domingo, 31 de agosto de 2014

Música a secas y sin prejuicios

Mauricio Epsztejn entrevista a Mariano Pablo Ferreyra

Mariano Ferreyra grabando
A Mariano, (38 años, docente de tecnología y plástica en escuelas primarias y uno de los promotores del Centro Cultural Roberto Arlt), lo conocí en Centro Cultural, donde les garantiza luz, sonido y decorado a los talleristas que montan sus espectáculos. Sin embargo, allí no termina ni es su principal lugar vinculado a la actividad artística. Además es músico, un músico que promovió y participa de cuatro grupos, tres lo los cuales, curiosamente, son cuartetos: el “Cuarteto impar”, que ejecuta ritmos brasileños, folklore argentino, temas propios y música latinoamericana; en el segundo, la voz principal pertenece a Débora Infante, que hace un folklore muy lindo; el tercero —“Cuatro payasos muertos”— ya editó un CD con su nombre y el cuarto —“Los habitués”—, más numeroso, con ritmo de murga porteña grabó un CD titulado “Las patas en las fuentes”.
El un galpón donde nos entrevistamos, alguna vez pudo oficiar de depósito o pequeño taller de manufacturas. Sin embargo, reformado a puro pulmón y dividido con aislamiento acústico, ahora juega de sala de ensayos, de grabación o de reunión, según las necesidades e incluso algunas se pueden desarrollar al mismo tiempo. Para quién lo dude, hay una tira fotográfica que documenta el progreso de la obra.


—Como todo tiene una historia, un origen, y seguramente tu relación con la música no escapa a la norma, contame dónde te cruzaste con ella.

—El comienzo fue bastante banal y adolescente. A mi me gustaba la guitarra y en séptimo grado de la primaria me prestaron una para ir a lo de un profesor. La cosa duró tres meses. Yo quería tocar como Silvio Rodríguez, pero yo iba muy lento para llegar al nivel de Silvio Rodríguez y lo dejé. Después, ya en el secundario, seguí practicando hasta que a los 15 años, con otros compañeros de la escuela armamos un grupo de rock donde como ya había dos guitarras, a mi me ofrecieron que toque el bajo! Al poco tiempo nos animamos a tocar en un pub, uno de esos antros chiquitos a los que solíamos ir, donde no estaba claro si los parientes que nos acompañaban iban a escucharnos o cuidarnos. Era un sucucho que, antes de lo sucedido en Cromañón, como muchos de esos espacios under, no respetaba ninguna norma de seguridad. Mi crecimiento en edad y artístico, también se reflejó en un cambio de relaciones y proyectos. Pero, para hacértela corta, te cuento que toqué con Carlos Andino, uno de los representantes de la movida rioplatense, con Germán Vilella ex baterista de Los Rodríguez, Gabriel Carámbula entre otros. Pero recién en el 2004, con mi hermano y unos amigos del barrio decidimos formar un grupo donde pudiéramos volcar nuestras inquietudes y, sin atarnos a ningún prejuicio, tomar la propuesta que surgiera o se nos ocurriera, trabajarla y decir “vamos para delante y después vemos qué pasa”.

—Posiblemente por prejuicio, por ignorancia o por ambas, me llama la atención la diversidad de géneros musicales que cultivás, a diferencia de lo que sucede con otros que privilegian estilos más acotados.

