Mauricio Epsztejn—
El tema dominante
Era sabido que durante 2015 la cuestión electoral dominaría y
a ella subordinaría el resto de la vida nacional. A esta altura, las PASO
salteña, santafesina, mendocina y porteña, más la definitiva neuquina, si bien
no permiten prefigurar cual será el mapa político-institucional resultante a
partir de diciembre, da pautas sobre el comportamiento ciudadano mayoritario y la
solidez institucional. Al mismo tiempo se van despejando las incógnitas sobre
quiénes serán los principales protagonistas de la final.
Hasta ahora, el comportamiento de la ciudadanía durante la
etapa previa a los comicios, el propio día de las votaciones y el recuento de
votos fue encomiable, sin incidentes o denuncias con algún viso de consistencia.
El propio entuerto santafesino parece más propio de la torpeza de funcionarios incompetentes
o “estúpidos”, como lo catalogó el candidato del oficialismo local, que de un
intento por manipular los resultados. El aire de normalidad con que la gente
abordó cada una de estas instancias, indica que este es otro de los valores que
le será muy difícil violar a cualquiera que intente una aventura antidemocrática.
Referido a los partido participantes, su desempeño y
perspectivas, hay algunas cuestiones novedosas que confirman observaciones de
algunos analista y que valen la pena señalar.
El rol del PRO
Empezaremos echando una mirada sobre la fuerza que parece
perfilarse como la principal oposición al
actual proyecto gobernante. Da la impresión que por primera vez desde el golpe
de 1930 apunta a surgir una fuerza de derecha, liberal neo-conservadora, con
capacidad y voluntad para disputar electoralmente el gobierno del país. Propuesta
Republicana (PRO), nacida en 2005 como alianza electoral, en 2010 logró la
personería como partido político y a través de una ingeniería política innovadora
se fue proyectando como alternativa nacional. Hace casi ocho año que el PRO
gobierna la Ciudad de Buenos Aires, el segundo distrito electoral, y pareciera
haber superado el horizonte municipal para trascender hacia otros territorios,
como el de la provincia de Santa Fe, donde en esta oportunidad disputa con
chances la gobernación en el marco de un proyecto nacional y ya estuvo a un
tris de conseguirla hace cuatro años. Usando una estrategia inteligente y con
mayor o menor éxito electoral, ya logró tener presencia en buena parte de las
principales provincias. En su desarrollo ha demostrado coherencia ideológica, contar
con una importante militancia juvenil y un plantel de cuadros provenientes de
distintos ámbitos, que se incorporaron a la acción política durante los últimos
años. Además tiene un funcionamiento orgánico como la mayoría de los partidos y
su líder, Mauricio Macri, es la indiscutible cabeza de todas las corrientes
internas y aspira a consagrase presidente en octubre próximo. En cuanto a las
relaciones internacionales, forma parte de la Unión Internacional Demócrata, donde
se agrupa al nuevo conservadorismo que desde hace varios años tiene y ejecuta una
estrategia continental y mundial para enfrentar, desestabilizar e incluso
derrocar a los gobiernos y movimientos nacionales y populares surgido sobre
todo en Sudamérica.
Esta es una novedad que hizo pie en nuestro país no hace
muchos años y como la derecha, hasta la más perversa, está lejos de ser tonta,
a quienes discrepan y se le oponen les conviene no atarse a conceptos válidos para
realidades históricas previas al estallido de 2001, porque ese momento catalizó
lo que en la sociedad había madurado y exigía cambios, que se empezaron a dar y
afectaron al conjunto de las fuerzas políticas, del color que fueran, y cuya
onda expansiva está lejos de haberse agotado. Al respecto, son interesantes y
recomendables, las reflexiones de José Natanson en su reciente artículo de Página/12
(ver: “Zoom de globos amarillos” 28/04/2015).
