jueves, 2 de octubre de 2014

Los dilemas de 2015

Mauricio Epsztejn—

Candidaturas


La disputa por los candidatos y sobre el rumbo del próximo gobierno está lanzada en toda la línea. Incluso, faltando casi un año para las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) algunos grupos, partidos o coaliciones ya han decidido quienes serán los suyos a la presidencia y al resto de los cargos, mientras desde los medios de comunicación se esfuerzan por unificar a la oposición detrás del más potable o por lo menos el más taquillero capaz de enfrentar al kirchnerismo e incidir en las listas de candidatos al Congreso y siguen operando para eyectar a Cristina del gobierno antes del plazo constitucional.
Mientras tanto, ofrecen sus plataformas a quien quiera posicionarse dentro de espectro opositor, porque todo vale en plan de esmerilar al actual gobierno. Hoy por hoy, esos grupos mediáticos son la cabeza política que le arma la agenda y
el libreto a ese conglomerado que a su vez lo defiende políticamente y se mueve mayoritariamente según el plan que a su vez recibe a cambio de lo cual obtiene sus quince minutos de pantalla. Por las dudas, si llegan a la conclusión que con eso nos les alcanza, ya hay varios que están formando fila en la puerta de la embajada norteamericana.

En el espacio kirchnerista también ya se han lanzado varios candidatos sin que, hasta ahora, ninguno se perfile como indiscutible ni haya recibido la venia de la conductora que pareciera no creer que aún sea el momento. Seguramente cuando calcule que el mismo ha llegado, Cristina no dejará expresar su preferencia e inclinará la balanza.

Por suerte, la mayoría de los argentinos aprendimos a valorar el sistema democrático y aunque sabemos que todas las elecciones son importantes, la de 2015 será especial porque excede la simple disputa entre candidatos: en ellas se juega la continuidad o no del proceso iniciado en 2003, un proceso contradictorio, pero que ha cambiado la lógica reinante durante el largo período de dominio neo liberal. Y serán importantes porque en ellas el Frente para la Victoria (FPV) y sus aliados enfrentarán el desafío de consolidar y darle continuidad a lo conseguido desde que Néstor Kirchner llegó al gobierno. Sobre el contenido debería tener ese futuro gobierno, en el propio kirchnerismo se ha abierto un debate que, por lo que implica, desde su seno parecerían dispuestos a impulsarlo de cara a la sociedad, buscando involucrar a la mayor cantidad de grupos políticos y sociales cuyas raíces se nutren de un pasado nacional, popular y democrático. A su vez y de rebote, buscan obligar a la oposición a sincerar sus objetivos e intenciones en lugar de ocultarlos tras las banalidades que les sugiere usar la derecha local e internacional más cerril.

Un lamentable ejemplo se dio durante el reciente tratamiento parlamentario de las leyes sobre pago soberano y las de reforma a la de abastecimiento y de defensa de los consumidores y usuarios. De palabra —salvo el PRO que actuó de modo coherente según sus convicciones —el resto declamó su fe anti buitres y a favor de los más débiles, pero a lo hora de votar, en lugar de marchar junto al gobierno para consolidar un bloque nacional, le sirvió en bandeja a los buitres externos e internos el manjar que más apetecen, una defección inentendible, incluso a contramano de lo votado por la Asamblea General de las Naciones Unidas que por 124 contra 11 apoyó la propuesta argentina por una legislación internacional que le ponga límites a los usureros internacionales.

Debates pendientes


A más de una década de gobiernos kirchneristas, sólo por ceguera o mala fe se pueden negar los avances en materia de justicia social y distributiva. Por eso, con los pies y el cuerpo ya fuera del infierno al que se refería Néstor Kirchner, a pesar de las dificultades subsistentes el país está en condiciones planificar su futuro porque el Estado recuperó autonomía y se fortaleció, como lo demostró el gobierno cuando actuó con energía y resolvió adecuadamente el caso de YPF y lo mismo está haciendo con la fenomenal transformación que impulsa sobre el sistema ferroviario. Sin embargo, ambos casos aparecen ante la sociedad como
respuestas tardías ante necesidades acuciantes y no como parte de un proyecto: el de YPF fue la respuesta ante el creciente ahogo energético y el otro, detonado por la tragedia de Once.

Cualquier fuerza que aspira a gobernar tiene su proyecto de país. Algunos lo esconden y lo revisten de demagogia y vacuidades. Pero las fuerzas populares deben explicitarlo porque el pueblo es su fuente de poder. Un proyecto no es una receta, no es un dibujo estático imaginado en un laboratorio, sino algo dinámico, cuyas grandes líneas le den sentido a cada acto y lo empalman con el proyecto general. Esto está pendiente y hay que hacerlo aunque el país esté en medio de una lucha contra los buitres y sus cipayos locales, porque ese mismo conflicto amerita poner en discusión los dos modelos de país en disputa y hacer “sintonía fina” sobre conceptos como “desarrollo con inclusión social”, que algunos llaman “profundizar el modelo” y otros “escribir el segundo tomo”. Ese paquete de temas debería incluir de modo insoslayable, lo que según este cronista se atreve a enumerar de modo aleatorio:
  • El rol del Estado en los sectores claves de la economía (bancos, tierra, industria, minería, comercio interior y exterior).
  • Distribución del ingreso.
  • Reforma impositiva.
  • Federalismo e integración territorial.
  • La seguridad, con todo lo que ello encierra.
  • Más democracia y participación de la sociedad. Reforma del Estado nacional, provincial y municipal.

