Osvaldo Riganti—
Publicado en Bicentenario-Cátedra Salomone- FADU (UBA) |
Ante un estado de cosas signado por el escamoteo a la voluntad popular, la corrupción, el marginamiento de vastos sectores de la población y la hegemonía de los grandes intereses, Bartolomé Mitre y Leandro Alem confluyeron en la Unión Cívica, una alianza que reclamaba honradez administrativa y sufragio libre.
El 13 de abril de 1890 tuvo lugar el histórico acto del Frontón en la calle Córdoba entre Libertad y Cerrito. Diez mil personas en el estadio y otras tantas en la calle repudiaron al régimen que Alem definía como "amalgama de bancos y fusil".
Alem tenía en mente una sublevación popular. Contando con el apoyo de los mitristas y oficiales y jefes del Ejército la llevó a cabo. El 26 de julio de 1890 estalló la Revolución del Parque, también conocida por Revolución del ´90, que tenía por propósito instalar un gobierno provisional conducido por Alem hasta llegar a una institucionalidad transparente. La revuelta fracasó, dejando un tendal de muertos. Pero el poder de Juárez Celman quedó muy erosionado.
El 29 de julio se rindieron los rebeldes. Al día siguiente el senador Pizarro señaló "La revolución está vencida pero el gobierno ha muerto". Concluyó su exposición pidiendo la renuncia del Poder Ejecutivo en pleno ("presidente, vice, ministros y presidente mismo del Senado").
Roca y Pellegrini instrumentaron una revolución palaciega y el 4 de agosto el presidente de la República presentó su renuncia. El hecho revolucionario marcó un punto de inflexión en nuestra historia, aunque en principio el régimen conservó su aparente lozanía. Pero la demanda popular para terminar con ese estado de cosas fue en aumento.
Bolsistas, comerciantes, propietarios y los políticos más destacados del sistema cargaron sobre el presidente, que se fue diciendo: "He sido vencido por la política de vacío de mi propio partido".
La revista inglesa "Banker´s Magazine" escribiría: "Si los argentinos han pecado no han sido ellos los únicos pecadores. Los financistas europeos han sido el genio del mal durante todo el drama". A su vez el londinense "The Times" señalaba: "El partido juarista en el poder es un ejemplo de flagrante deshonestidad, pero puede alegar con algo de razón que la perniciosa oferta de dinero europeo fue una de las causas principales de la corrupción que caracterizó su período. Por lo tanto, debe atribuirse a la influencia europea gran parte de la responsabilidad por la actual situación argentina".
Era el turno del hasta ahí vicepresidente Carlos Pellegrini, que asumió en medio de una expectativa esperanzada el 7 de agosto de 1890. Tenía una fuerte ligazón con Roca y los banqueros.
Puso como condición para asumir la presidencia que un grupo de banqueros, estancieros y comerciantes suscribieran un empréstito de 15 millones de pesos para hacer frente a los vencimientos externos, inversión que nunca les fue restituida. "La Constitución acaba de hacerme presidente, pero la ruina que amenaza al país me prohibiría aceptar el puesto, si no fuera capaz de evitarla, en cuyo caso el patriotismo me aconsejaría dejar a otro (...) Necesitamos de 8 a 10 millones de pesos para pagar en Londres el 15 del corriente mes, de aquí a nueve días el servicio de la deuda externa y la garantía de los ferrocarriles. En el Banco Nacional no tenemos nada. Si no pagamos, seremos inscriptos en el libro negro de las naciones insolventes" manifestó. Nos introducíamos en el camino de cumplimiento a rajatablas con los centros financieros del poder mundial.
Su gestión acentuó el vínculo con Inglaterra. Tuvo claroscuros. Reflejó también las ansias de sectores medios que deseaban una industrialización. Así se creó el Banco de la Nación, con la misión de proteger a la pequeña industria. Pellegrini sostenía que había dos países: "Uno se preocupa del oro en la Bolsa, el otro se preocupa más del valor de los frutos del país".
El "Régimen" seguiría imperando. Se identificaba así al oficialismo siempre victorioso en elecciones que no reflejaban la voluntad popular. Lo corporizaba el P.A.N., el Partido Autonomista Nacional, poderoso agrupamiento que sostenía al gobierno.
Antes de integrar el Poder Ejecutivo, Pellegrini fue legislador. En 1874 participó en la defensa del gobierno de Avellaneda frente al levantamiento mitrista. Viajero constante, en Europa trabó relación con sectores hegemónicos de los grandes imperios. Acá fue el primer presidente del Jockey Club. En 1889, cuando la crisis comenzó a poner en riesgo al país, viajó a Europa para reforzar la negociación financiera. Representó al país en las fiestas del primer centenario de la Revolución Francesa. Al momento de asumir la presidencia no se lo tenía como demasiado comprometido con la impopular gestión juarista.
Bajo presión de la opinión pública impuso un impuesto del 2% a los depósitos en bancos extranjeros, lo cual causó a un gran malestar con Inglaterra. Entonces tomó varias medidas para descomprimir la situación. Despidió 1.500 empleados de Correos, redujo a la mitad el presupuesto de la Cancillería, vendió tierras y ferrocarriles garantidos, se rebajaron los sueldos estatales y las jubilaciones y pensiones.
El país vivía un clima de angustia, con comercios cerrados y gente humilde deambulando por las calles en busca de trabajo.
Pellegrini fue víctima de un atentado anarquista y sufrió momentos críticos en los finales de su mandato, amagando con dimitir en agosto de 1892, pero finalmente, ante el reclamo de sus allegados, retiró la renuncia. Y dos meses después le entregó el gobierno a su sucesor Luis Sáenz Peña, que le ofreció ser su Ministro de Guerra, cargo que no aceptó.
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