El Frente para la Victoria
En las antípodas ideológicas, pero también hijo de la crisis
de 2001, está el Frente Para la Victoria (FPV), que llegó al gobierno en 2003
con Néstor Kirchner a la cabeza, al que sucedió Cristina Fernández de Kirchner,
cuyo mandato sin posibilidad de reelección vence el próximo diciembre. Durante
sus escasos años de vida, esta coalición de partidos, desprendimientos de otros,
movimientos sociales y grupos de variada trayectoria, enfrentó desde el primer
día la resistencia enconada de los sectores más concentrados del privilegio,
lucha de la que hasta ahora salió airoso. El FPV también fue una creación
original. Sin embargo, a diferencia del PRO no fue el producto de las
aspiraciones políticas de un grupo de millonarios conservadores, sino que se
generó como corriente en el seno del peronismo y adoptó el de FPV como
necesidad para diferenciarse electoralmente del menemismo al que en 2003
enfrentó en las urnas. En el camino y mientras ejercía el gobierno sobre un
país devastado y en una situación de extrema fragilidad, a ese sector del
peronismo y sus aliados paulatinamente se los empezó a conocer como
“kirchnerismo” que resultó un imán que atrajo a cada vez más sectores que al
principio lo habían mirado con desconfianza, pero lo terminaron respaldando sorprendidos
por las medidas que empezó a aplicar desde el gobierno. En la actualidad el “kirchnerismo”
está a la cabeza del Partido Justicialista (PJ) realmente existente y su sello de
pertenencia lo respalda con su valor simbólico más todo lo que representan sus
más y sus menos. Sin embargo, el kirchnerismo es mucho más que el PJ porque en
él confluyeron otros afluentes que por un lado le aportaron amplitud, pero por
otro acomplejan el debate y síntesis de visiones ideológicas e historias que
muchas veces habían chocado e incluso estado en campos opuestos. Hasta ahora tales
tensiones propias del crecimiento las lograron ir sintetizando y saldando, primero
por la capacidad y estatura intelectual y políticas de Néstor y luego Cristina,
su continuadora y profundizadora. Además de esas cuestiones al interior de su
campo, el kirchnerismo inicial se fue desprendiendo de un lastre original
propio de las alianzas de una etapa. Paradójicamente tuvo a su favor que la
debacle de 2001 dejó dispersa a una derecha cuyo lenguaje público, modos de
actuar y principales figuras olían a naftalina y encaje antiguo. Ese paisaje
original, poco a poco se fue ordenando y simplificando, ubicando a cada actor
en el lugar que por pertenencia le corresponde. Todo indica que ese proceso
continuará más allá de octubre.
Desafíos para la oposición
A esta altura del partido, los sectores más recalcitrantes
de la oposición parecen haber llegado a la conclusión de que, como todas sus
jugadas antikirchneristas, partiendo desde las originales amenazas de Claudio
Escribano, pasando por la organización del caos económico, las corridas
cambiarias, las operaciones mediáticas y judiciales por la muerte del fiscal
Nisman, las agresiones de Thomas Griesa, los buitres y sus émulos locales,
hasta la extraña coincidencia entre los sindicalistas Moyano, Barrionuevo y Micheli
con el grupo Clarín y Héctor Méndez de la UIA, no pudieron derrocar al
gobierno, sino que hasta favorecieron la imagen de Cristina después de tantos
años de gobierno. Entonces, sin renunciar a repetir ninguna de sus remanidas
maniobras, parecen decididos a jugar todas sus cartas a unificar sus fuerza
detrás de Mauricio Macri, el candidato que hasta ahora mejor mide para actuar
como eje de un bloque capaz de enfrentar y derrotar electoralmente al
kirchnerismo.
El nuevo escenario que se va configurando con el
reordenamiento de las fuerzas opositoras, el no tan soterrado debate interno en
el oficialismo de lo que cada candidato proyecta después que Cristina deje
obligatoriamente la presidencia, las elecciones que se avecinan y que culminarán
en octubre, enfrentan al kirchnerismo ante nuevos desafíos.
Después de Cristina, ¿qué y quién representará su espacio?
Tras doce años de gobierno el kirchnerismo ha demostrado que
no es fácil de amedrentar y ante cada embate, redobló la apuesta y de cada
trance logró salir bastante bien parado. Sin embargo, así como a nivel mundial
se han derrumbado las teorías que hablaban del ineluctable desarrollo histórico
unidireccional, cualquier político sabe hoy lo peligroso que es dejar el futuro
de un país a merced del destino.
Uno de los dilemas que el oficialismo aún no ha resuelto es
el del candidato que va reemplazar a Néstor y Cristina, cuyos liderazgos y
carisma fueron y son tan fuertes e imposibles de transmitir por decreto, sin
que se lo vea como un chirolita.
Otra es la proliferación de aspirantes sin haber debatido de
cara a la sociedad cuáles son sus propuestas antes de ir a internas, la razón
de sus diferencias y si estas son tan abismales que impiden llegar a acuerdos
que, para iniciados o no tanto, simplifiquen las opciones. Además, no siempre
el refranero calza en política, ni lo que abunda no daña. Por ejemplo,
independiente de otras cuestiones, es difícil entender a siete candidatos del
FPV en la Ciudad de Buenos Aires, donde todos decían ser amigos y tener “el
proyecto” de candidato, pero iban separados y cada uno juntaba el montoncito
para su rincón y no para el mismo pozo común. A criterio de este cronista,
entrar al cuarto oscuro y ver siete boletas que se proclaman del mismo palo,
más que idea de unidad da imagen de dispersión.
Para cerrar este somero punteo de quien escribe esta
columna, la consigna de “Podemos vivir mejor” le resulta demasiado vegetariana
u hubiera preferido una más cercana al choripán, porque está seguro que quienes
son adeptos a ese manjar son mayoría tanto en Lugano, como en Caballito y
Recoleta.
Sin que los ítems señalados más arriba, sean los más
importantes para el desarrollo y crecimiento futuros del FPV, vale la pena
recordar que una campaña electoral requiere tener una propuesta clara, diferente
y confrontativa con las del resto y los principales candidatos con buena
llegada a la gente.
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