viernes, 31 de enero de 2014

¡BASTA PARA MÍ! ¡BASTA PARA TODAS!

INTERVENCIÓN EN TAPIALES CONTRA LA VIOLENCIA HACIA LA MUJER

Por Cristian Emiliano Valenzuela Isaac—
Sábado 21 de diciembre de 2013, 19 hs. Tapiales, Partido de La Matanza, Buenos Aires. Un grupo de artistas realiza una intervención en contra de la violencia hacia la mujer, desplazándose con máscaras y carteles desde la estación de trenes hasta la plaza de Tapiales. Los vecinos que concurren habitualmente a la plaza son interpelados sorpresivamente por el despliegue de una performance teatral que muestra un hombre que violenta psicológica, verbal y físicamente a una mujer. “¡Basta para mí! ¡Basta para todas!” es el título de la intervención, y a su vez es el grito final que convoca a los vecinos y a las vecinas del barrio matancero a no ser indiferentes frente a formas de violencia que se viven día a día.

Cinco actores se dispersan vestidos de negro y violeta por la estación de trenes de Tapiales: tres mujeres enmascaradas, que representan los Miedos, y un Hombre y una Mujer a cara descubierta. Están en silencio e inmóviles, y el tren con destino a González Catán llega como siempre a las 18:54 hs. del sábado. Pero la cotidianeidad se rompe, los pasajeros murmullan, el personal de seguridad se inquieta. Un orden que se está rompiendo justifica quizás que la policía reaccione y acuda a la escena del arte: “¿Tienen autorización para hacer esto?”, “No se pueden sacar fotos acá, pibe”, “¿Las de la máscara están con vos?”. Los artistas, inmutables, prosiguen. Justo en ese momento (¡qué ironía!), decenas de celulares salen por las ventanillas del tren para fotografiar a esas mujeres enmascaradas. El tren arranca. Hombre y Mujer abandonan en silencio la estación a paso moderado, una al lado del otro. Los Miedos enmascarados se posicionan atrás y comienza la procesión hacia la plaza de Tapiales.
Lentamente, Hombre y Mujer empiezan a desenlazar una cinta roja, cual vínculo que sostendrán durante todo el trayecto dramático. Los Miedos sostienen carteles con imágenes de mujeres sufrientes, y palabras tales como “opresión”, “maltrato”, “asfixia”, “bronca”, “dolor”. Comienzan así a caminar por las cinco cuadras del Boulevard que une la plaza al tren, y mientras se desplazan arrastran unas latas que impactan contra baldosas y adoquines. Hombre, Mujer y Miedos son el centro de la escena, les pesa una frialdad llena de dolor. Vecinos y vecinas dejan pasar a la caravana de artistas, leen los carteles, reciben el ruido que se está sembrando en la vía pública. Llegan a destino: la plaza.
Hombre, Mujer y Miedos recorren despacio la plaza por el camino interno. Sus pasos están cargados de una fuerza que los hace macizos. Niños, jóvenes y adultos se percatan de que algo está sucediendo allí. Las charlas se interrumpen, la atención vira hacia los actores y a algunos se les escucha pronunciar con curiosidad las palabras de los carteles. La plaza se desconcierta. Los caminantes abren paso a los actores. Otros se interesan en seguir a la caravana, especialmente los niños. El andar es pesado, y la ligereza de una tarde al aire libre se ve enrarecida por un evento aún extraño. Finalmente, Hombre, Mujer y Miedos llegan al centro de la plaza.
Primera estación: violencia psicológica. Sin latas, sin carteles. Sólo esa cinta roja que enreda el vínculo entre Hombre y Mujer. Hombre y Mujer frente a frente. Hombre y mujer, una al lado del otro. Mujer mira a Hombre. Hombre le es indiferente: ausencia, vacío, soledad, silencio, tiempo muerto. Luego, Hombre comienza lentamente a girar en torno a Mujer, hasta que la cinta apresa su cuerpo completamente.
¡Acción! “¡Se volvió loca!”, se escucha gritar a un niño. Mujer se esfuerza para liberarse. ¡Por la derecha! El lazo la retiene. ¡Por la izquierda! Hombre no la deja escapar. ¡Por detrás! Hombre suelta el lazo. Mujer libera su cuerpo apresado, y escapa.
Segunda estación: violencia verbal. Esa cinta roja vuelve a unirlos. Hombre propone, Mujer acepta. Hombre y Mujer frente a frente. Hombre masculla un insulto en silencio. El insulto crece y se repite hasta deformar su rostro como una fiera. La boca de Hombre escupe golpes. Mujer tapa sus oídos. ¡Basta! Y Hombre vuelve a girar en torno a Mujer. Y Mujer apresada por segunda vez. ¡Derecha, izquierda! No es suficiente. ¡Por detrás!  Mujer vuelve a escapar.
Tercera estación: violencia física. La cinta roja entre Hombre y Mujer. Se miran. Hombre enreda a Mujer. Tiene en su mano una tapa de metal y la rama de un árbol. Hombre golpea, y el estruendo parece pegarle al cuerpo de Mujer. Hombre golpea nuevamente, y un ruido seco bofetea a Mujer. Hombre vuelve a golpear el metal, y la rama se quiebra. Mujer se encuentra derrotada. Hombre se detiene.
No hay reflector que enfoque directamente un escenario trazado con anterioridad, sino que está la acción en crudo de dos cuerpos mudos, Hombre y Mujer, que se atan y desatan. Las luces del patrullero que acude, quizás, alerten sobre el suceso. O los cuerpos heterogéneos del público que, mientras tanto, han aumentado en densidad de tal modo que amurallan completamente el espacio.
Los Miedos enmascarados también están allí expectantes y perciben la escena juntos desde la tarima de la plaza. La obra ha llegado a su punto álgido. Los Miedos se quitan las máscaras. Son tres rostros de mujer. Mujer alza la vista y las ve: “¡basta! ¡Basta! ¡BASTA!”. Mujer se deshace de la cinta colorada, y corre hacia esas tres mujeres de rostro desnudo. “¡Basta para mí!”, grita. “¡Basta para todas!”, responde una. “¡Basta para mí!”, vuelve a gritar. “¡Basta para todas!”, responde otra. “¡Basta para mí!”, recalca segura. “¡Basta para todas!”, responde la tercera.
No hay más caretas. “¡Basta para mí!”, “¡Basta para todas!”, responde Hombre desde su lugar fuera de escena. Y la resonancia continúa: “¡Sí a la ternura!”, “¡Sí!”; “¡Sí a la paz!”, “¡Sí!”; “¡Sí al respeto!”, “¡Sí!”; “¡Sí al amor!”, “¡Sí!”. Silencio.
¿Apagón? No, una luz de advertencia se ha encendido en Tapiales: “lo performativo, lo imprevisto, lo extraordinariamente efímero, los rituales irrepetibles”, por decirlo en palabras de la teatróloga Ileana Diéguez Caballero. No es simplemente una obra de teatro; es una obra política. Un teatro que se desnuda de la sala y del público y se vuelve calle, plaza, estación. Cae el telón imaginario, si no es que más bien se lo ha perforado para dejar entrar un poco de aire de libertad en las calles del barrio.
Elenco de “¡Basta para mí! ¡Basta para todas!”
Tapiales, 21 de diciembre de 2013

