sábado, 31 de diciembre de 2016

Tragedias donde afloran las lacras de la inseguridad en el transporte público

Osvaldo Riganti—
El accidente aéreo de la empresa Lamia provocó la muerte de 71 personas, entre futbolistas, cuerpo técnico y directivos del club brasileño Chapecoense.
Se han descubierto errores de comunicación en el avión que terminó estrellándose contra un cerro.
Las informaciones dan cuenta que los responsables del vuelo deberían haber previsto una escala en para recargar combustible, ya que un plan de vuelo debe tener alternativas de otros dos aeropuertos.  
Las críticas recaen también sobre la Conmebol que recomendó una aerolínea de dudosos antecedentes como Lamia, porque eran vuelos más económicos.
Otra situación que pone en el tapete la absoluta sujeción de estos medios al negocio y al lucro la da cuenta “La Izquierda Diario”, que en su tapa de diciembre titula “Para Metrovías la vida obrera no vale nada”, y agrega: “Matías Kruger falleció electrocutado en la línea H del subte, el cuarto operario que muere por la misma causa en 5 años. Según datos oficiales en 2015 murieron 792 personas por accidentes y enfermedades laborales. El proyecto de Macri y las patronales para aumentar productividad y achicar la cobertura de las ART sólo aumentará ese número”.
“No sólo nuestras vidas no le importan nada, sino que hacen negocio con ellas”, ha dicho María Agustina Chaves, ex precandidata a diputada del FIT y delegada de la línea “D”, y agrega: “El jueves 8 de diciembre, mientras los trabajadores del subte llorábamos la muerte de nuestro compañero Matías Kruger, sucedida el día anterior, el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta lanzaba una frase que destilaba desprecio por lo ocurrido: “La muerte de Matías Kruger no justifica el paro”
Episodios como los detallados, al igual que los más lejanos de Once, constituyen la más acabada síntesis de una sociedad que bailotea en torno a personajes de moral dudosa que pretenden erigirse en adalides de la lucha anticorrupción, ocupándose de la “caza de brujas”, de “motochorros” y “negritos sospechosos”, pero es poco receptiva a las penurias de los trabajadores y usuarios que desempeñan sus tareas de alto riesgo y exposición física y/o psíquica o hacen uso de esos servicios.
Los hechos de gravedad en la materia se acumulan, imponiendo reflexiones acerca de la tarea que le cabe a las organizaciones políticas y gremiales, poniendo al descubierto una realidad que nos abruma respecto al descuido en las condiciones de trabajo. Mientras el presidente de la República, con poses de patrón de estancia en algunas exposiciones, reclama que “no haya tantas regulaciones”  en las relaciones laborales, los hechos parecen marcar una necesidad exactamente opuesta, la del efectivo control estatal y social para frenar la proliferación de accidentes y riesgos psicosociales de trabajadores y usuarios.

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