José Luis Saposnik
Abuelo
Con su abuelo |
esta mirada tuya de cielo tan celeste
va marcando mi rumbo me abraza me contiene
me lleva de la mano por caminos de ensueño
se repite en mis ojos en mis ojos de nieto
y tu sonrisa abuelo que se insinúa apenas
es la que hoy asoma por mis labios serena
mi bracito rodea cariñoso tu cuello
y descansa mi mano sobre tu hombro derecho
así mirando juntos el mismo punto abuelo
buscando el horizonte hacia los mismos sueños
mi cabeza se apoya en la tuya tan blanca
sobre tus muchos años desde mis años nuevos
cómo te extraño digo después de tanto tiempo
al ver que se recrean en mis gestos tus gestos
porque siento que habita tu corazón mi pecho
De cómo conocí a Ramón Ayala
“¡Qué cosa hermosa es el hombre
hecho de luz y de tierra
parado sobre los siglos
andando sobre el planeta!
Qué cosa hermosa es el hombre
Hecho de sombra y misterio.”
(Fragmento del poema EL HOMBRE, de Ramón Ayala)
Fue en La Plata. Año 1964. Ramón Ayala presentaba su primer disco (EL HOMBRE QUE CANTA AL HOMBRE). Poemas y canciones que perdurarían en el tiempo integraban ese disco, entre otras: EL CACHAPECERO (...Algo se mueve en el fondo del Chaco boreal: sombra de bueyes y carro buscando el confín, lenta mortaja de luna sobre el cachapé; muerto el gigante del monte en su viaje final...); CANCIÓN DEL IGUAZÚ (...Sordo retumbar de cataratas monte adentro. Vértigo de luz sobre el abismo vegetal...); EL COSECHERO (...El viejo río que va cruzando el amanecer, como un gran camalotal lleva la balsa en su loco vaivén...); EL MENSÚ (...Selva... noche... luna, pena en el yerbal...). En fin, delicias para los oídos y el corazón...
Allá estaba yo junto a mis padres. Impactados todos por la poesía y la música de ese muchachón que traía, desde la tierra roja de Misiones, todo el sentimiento, la vida del hombre sencillo, sus sueños, sus esperanzas, sus dolores, su paisaje, su misterio...
Mi mamá fue maestra normal. Ya de grande, con nosotros sus hijos -pequeños aun- dándole vueltas alrededor, hizo el profesorado en jardines de infantes. Se recibió. Su pasión por los niños la llevó a ejercer su magisterio en las zonas más alejadas de la ciudad. En su afán por crear jardines de infantes allí donde no los había, se adentró en zonas rurales, a las cuales no se podía llegar como no fuera en sulky, con tal que los chicos más humildes pudieran acceder a la preescolaridad. Así creó y dirigió muchos jardines... cuando uno de ellos comenzaba a funcionar, lo dejaba organizado y marchaba a crear otro, siempre en los alrededores de La Plata.
En cierta oportunidad, ella quedó atrapada en medio de rencillas entre partidos políticos por esas mezquindades electorales que nunca faltan en nuestra sociedad y, producto de odios y envidias diversas, fue injustamente denunciada ante el Ministerio y sumariada...
Volvamos a la presentación de Ramón Ayala. Al terminar el recital, mamá compró ese disco (que conservo aun conmigo) y le pidió al Moncho que se lo dedicara, mientras le contaba lo que le había pasado con sus jardines y lo del el sumario que se había ligado de manera tan inmerecida...
Ramón Ayala tomó la portada del disco y escribió: “A Sara Peisner de Saposnik, maestra jardinera, que se ganó un sumario administrativo en el Ministerio de Educación de la Provincia por defender la escuela pública, y mi afecto. Ramón Ayala. 1964.”
Pasaron los años. Allá por los ochenta y tantos tuve que viajar a Misiones por asuntos de trabajo. En Posadas, un sábado a la tarde, a punto de embarcarme de regreso, en la terminal de ómnibus, los afiches anunciaban: “Esta noche, en el Teatro tal y cual, 21 horas, recital de Ramón Ayala”... ay!... y yo pegando la vuelta, a un tris de verlo, de oirlo nuevamente, de sentir ese deleite...
Diez años más adelante (qué son diez años?...) se presentó Ramón en Paraná. Era octubre de 1991.
No cabía en mí mismo de la emoción. Comencé a difundir la noticia entre amigos y conocidos.
Esperaba que todos iban a enloquecer de alegría. Me equivoqué. Muchos, pero muchos, sobre todo entre los más jóvenes me preguntaban: -quiéeeen? -Ramón Ayala... decía yo, suponiendo que no me comprendían... a lo que se repetía la pregunta: -Ramón Ayala? y ese quién es, eh?...
No podía entender. Era inadmisible para mí que no se lo conociera masivamente... Pero así son las cosas... cada quien tenemos nuestros ídolos, nuestras preferencias, nuestros gustos en música, en literatura, en cine, en fin... en arte. Pero también tiene que ver con esto la transculturación de que somos víctimas, el ocultamiento que se hace de los verdaderos creadores, sobre todo de aquellos que no se someten a las leyes salvajes del mercado, de los que no transan con las grandes editoras...
La presentación fue en el Teatro “3 de Febrero”. La platea se encontraba repleta de nostálgicos como yo. Y Ramón Ayala ahí, al toque, solito en el escenario, con sus guitarras de ocho y diez cuerdas, con sus canciones, sus anécdotas, su selva virgen húmeda y oscura, sus cataratas, su monte adentro... estaban también el hombre universal y su misterio, el hachero, el mensú, el cachapecero... y los gurises corriendo por la bajada vieja, y el río... todos los ríos cantando con él... y, finalmente, esa posadeña linda, pequeña flor de mburucuyá...