Cuatro payasos muertos
—Mirá, en el proyecto de “Cuatro payasos muertos” pasa algo curioso y distinto. Como estamos disfrazados de payasos y eso nos da cierta impunidad de imagen, sucede que al tocar el primer tema ese prejuicio se rompe. Nosotros nos nutrimos de diferentes estilos y músicas sin atarnos a ninguno, porque nos gusta la música como tal, la que nos hace vibrar, la que nos hace emocionar, sea rock, sea tango, folklore, música inglesa, yanqui, española, mejicana, brasilera, uruguaya, chilena, cualquiera. Conservo discos de los Quilapayún, Inti Illimani y otros, que eran de mi viejo; o de mi vieja, su disco de cabecera, era “La fusa”, con María Creuza, Toquinio y Vinicius, cuando tocaron en Mar del Plata. Entonces, como conclusión, uno es lo que vino atesorando y lo que más tarde fue investigando, curioseando. Cuando armamos “Cuatro payasos muertos” incorporamos todo eso y lo teñimos de rock porque le dimos un formato eléctrico, con batería, bajo y guitarra, pero en el espectáculo también puede aparecer un huaino, un chamamé, rock pesado metalero, en fin, está todo allí, se va armando algo donde cada uno tira para un lado, pero termina en una propuesta musical que la va tiñendo de ese color. Es un espacio muy divertido, muy creativo para nosotros.

—¿Cómo resolvés las actuaciones cuando coinciden las de tus distintos grupos el mismo día?

Cuarteto impar
—Cuando tenés participación en varios grupos empezás a depender de la agenda. Entonces la prioridad la tiene el que cantó primero y aunque varias veces me tocó actuar en dos o tres de los proyectos el mismo día, hacés malabares para no cagar a nadie. Sin embargo, salvo en “Cuarteto impar” y “Cuatro payasos muertos”, si no estoy yo la cosa se puede resolver de otra manera, que no será la ideal, pero se soluciona sin bajista.

—Es decir, los grupos no son el mismo que cambia de disfraz y maquillaje, sino cuatro distintos, en los que participa un montón gente donde cada integrante tiene sus propios ritmos de actividad y vida.

Con Débora Infante
—Efectivamente, pero como son espacios musicales complementarios, eso me hacen feliz. Débora no va a hacer rock, ni saltar, ni gritar, nada de eso; los “Cuatro payasos muertos” pueden tocar algo de folklore, pero sobre todo van a estar teñidos de rock. Y así, cada grupo me da algo diferente al resto… y está bien que así sea. Para mí, cambiarme de un grupo al otro es como reemplazar un chip por otro. Aunque no leo con facilidad las partituras, el pentagrama, esa dificultad hace que tenga una memoria auditiva, física y táctil que me permite tocar cosas que no ejecuto hace diez años y cuando las encaro me salen bien.

—Sin embargo, como enfrente tenés un público que viene con determinadas expectativas y dispuesto a interactuar con vos, porque el espectáculo incluye eso, ¿cómo reacciona cuando te cambiás el chip?

—Mirá, con el “Cuarteto impar” no pasa tanto, pero con “Los habitués” y los “Cuatro payasos muertos”, que venimos de una generación similar, tenemos como un hilo conductor, una base tímbrica o sonora o estética que después te da un marco para casi cualquier cosa,

Los Habitués
musicalmente hablando. “Los habitués” tienen una base de bombos y platillos, pero para hacer murga le suman guitarras, bajo, flauta traversa, acordeón, redoblante y catorce tipos cantando. Entonces los temas van desde los de Alejandro del Prado y Spinetta, hasta los de viejas murgas clásicas de acá, a los que sumamos composiciones propias, tangos, música rioplatense y rock, todo dentro de un marco estilístico y musical que te permite incluir el conjunto de esas variantes. Ese marco lo da el hecho que los temas se hacen al ritmo de murga, donde la base es el bombo y los platillos. Es murga porteña, diferente a la uruguaya. Con los “Cuatro payasos muertos” pasa algo similar, sólo que tiene como marco los instrumentos: sólo dos guitaras, un bajo y una batería.

Al hablar de estilo musical, a veces eso permite darle cierta contención y contexto, pero en otros casos es inútil porque empobrece sus colores. A la música hay que escucharla y ver qué efecto te causa; después le ponés el nombre que se te antoje.

—¿Vos componés?

