viernes, 28 de febrero de 2014

Acuerdos, recuerdos y amnesias

Por: Mauricio Epsztejn—
Contra la amnesia
En febrero de 2013, hace un año, escribíamos sobre un, otro más, acuerdo de congelamiento voluntario de precios por sesenta días, comprometido entre las principales cadenas de supermercados y el gobierno nacional, representado por el entonces Secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Todo fue de palabra, sin prever sanciones por incumplimiento, es decir un clásico acuerdo de caballeros, a la antigua, cuando la sola palabra empeñada valía más que cualquier documento. Y pasó lo previsible: los privados no cumplieron, sin que a nadie se les moviera un pelo.
En aquella oportunidad evocamos la fábula de la rana y el escorpión. Hoy la tecnología digital le permite al lector leer aquella nota sin abandonar esta página, por lo que nos ahorraremos repeticiones (ver: Acerca de congelamientos y amistades entre ranas y escorpiones).
Mientras por un canal de noticias se comentaba el reciente acuerdo de precios que comenzó a regir en enero de 2014, uno de los panelistas recordó la respuesta que en confianza le dio un connotado empresario de buena llegada y negocios bajo los últimos gobiernos. Ante la pregunta de por qué se sonreía mientras los funcionarios enumeraban los acuerdos a los que habían llegado, le confesó que en ese mismo momento empezó a pensar cómo violar las promesas, sin contradecir su firma al pie del escrito.

Como las artimañas anteriores ya eran conocidas —simples cambio de envase, medios kilos que pesaban 400 gramos,  productos con mención al agregado de “vitamina tal” y otras del inagotable imaginario empresario —debieron renovar el libreto. Entonces empezaron por no poner los cartelitos indicadores, retacear en las góndolas los productos de las listas, excusarse en la falta de stock y demás estratagemas que cualquier persona puede aportar a la lista.
Como dentro de unos días se van a cumplir dos meses del acuerdo “Precios cuidados”, donde participan desde productores hasta las bocas de venta minorista y rige por un año, vale la pena puntualizar las diferencias con los anteriores. Esta vez las cosas no se hicieron a la antigua, sino a la moderna. Es decir que, sin abominar de la palabra, se firmaron actas donde cada actor asumió compromisos por una lista minuciosamente detallada de productos y precios, que prevé sanciones por incumplimiento, algunas de las cuales ya se aplicaron, cuya importancia, por ahora, no reside tanto en el monto como en el aviso a los infractores y a la sociedad de que “Ojo, el Estado está atento”.
Diferencias
La primera diferencia con los pactos anteriores es que hay una amplia y muy enérgica campaña de difusión desde el Estado y una convocatoria a que el grueso de la sociedad se involucre en la acción de cuidar su propio bolsillo, lo que incluye múltiples herramientas de información y tecnológicas, como la de números telefónicos que posibilita un rápido contacto de los ciudadanos con los organismos estatales de control y programas de el celular que permiten comparar los precios acordados con los que se muestran en las góndolas.
La segunda es el crecimiento de la conciencia pública de que cada uno debe defender su bolsillo en el mismo momento en que se intenta violar lo firmado. Eso aumenta la confianza del ciudadano en el gobierno y en su propio poder de hacer cumplir la ley.
La tercera es el cada vez mayor involucramiento de las organizaciones populares de la sociedad civil, incluyendo las de trabajadores y consumidores, en esta batalla.
La acción coordinada de estos tres actores —Estado, ciudadanos y organizaciones populares —si se mantiene y consolida, pueden transformarse en una fuerza decisiva en defensa de los intereses mayoritarios y bloquear cualquier maniobra desestabilizante, como la que a cada rato pergeñan los amigos del empresario señalado más arriba. Si en esta pulseada prima el interés de las grandes mayorías, el país, su gente, se ahorrarán los dolores de un pasado no tan lejano del cual es bueno guardar memoria.
De todos modos, si la efectividad de tales controles sólo se reduce a eso, será difícil sostener tal política en el tiempo porque no remueve las causas que generaron la necesidad de su implementación. Es decir que, mientras en el terreno económico no cambie a favor de los sectores populares la actual correlación de fuerzas, cualquier acuerdo, de palabra o con papeles, será frágil por la disparidad de fuerzas entre los involucrados.
Por eso el Estado, responsable de velar por el interés colectivo, debe tener la suficiente capacidad y fuerza para intervenir en el proceso económico y hacer viable la perdurabilidad de esos compromisos. Eso significa que el sector público (de gestión estatal, cooperativa o mixta), debería primar en las ramas formadoras de precios, sobre aquellos cuyo único objetivo es el lucro. A criterio de este cronista, es en lograr consensos que se orienten en tal dirección donde habría que centrar la política.
¿…y los ni con unos, ni con otros?
El entramado de fuerzas sociales que se mueven reconoce no sólo a un bloque que busca transformar una estructura ancestral y a conservadores que buscan anclarse en el pasado, sino a un fluctuante conglomerado que vacila y con el cual vale la pena empeñar un diálogo constructivo y paciente porque según hacia donde se muevan pueden aportar al proyecto liberador o servir de ariete para el retorno de los pregoneros de un pasado que nos hagan perder lo tan duramente conseguido. Es un grupo al que, si bien objetivamente le conviene encolumnarse con los primeros, suele sucumbir a los cantos de sirena de antiguos conservadores mimetizados.
La cultura dominante elaboró un mito: el de la eficiencia del capital privado. Aquí se empezó a derrumbar en 2001 y a nivel mundial, con la crisis que por años arrastran los países centrales del capitalismo. Desde 2003, la Argentina puede mostrar numerosos ejemplos opuestos.
Si no queremos repetir la ingenuidad de la rana, cabe recordar lo que nos sucedió hace escasos años, ayer nomás: es una medicina recomendable en el tratamiento de amnésicos voluntarios o inducidos.

Por eso, como extensión de la moraleja, si uno se empeña en mantener el equilibrio ecológico y quiere salir indemne después de ayudar al escorpión a cruzar el río, es saludable que antes de cargárselo sobre el lomo se cubra con un blindaje a prueba de sus picaduras.

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