Mario M. Méndez
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Hannah Arendt- Película |
familia, tanto en Israel como en su exilio estadounidense, en pos de sostener aquello en lo que ha reflexionado mucho, filosofado, y en lo que, finalmente, ha concluido: dicho de una manera simple, que Eichmann era un pobre infeliz, un insignificante burócrata al que ni siquiera había que tildar de antisemita. Una rata de escritorio que fue capaz, desde la falta de pensamiento y la mera obediencia, de conducir una carnicería de miles de judíos, como quien conduce una fábrica. Esa idea, junto con la denuncia de la participación de dirigentes judíos que, según denunció, colaboraron con el trabajo de
Eichmann (y Mauricio lo explora en su texto), le cuesta a Hannah reprobación, rechazo, amenazas. Le provoca un dolor frío, sin estridencias (¿alemán, tal vez? ¿O sencillamente intelectual?), que la gran Sukowa refleja con precisión.Hace un tiempo el coordinador, director, factotum de unoytres, el amigo Mauricio Epsztejn, me propuso que fuera al cine, viera la película de Von Trotta, especie de biografía de la filósofa y periodista judía Hannah Arendt, centrada en la época del juicio al criminal de guerra nazi Eichmann y su famoso informe sobre el mismo, en el que incluye, creo que por primera vez, el concepto de la banalidad del mal. Mauricio, en paralelo, escribiría sobre la obra filosófica de Arendt, especialmente acerca del famoso Informe que remitió al diario New Yorker: Eichmann en Jerusalén – un estudio sobre la banalidad del mal”. La nota de Mauricio, imperdible, salió en el número anterior de unoytres. (http://unoytres.com.ar/2013/11/29/hannah-arendt-y-el-juicio-de-jerusalen/). Mi crítica de la película, en cambio, se demoró: cuando al fin encontré el tiempo para ver el film hallé que ya había sido levantado de los cines, así que me tuve que conformar con verla en mi casa, en DVD, y, se sabe, no es lo mismo. Sin embargo, me atrevo a esta crítica.
La película es lenta, por supuesto. Es reflexiva y por momentos, a pesar de un cierto ascetismo, conmovedora. Dos o tres escenas, flashbacks de distintas épocas, nos muestran a Hannah, o junto a su admirado —y a veces no —profesor Heidegger. Dan ganas de ver más, pero quizás esa parquedad sea un acierto de Von Trotta: nos invita a que ese amor complejo, nacido cuando la joven Hannah era la discípula preferida de Heidegger, lo reconstruyamos nosotros, como espectadores activos.
En síntesis, creo que Hannah Arendt es una película inteligente, que hace pensar, que logra conmover. Y eso no es poco.
Trailer de la película:
Excelente crìtica. Felicitaciones a la autora y a Mauricio!
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Soy autor, eso sí, pero para el caso da lo mismo. Un saludo cordial, Mario.
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