necesaria porque permitirá encarar con menos errores hacia dónde, cómo y con quién debe avanzar el movimiento nacional, popular y democrático para salir de la encerrona en la que todavía está recluido y enfrentar al poder dominante con propuestas alternativas, creíbles, movilizadoras y que entusiasmen, como lo requiere todo proceso social transformador. De lo contrario, es muy probable que el país se siga degradando hasta un escalón en que se haga insostenible y termine estallando con consecuencias impredecibles, incluso hacia un pasado históricamente no tan lejano.
Según la óptica de quien esto escribe, a pesar del peligro, pareciera que el sujeto social portador la esperanza ya habría ingresado a la sala de partos y verá la luz trayendo bajo el brazo no un pan, sino un paquete con el todavía deshilachado conjunto de experiencias que se fueron formando y forjando casi anárquicamente al calor de la reacción cotidiana y concreta que viene enfrentando la política macrista, no con abstractas especulaciones de secta ni con el desconcierto que cierta dirigencia arrastra desde la derrota de 2015, sino plagada de ideas capaces de ser articuladas en una consistente propuesta política. Las notas publicadas en Página 12 a partir del 17 de agosto, abren una respetuosa polémica, que no por eso deja de ser franca y cruda cuando mira la realidad nacional e internacional, visiones que hasta difieren diametralmente entre si. Es un debate saludable para el campo popular si quiere retomar la ruta del progreso, que incluye no sólo reflexionar cómo logró la derecha recuperar buena parte del espacio que habían perdido, sino cuales fueron los errores propios que se lo facilitaron, porque no es haciendo la del avestruz que los problemas desaparecen, sino enfrentándolos.

Acerca de la democracia

Para explicar las razones por las que el campo nacional, popular y democrático o de centro-izquierda, como otros lo llaman, sufrió una derrota en 2015, de la que aún no se recuperó, no alcanza con hurgar en lo puramente anecdótico e instrumental, como los egos de algunos candidatos, las fallidas estrategias comunicacionales, la estética usada en las campañas y otras cuestiones del mismo nivel, sino que hace falta sacudirse la pereza mental que no permitió advertir los cambios de fondo producidos en la arena mundial a partir de la hegemonía lograda por el capitalismo financiero, un complejo que no es una construcción abstracta sino una realidad concreta, que se maneja con un patrón y una concepción global común, que aplica de modo flexible y eficaz en cada país y región, incluidas las diversas construcciones políticas a las que recurre. Hoy, en la Argentina, eso se llama Cambiemos.
Como desde esta columna apenas podemos picotear someramente sobre la cuestión, sólo nos atreveremos a enfrentar unos pocos ítems que extraemos del montón que explican los éxitos de la derecha en el país.
Uno de ellos, es la cerrada defensa que el campo popular hace del “Estado”, enunciado así, en abstracto, como si se tratara de un ente neutro, que el capital financiero dominante quisiera destruir y reemplazar por un, también abstracto, “mercado”. Quien aborde la cuestión sin anteojeras, constatará que la derecha no destruyó el estado, ni eso entra en sus planes, una evidencia que está a la vista, porque usa el Estado a diario. Lo que el campo popular aún le debe a la sociedad es señalar con qué tipo de Estado se debe reemplazar al existente para que le sirva a la democracia y no a las grandes corporaciones empresarias. Dado que ese Estado aún no existe, mientras en los ámbitos académicos se piensa sobre la forma jurídica que debería adoptar, el gobierno que tenía su base en los sectores populares, en su momento debió, y cuando lo recupere deberá, impulsar experiencias colectivas concretas de cómo los ciudadanos de a pie, pueden empezar a ejercer algunas funciones que le corresponden a un aparato de Estado democrático de nuevo tipo, no sólo representativo, sino más participativo, y aportarle a los académicos las conclusiones de la experiencia para que ellos consoliden de derecho lo que la sociedad ya aprendió y ejerció de hecho. Esas construcciones colectivas también serán la mejor herramienta para salvaguardar ese nuevo Estado de los ataques que sufrirá por parte de los reaccionarios externos e internos, porque sus creadores no actuarán como simples observadores del desguace, sino que se verán involucrados porque con su esfuerzo y creatividad lo levantaron. Dejarán de ser simples consumidores de programas televisivos, para transformarse en ciudadanos plenos, conscientes de sus derechos y responsabilidades, que los defienden y pujan por ampliar la democracia.
Por lo hasta aquí dicho, nadie podrá acusar a este escriba de propugnar la destrucción del Estado y de la democracia porque, palabras más, palabras menos, hace rato viene opinado igual desde esta publicación. La insistencia de que la democracia representativa está en crisis y que para salvarla se la debe profundizar hacia una más participativa, es porque si en países como Argentina no se la hace subir de nivel, peligra hasta la propia democracia liberal, porque la palabra misma fue usurpada y bastardeada por la derecha global.