Y estuvieron mi llanto contenido y mi ahogo, y el llanto contenido y el ahogo del amigo Turco sentado
a uno de mis lados... y la respiración -entrecortada por la emoción- de mi amor a mi otro lado, sus manos en las mías... y pude percibir al teatro entero pendiente de las melodías, los poemas, los relatos, en una noche que hubiéramos querido que no terminara nunca, que permaneciera eterna...
Después del último aplauso, con algunas lágrimas aun por ser derramadas, me acerqué hasta el escenario... muchos pujaban por llegar al maestro, saludarlo, felicitarlo... cuando me pude acercar a él le dí la mano y le dije: “Ramón, vos seguramente no te vas a acordar de mí pero en el año 64...”
Y le conté la historia, aquella historia... Él entrecerró sus ojos como mirando para adentro, pensó por unos instantes y me dijo: “Mirá hermano, de tu mamá no me acuerdo... pero de la circunstancia y de ese lugar en La Plata donde presenté mi primer disco sí me acuerdo”... imagínense, yo había estado ahí... habían pasado veintisiete años, nada menos...
Más tarde, cuando llegué a casa, me dije que era imposible dejar pasar a este hombre así, tan cerca de mí, tan ligado a mis recuerdos por tantos años, sin que le hiciera saber lo que había significado su presencia para mí, su inspiración, su decir y su sentir en esa noche... y escribí, casi de corrido, desde lo más profundo del alma, este soneto...
A RAMON AYALA
Van abriendo picada tus canciones,
sin pausa, a puro golpe de machete,
son iguales a un río que arremete,
son hijas de la tierra de Misiones.
Tu poesía: un faro que señala;
tu música: la mano que acaricia;
tu corazón entero el que propicia
un futuro mejor, Ramón Ayala.
De pan blanco y guitarra es el destino
que forjarán los hombres y mujeres
de mi pueblo. Entonces el camino
será de dulce andar. Por esos días
todas las voces recitarán tus versos
y todos cantarán tus melodías.
Este poema fue leido la noche siguiente a la del recital por Polo Martínez en una reunión que le ofrecieron a Ramón Ayala sus amigos... y difundido por Luis Erguy en su programa “Aires Latinoamericanos” una tarde en FM Capital, en un programa dedicado a Ramón Ayala, con su presencia... ahí fue que el Moncho, en ese reportaje, me agradeció el poema y se refirió a mí en términos de excesiva generosidad... (“mi hermano -dijo en esa ocasión- ese hombre canoso con su barba blanca, que escribió un soneto para mí, con lo difícil que es...” )
En fin... Historias que nos depara la vida. Y que desde hoy les pertenecen a ustedes también... Ojalá haya logrado transmitir la esencia de estos recuerdos... así nomás, por el puro placer de compartir...
Con un abrazo, José Luis.
6 de septiembre 2006
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Fantasía con duende
“...ponme la mano aquí, Macorina...” (Chavela Vargas)
Un duende fundador me nace el alma
sonando a mil guitarras repentinas...
estampa angelical, voz cantarina,
como un inmenso mar de sueño en calma...
Inspira mi soneto trastornado,
toda de fiesta, su silueta fina...
y con mágica luz arremolina
mi eterno corazón enamorado.
¡Qué generosa de recuerdos fluye
la dulce y tibia sensación del goce
indescriptible que en mi piel anida!...
...y aunque parezca que mi alma huye
de aquellas manos y su tierno roce,
hoy las extraño aquí, sobre mi herida...
José Luis Saposnik – Noviembre 2003
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Profunda conmoción…
Profunda conmoción, pequeña muerte,
descubrimiento, asombro, desvarío,
borrachera, abrazo tuyo y mío,
hicieron esta gloria de quererte
y el milagro de amor. Aquel momento
que turbó mi razón y mis sentidos
me inundó de luz y de sonidos
pintándome la piel de firmamento.
Impregnado de vos he renacido
al dulce transitar de la ternura.
Ya no sé si fue sueño lo vivido,
si viví realmente lo soñado
o si a través de un cielo de locura
fui siguiendo tu estrella, alucinado.
José Luis Saposnik
21 de abril 1991
josé luis, hola.
ResponderEliminarsoy mirta, la hija d sarah peisner (no te asustes, no te ha aparecido una hermana así d repente) sino de sarah con h, la prima de tu mamá.
soy nieta de fanny e isaac peisner.
nos vimos en ocasión de un hermoso concierto de un nieto tuyo en bsas.
te felicito por la nota, las poesías, el placer con que transmitís los recuerdos.
un saludo.
ojalá m respondas y reanudemos diálogos perdidos...
mirta
Hola Mirta!
ResponderEliminarMirá, recién hablaba por teléfono con uno de los redactores de unoytres y me decía que me habían publicado estos trabajos míos…
Pero la sorpresa más grande fue encontrar tu mensaje. Me acuerdo bien de cuando nos vimos en Buenos Aires en oportunidad de la venida de mi hijo Alejandro desde Ushuaia con su flauta traversa. Ahora él vive en Chajarí, provincia de Entre Ríos.
Te agradezco los conceptos que expresas acerca de mis poemas...
Un abrazo grande!
José Luis