—Siendo del bajo, para mí es más difícil porque armónicamente tenés una visión parcial. Así y todo, me gusta, aunque me cuesta sentarme o encontrar el momento para hacerlo. Recién después que se armó “Cuatro payasos muertos” pude abrir ese espacio mío de componer a partir de ideas que allí se fueron volcando. Además, hasta ese momento yo cantaba muy poco y casi no componía o lo tenía muy guardado, sin mostrar. Por otro lado, la contra del bajista es que siente su aporte a la creación casi desde un costado.

—Durante tu carrera, ¿por qué escenarios pasaste?

—Pasé y pasamos por los más variados, desde los más chiquitos y oscuros, hasta el Luna Park haciendo el soporte de grandes bandas; desde el camión de La Rock and Pop con Pergolini, hasta festivales a beneficio de los inundados; desde la Quebrada de Humahuaca, hasta la antigua cárcel de Ushuaia; desde el conurbano bonaerense, hasta las estribaciones de la cordillera mendocina. A partir del 2004 lo seguí haciendo pero con proyectos propios, independientes y autogestionados, donde rige una democracia horizontal que conlleva discusiones en apariencia eternas, pero cuyo resultado da una fuerza  importante.

—¿Se puede vivir de la música?

—Sí, cuesta, es difícil, pero se puede.

—¿Cuál es tu opinión acerca de si un artista debe tener compromiso político?

—Yo creo que sí, que un artista debe tener una postura política, ideológica, aunque no pertenezca a un partido. Nosotros, tanto en el “Cuarteto impar”, como en “Cuatro payasos muertos” o “Los habitués”, de manera más o menos explícita asumimos una postura y nos plantamos desde un lugar. A mi me llega más el artista que asume un compromiso, no tanto el de la canción panfletaria, la del slogan partidista, que a lo mejor en otro momento cumplió un rol, pero en estos tiempo ya no. A mi no me llegan las letras partidistas, no me refiero a las que tienen contenido político, sino a las partidistas. Así como te dije antes, me gustan las canciones de los Quilapayún que escuchaba mi viejo antes que lo secuestraran y desaparecieran, pero si hoy alguien compone como ellos cuando hablaban de los mineros, me parece una mentira, porque es como si estuvieran mirando a los mineros por Internet y no que este ahí con la problemática de los mineros. Hoy la relación es distinta y el obrero también es distinto al de aquella época.

— ¿En qué se diferencian los “Cuatro payasos muertos” de los “Los habitués”?

—De los primeros algo ya te dije. En cuanto a “Los habitués”, su look es el de los oficinistas de los años ´70, es decir, se visten con la ropa característica de aquella época, que a la salida del trabajo se juntaban en un bar a canturrear, mamarse, discutir de política, de fútbol y de mujeres. Eran años en que había una euforia y un vibrar importantes, quizás como ahora. El repertorio está compuesto de tangos muy viejos y temas más actuales que posicionan al grupo políticamente, pues la mayoría se define como anarco-peronista o peronistas anarcos. De hecho el título del disco es “Las patas en las fuentes”, que juega un poco con la estética peronista sin calzarse la bandera encima, porque no todos son peronistas ni kircheneristas, aunque por ese lado el conjunto asume cierta impronta que trasciende más de lo que realmente el grupo le pone al asunto.

—¿Cuáles serán las próximas actuaciones de los cuatro?

—El 20 de septiembre vamos a estar con Los Habitués en la Casa Cultural José Martí en Senillosa 2092, casi Cobo, en ciudad de Buenos Aires. Los Cuatro Payasos Muertos vamos a estar el 19 de septiembre en Chivilicoy y el 27 de septiembre en Mercedes, con el resto estamos programando para más adelante.

Después de superar una hora de charla, buena parte grabada, unoytres le presenta a sus lectores una somera mirada sobre un espacio de cultura joven y de calidad, uno de los tantos que crecen a lo largo y ancho de nuestra geografía. Y se los recomienda, porque conocerlo más y mejor, vale la pena.




Los Cuatro Payasos Muertos


Cuarteto Impar


Débora Infante

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