La derecha y la democracia

A confundir las cosas aporta tanto un sector del kirchnerismo que identifica a Macri con la dictadura, como cierto progresismo que agita credenciales de independencia pero, sin juzgar sus intenciones, en la práctica ayuda a lavar la cara de la actual derecha gobernante.
Es el caso del periodista José Natanson que en el artículo “El macrismo no es un golpe de suerte”, publicado en Página12 el reciente 17 de agosto, dice textualmente:
“Cambiemos, ya lo hemos señalado, expresa una nueva derecha: democrática, dispuesta a marcar diferencias económicas con la derecha noventista, y socialmente no inclusiva pero sí compasiva”.
Para que nadie nos acuse de sacar esa frase de contexto, a continuación mostramos lo que el mismo periodista afirmó el 28 de abril de 2015 (ver “Zoom a los globos amarillos”) en el mismo diario:
“La nueva derecha es democrática y posneoliberal. Por una simple cuestión etaria los dirigentes que la lideran no tuvieron participación en las dictaduras de los ’70 y ’80…”.
Cuando más de dos años después el mismo concepto se repite, ya no se trata de un error de tipeo.
En esa línea de pensamiento, si sólo importaran los parámetros etarios, no se podría catalogar a Biondini y sus cófrades como nazis.
En cuanto a lo democrático de esta “nueva” derecha, salvando lo de la edad, sería interesante que Natanson explique en qué categoría inscribe la desaparición de Santiago Maldonado, la prisión de Milagro Sala, la represión estatal de las protestas, las violaciones a la Constitución, el acoso a la Procuradora General de la Nación, el ataque a los jueces que no se subordinan al mandato del gobierno, la colonización de la Corte Suprema, el 2 x 1 a los genocidas, el fraudulento manoseo del resultado electoral, la derogación de leyes por decreto, el cerril revanchismo y odio de clase que destila por todos los poros, y… hay más informaciones para este boletín…
Por eso, a la luz de la experiencia sería bueno que Natanson aportara elementos más concretos para avalar las cucardas de democracia y modernidad con que adorna a la derecha realmente existente que conocemos.

Las clases sociales y sus mutantes dinámicas, estructuras e intereses

De que las clases sociales existen y disputan entre si desde que en la historia humana irrumpió la propiedad privada de los medios de producción, es una constatación que muy pocos cuestionan. Que la característica y composición de las mismas fue variando en dependencia de los cambios en la economía, se inscribe en el mismo curso. Que esto sucede ahora y seguirá ocurriendo durante un futuro más o menos previsible, entra en el terreno de la evidencia, salvo para dos grupos: aquellos que se juegan por una revolución social mundial que suprima de un saque la propiedad privada sobre los medios de producción y los que, como Francis Fukuyama, decretaron “el fin de la historia” y el consiguiente congelamiento de las actuales relaciones sociales.
Como el que martilla esta nota no adhiere a la visión catastrófica, ni tampoco a la congelante y trata de mirar sin prejuicios la realidad que lo rodea, entiende que no se puede hacer política repitiendo fórmulas que pudieron valer en otro tiempo pero que ya no responden a la cambiante actualidad donde, si bien en la estructura de la sociedad persiste la división clasista porque, a grandes rasgos, de un lado están los dueños de los grandes medios de producción y del otro los que están privados de los mismos, sus respectivas estructuras internas se han acomplejado, tanto por las condiciones materiales en que desenvuelven su vida, como por los intereses y visiones del mundo que esas circunstancias acompañan. Además, no es una novedad que en toda sociedad hay una clase o un sector significativo de la misma que es más dinámico y lidera al resto para concretar las transformaciones que en su seno ya han madurado. Lo dicho repite la pura teoría enunciada por gente muy inteligente hace bastante tiempo. Sin embargo, si el abstracto enunciado de tales procesos cabe en menos de media carilla de papel o soporte electrónico, su traslado a la vida real en un tiempo y lugar concretos debe recorrer sendas plagadas de obstáculos físicos e ideológicos, que incluyen una larga serie de pruebas y errores, de los que participan millones de individuos.
Transformar esta masa informe de seres aislados en un colectivo con objetivos claros, una conducción y una estrategia para alcanzarlos, es el rol que le cabe a las fuerzas políticas y a sus líderes. Ojo, decimos fuerzas políticas, que pueden o no ser partidos como los aún subsistentes y en crisis, como la sociedad misma.
¿El campo nacional, popular y democrático ya dispone de esta herramienta? Está claro que todavía no, pero hay suficientes indicios de que podría estar en construcción, tanto a nivel nacional, como internacional, por un encuentro, combinación y síntesis entre el movimiento espontáneo de multitudes que son impulsadas a la resistencia por el agravamiento de sus condiciones de vida materiales, en defensa de las que conservan o para recuperar las perdidas, junto a minorías activas que tienen clara esa necesidad. Como siempre ha sido, cualquier especulación ideológica previa se salda con la práctica cotidiana, de cara a la gente, momento en que se aprueban o descartan las teorías y se forja, adquiere temple y flexibilidad esa herramienta transformadora, algo vedado para los recintos cerrados de secta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar, compartir y opinar