HOMBRE VIOLETA

Miedo,
máscara indiferente
aterradora.

Miedo,
miradas sedientas
desde un tren a Catán.

No me hables. No me mires. No me toques.
Sé que estoy.
Mirame,
pero no me mires a mí.
Miedo vigilante.
Miedo policía.
Miedo gendarme.
Miedo la gorra.
Miedo la máscara.
Detenete.
Catán. Catán. Catán.

Procesión. Te molesto,
y me duele el paso lento.
Procesión. Por ahí,
tu vereda de meo.
Procesión. Te hago ruido.
La paz te saboteo.

Odio. Enojo. Dolor. Asfixia.
Cacerola Saqueo no es.
Corte de luz no es.
Violencia no
Es.

Violencia si me quitás la máscara.
Violencia si no te ves.

Plaza lenta.
Paso lento.
La plaza no pasa.
No pasa nada.
La caravana pasa.
Todavía pasa.
¿Qué pasa?

No me mires.
Mirame.
Te doy muerte.
¿La ves?
¡Locura! ¡Macumba! ¡Brujería!
Sentime,
y basta.

Más. Más. Más.
Cinta roja tiesa.
Cinta roja suelta.
Cinta roja muda.
Cinta roja atada.
Cinta roja tortura.
Roja. Roja. Roja.

Verbo. Golpe. Grito.
Mi boca. Tu boca. Tu grito.
Mi mano. Tu mano. Tu grito.
Mi golpe. Mi grito. Tu grito.

Basta
Para mí
Para todas
Para todas
Para todas
Grito
Silencio

Para todas.

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