lunes, 2 de julio de 2012

Ley de medios y pluralidad de voces.

 Mauricio Epsztejn--
Mafalda y el diario
Después de muchas dilaciones, con idas y vueltas por juzgados cómplices de grupos monopólicos que con procedimientos alejados de toda justicia estiraron artificialmente los plazos para la puesta en vigencia total y definitiva de una ley votada en el Congreso de la Nación por amplia mayoría y sobre la cual nadie objetó constitucionalidad, al fin se pronunció la Corte Suprema de Justicia de la Nación y puso fin a la sucesión de chicanas del grupo
Clarín y sus amigos poniendo un plazo perentorio para su pleno acatamiento: el 7 de diciembre de 2012.

Sería ingenuo pensar que quienes hasta ahora se opusieronencarnizadamente a cumplirla, de golpe y sólo porque lo dijo la Corte entrarán en razones. Al contrario. Lo más probable es que, cuanto más cerca del 7 de diciembre estemos, más redoblen la resistencia y apelen a todo el arsenal que disponen y dominan, sea legal o no tanto, para oponerse, sabotear, mentir y hasta conspirar mediante operaciones de prensa desestabilizadoras o destituyentes, preciso término acuñado por Carta Abierta.
Poder y dinero, disponen; aliados temibles, internos y externos, también; además acreditan doctorados que los capacitan para transformar a negros, feos y sucios, en blondos Adonis para regocijo de “gente bien” y saben convertir a antiguos y duros adversarios en fervientes propaladores del credo que los adoptó, por el que son capaces de ir al combate con la furia de los conversos.

Ojo que lo dicho no son bromas, porque es gente de temer. Con sólo echar una ojeada sobre nuestro vecindario sudamericano, alcanza para no tomarlos a la ligera.

 Las cosas por su nombre


Libertad de prensa.
La SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) es la organización que agrupa a los principales dueños de medios de prensa del continente. ADEPA es la sucursal local. Es un grupo de empresarios que se muestran “preocupados por la creciente amenaza a la libertad de prensa”

¿Qué es lo que les preocupa tanto?

¿Será por la golpiza y rotura de sus equipos de trabajo que sufrieron los periodistas de la televisión pública o de la agencia de noticias Telam que cubrían el acto del grupo de macristas concentrados alrededor de los tribunales de Buenos Aires o cuando una decena de caceroleros se juntó en Callao y Santa Fe?

¿Será por el monopolio que ejercen los que durante la dictadura se apropiaron de Papel Prensa?

¿Será por el sistemático asesinato de periodistas en Honduras o por lo que ahora sucede en Paraguay?

El que así piense está equivocado. Lo que les preocupa es la aparición de nuevos medios y nuevas voces, que la ley de medios facilita, como aporte a una visión más plural que la proporcionada por Clarín o La Nación.

Acerca de los periodismos independiente, neutral y militante.

Empecemos por ser claros. Los medios que adoptan como su principal objetivo informar, sea en forma gráfica —incluidas sus ediciones digitales —, más los radiales y televisivos, son empresas que a la hora de seleccionar personal periodístico se orientan hacia los que dan el perfil que encaja dentro de los criterios editoriales de sus accionistas o dueños. En este rango entran hasta modestos periódicos sin fines de lucro como unoytres. Facilitar la multiplicación de este segmento no sólo es positivo porque permite abordar una realidad compleja desde los más diversos ángulos, sino porque enriquece culturalmente a la sociedad, amplía la ciudadanía de sus miembros y profundiza la democracia.

Distinto es el caso de aquella prensa cuyo fin último es el negocio, que relega la función informativa a simple herramienta al servicio del objetivo global de dominio sobre sectores claves de la vida social para lograr lucro y poder, sin importarle la ética, aunque publiquen manuales que pontifican con ese nombre. Al servicio de tal objetivo no desdeñan ningún método, incluyendo la presión, extorción, desestabilización y organización de golpes de estado contra gobiernos y/o competidores que no se le sometan. Entonces, por más que vociferen, lo que esta gente y sus escribas llaman libertad de prensa no es ni más ni menos que el reclamo para que la sociedad les permita ejercer una libertad de empresa sin límites y sin atenerse a la ley. La apología de esta pretensión la denominan periodismo independiente.

En cambio a los periodistas o incluso a las empresas periodísticas que polemizan con esas posturas, que son implacables con la hipocresía, críticos con los gobiernos de turno pero no opositores sistemáticos a todo y cuyo objetivo prioritario es informar con apertura hacia las distintas visiones de la realidad, esos libre empresarios los tildan de militantes oficialistas comprados con dineros públicos.

En cuanto a los neutrales, los impolutos que se proclaman “ni con uno, ni con otro”, los que cuando se revolea una moneda pretenden que caiga y se mantenga de canto, sería bueno que alguna vez ejemplificaran sobre qué cosas son neutrales y qué significa serlo. Es una actitud difícil de entender, porque cuando un periodista informa, siempre toma posición, opina cuando incluye o relega tal o cual noticia, cuando critica, cuando apoya, cuando rechaza. Toda descripción, por más objetiva y desapasionada que parezca, siempre lleva una valoración personal. Si luego los jefes la ubican en tal o cual página y dentro de ella en tal o cual espacio, determinan el tamaño de los títulos, ilustran o no la nota y así de seguido, ya es otra cosa, no depende del periodista sino de otros factores.

Si la postura del periodista o del medio se explicita, es muy saludable. En todo caso el lector puede coincidir o disentir con él y en última instancia le queda el recurso de hacer zapping o cambiar de medio. Cualquiera puede invocar desconocimiento de un hecho o situación, pero no neutralidad. Siempre se toma posición.

 Incógnitas y desafíos.

A esta altura, después de la sentencia de la Corte Suprema, hay unanimidad entre los tres poderes del Estado sobre que la ley está plenamente vigente.

Sin embargo, conociendo la historia es pertinente dudar sobre si esta resolución alcanza para que lo establecido por el derecho se replique en la realidad.

¿Es posible que quienes se resistieron a cumplir la ley no lo intenten por otros medios?

¿Qué maniobras nos aguardan por parte de los intereses afectados?

¿A qué presiones aún será sometida la sociedad para que la ley fracase?

A quien haga esos planteos se lo puede acusar de malpensado, pero el mundo atesora una vasta experiencia que respalda esas prevenciones.

Además, ¿la sola aplicación de la ley garantiza la libertad de prensa?

¿Pluralidad de medios es lo mismo que atomización de medios?

¿La aparición de una miríada de pequeños emisores garantiza la democratización de la información frente a una audiencia de radioescuchas y televidentes cada vez más preparada y exigente?

¿Cuál será el aporte del Estado y la participación de la sociedad civil en el control sobre la aplicación de la ley y en sostenimiento profesional, artístico, técnico, económico que garantice una programación de calidad que atraiga y sirva a la gente?

Son algunas de las dudas que surgen y a cuya resolución deberemos contribuir todos sin pensar que la sola vigencia de la ley actúa como mago y garantiza su éxito.

Es bueno recordar que las leyes humanas, a diferencia de las naturales, no se cumplen de modo inexorable, sin la participación activa de los involucrados. Los éxitos y fracasos que tuvimos como nación nos lo recuerdan.

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