De “Precios cuidados” y después

Este programa, lanzado oficialmente en enero de 2014, al principio fue negociado por la Secretaría de Comercio con varias cadenas de supermercados y sus proveedoras, para ofrecer un listado de algo más de 100 productos a igual precio en todas sus bocas de expendio. Fue un acuerdo a ser revisado cada tres meses y que, al resultar exitoso, empezó a incorporar más empresas y rubros.

Cabe destacar que “Precios cuidados” representó un viraje respecto a la fracasada política previa donde los empresarios violaban sus compromisos verbales no bien terminaban las reuniones con los funcionarios. En cambio para los nuevos acuerdos se firmaron documentos que incluso prevén multas a los infractores.

Además, en “Precios cuidados” hay una lista detallada de marcas, productos y precios, que se publica y difunde ampliamente, algo incómodo para gente acostumbrada a no respetar más que su arbitrariedad y eso le dio a los consumidores una herramienta de información y control que utilizaron. Por eso, si bien de entrada muchos empresarios recurrieron a las maniobras tradicionales, a medida que iban siendo desenmascarados empezaron a allanarse y cumplir los pactos a riesgo de ser multados (muchas aún están impagas gracias al favor de ciertos jueces).

Sin embrago, a nueve meses de lanzado, sospechosamente la información sobre el cumplimiento se fue escurriendo delas páginas de los medios, incluso de los no opositores. Por eso, si el acatamiento nunca alcanzó al 100% (y en ciertos casos no superó el 65 ó 70%), cabe sospechar que el actual nivel de cumplimiento, debe distar de lo aceptable.

Por eso, salvo que la percepción y la experiencia de este cronista sean erróneas y la mentalidad de todo el empresariado haya dado un vuelco de 180 grados, si “Precios cuidados” resultó exitoso en la emergencia, habría que preguntarse hasta cuándo son sostenibles planes de este tipo frente a un sector renuente al control público y si ya no sería necesario crear herramientas económicas permanentes que intervengan en la cúpula de los formadores de precios, de modo que se les haga muy difícil cambiar el rumbo que les es impuesto. Programas de este tipo, que por naturaleza sirven para la emergencia, son difíciles de sostener en el tiempo porque requieren un ejército de inspectores que, aún si se pudiera crear, resultaría incapaz de intervenir en el conjunto del ciclo económico, para lo que se requieren cambios estructurales.

Eso implica modificar a favor del Estado popular y democrático la relación de fuerzas en los lugares claves de la economía, para transformar en piso, lo que las élites consideran el techo al que deben aspirar las mayorías durante la etapa que viene.

El país ya hizo la experiencia de confiar en el mercado como ordenador y justo distribuidor de la riqueza social, que nos dejó un Estado colonizado por las corporaciones y el capital financiero. Y así terminó en 2001, con represión, muertos y un presidente huyendo en helicóptero de la furia popular.

Hablar de un Estado presente y fuerte no significa excluir al capital privado, sea grande, mediano o chico, sino recuperar la capacidad de decisión y control. Estos atributos, o los acumulan sólo quienes buscan el lucro o los manejan quienes se orientan por el interés general. El de la YPF recuperada, es una experiencia válida y a tener en cuenta.

El proceso kirchnerista se inició en 2003 tapando los agujeros de la emergencia; luego trabajó por revertir la destrucción del Estado, reducido a su mínimo capacidad de gestión, regulación y control, transitando un camino en buena parte construido a fuerza de prueba y error.

Mirando al futuro, surge la pregunta de si con eso alcanza para consolidar y ampliar los logros en inclusión social y recuperación económica o si esos logros sólo se podrán afianzar, si se sigue avanzando en la misma dirección. A ese interrogante, la sociedad deberá responderle en las elecciones de 2015 con el voto, porque no hay encuesta capaz de suplantar ese derecho.

Hacia octubre de 2015 básicamente nos enfrentaremos a dos propuestas: una afirma que todo fue hecho mal y está mal y su propuesta es adoptar los consejos de los gurúes de la city local e internacional; la otra plantea seguir por el camino que se viene transitando, corregir lo corregible y abrir el juego a nuevos sectores. Hay quienes agitan una aparente tercera, que propugna tomar lo bueno y cambiar lo malo, sin aclarar de qué se trata uno y el otro, una forma de disfrazar la primera variante.

Amigo lector, estas aparecen como las únicas opciones para usted, para mi y para el resto de los cuarenta y pico de millones de argentinos en octubre de 2015. Como nos compete, tenemos tiempo de informarnos, participar, pensarlo, hablarlo en familia, con los amigos, para luego resolver a conciencia.

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