lunes, 1 de diciembre de 2014

Fin de la historia y ¿fin de ciclo?

Mauricio Epsztejn—
Si hace algo más de veinte años la profecía de Francis Fukuyama que auguraba el Fin de la Historia, de las ideologías y revoluciones, el pensamiento único, la victoria de la democracia liberal y el libre mercado, duró lo que un suspiro hasta comprobar su fracaso, sus émulos locales necesitaron menos para descubrir que sus elucubraciones sobre un “fin de ciclo” abundan en deseos y flaquean en posibilidades.

Echémosle un vistazo al escenario político nacional.

Cuando en 2003 Néstor Kirchner llegó al gobierno, había dudas sobre sus posibilidades para ejercerlo. Sin embargo desde el primer día demostró que debía juzgárselo bajo parámetros distintos a los acostumbrados y no tardó en ganar legitimidad por ejercicio que luego revalidó en las urnas. De entrada nomás, con su respuesta al ultimátum que le presentó Claudio Escribano, entonces director del diario La Nación,
aclaró quién era quién. Desde entonces el poder económico y mediático se empeñó en congregar opositores para enfrentar al kirchnerismo naciente. Por eso Kirchner casi no encontró enfrente interlocutores confiables para reconstruir un sistema político atomizado y desprestigiado, pues sus referentes no podían caminar por la calle sin recibir insultos. Consciente de tal debilidad, vio con simpatía y alentó la construcción de lo que imaginó como tres grandes fuerzas: una, nacional y popular con eje en el peronismo; otra, de tipo socialdemócrata, alrededor del radicalismo; y una tercera de derecha, cuyos líderes provendrían de lo que hoy convoca el macrismo, electoralmente inexistente desde antes de 1930, que recurrió al atajo de los golpes militares cuyo paradigma fue la última dictadura.

Otro intento por recomponer un sistema de partidos fue con la ley de las PASO, aprobada recién en diciembre de 2009 bajo la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. Si bien es un instrumento que estimula juntarse por afinidades, hasta ahora tampoco permitió construir fuerzas estables unidas por la identidad ideológica.

La prueba de 2008 y el anticipo para 2015

En 2008, ese proyecto fue temprana y dramáticamente puesto a prueba por el desafío de la Sociedad Rural, el gran empresariado y los medios dominantes que, respondiendo a su esencial naturaleza, organizaron la ofensiva golpista contra el gobierno. Fue el primer gran intento por concretar la amenaza de Claudio Escribano.

A partir de entonces, la expresión local del capital financiero internacional libra una lucha a todo o nada por recuperar el espacio perdido. Por eso, hoy por hoy, en el arco opositor es casi imposible encontrar un proyecto de país que no remita al pasado y a la subordinación a los poderes fácticos. Allí militan desde los más claros y desbocados, como Macri, que no se sonrojan en desdecirse hoy de lo afirmado ayer si las encuestas se lo aconsejan, hasta los acólitos de Massa, nacidos bajo un disfraz que se les cae a jirones y los deja con la anatomía al aire. La disputa por la hegemonía de ese espacio tiene po objeto demostrar quién es el más apto para ganarle al kirchnerismo en 2015. En cuanto al proyecto FAUnen, que al cierre de esta nota las encuestas ubican cómodamente cuarto en intención de voto, hay serias dudas de que incluso lleguen a las PASO.

Pero como las ambiciones de poder existen, en tren de ganar adeptos, cada candidato reparte promesas a granel y a gusto del oyente: a los empresarios del campo y la ciudad, bajarles los impuestos y garantizarles mercados florecientes; a los asalariados mejor pagos, suprimir el impuesto a las ganancias; a los peor pagos, hacer llover el maná del cielo; a toda la sociedad, mejor y más educación y salud; a quienes reclaman por seguridad, ponerles un policía en cada puerta; a los que sueñan con inversiones que las hagan otros y arreglar con los fondos buitres para transformarlos en blancas palomitas que nos inunden de dólares. Y la lista sigue y sigue: abastecimiento energético sin problemas, transporte de primer mundo, la juventud a los cuarteles o a las cárceles, vivienda para todos, el fin de la inflación, justicia limpia sin injerencia K, bajar a la Luna del cielo y depositarla en medio de un parque infantil, y si esas promesas a usted no le alcanzan, pida que hay más, así los niños pobres saciarán su hambre y los niños ricos perderán su tristeza. Todo por dos pesos cuándo el candidato gane.

¿Cómo y con qué? Se mantiene en secreto para que nos se lo robe la Korrupción y la anti República.

¿Les alcanzará para entusismar, confiando en una amnesia colectiva?

Si el lector tiene paciencia, después de contar los votos, se develará la incógnita. Mientras tanto, rescatamos las palabras de Francisco de Narváez en el programa de Mariano Grondona. Casi en un acto de sincericidio y sin utilizar el griego antiguo ni el latín, sino en amargo porteño le confesó: “Toda la oposición habla de que en segunda vuelta le gana al kirchnerismo, pero, ¿y si no hay segunda vuelta, y si ellos ganan en la primera?”.

Los por qué de la esperanza anti K

Vale la pena indagar sobre las razones en que se sostiene la esperanza del arco anti K. Es posible que el núcleo duro se le oponga no tanto por haberse empobrecido, difícil de demostrar siquiera con los balances “en blanco”, sino por haber tenido que resignar poder político y querer que el freno de la economía global lo sigan absorbiendo los mismos de siempre, una visión opuesta a la que prima en el oficialismo. La ideología de ese sector concentrado derrama su influencia sobre otros grupos de la sociedad que se sienten cómodos con esa prédica por razones más complejas, no sólo económicas, que van desde bronca por la pérdida relativa de status y poder político, hasta una especie de “síndrome de Estocolmo” que afecta al llamado medio pelo argentino, tan bien identificado por Arturo Jauretche, que cruza a todas las clases sociales. ¿Cómo explicar si no a los hasta ayer nomás atrapados por el “corralito” y el “corralón” renovándole el crédito a sus recientes expropiadores y apologistas? Y son ellos los que aportan buena parte de la audiencia que absorbe con avidez y amplifica el libreto bajado desde las radios y TV por el elenco estable de economistas, políticos y opinólogos integrantes de los gobiernos que fracasaron y hoy, sin el menor recato, insisten con su prédica. Las motivaciones que mueven a ese público no son los del interés lesionado sino que en buena parte se nutren de prejuicios e ideología, donde la desinformación juega un rol no desdeñable.

Por eso es tan importante mantener viva y activa la memoria, útil incluso para aquellos que son propensos a perderla.

En cuanto a promesas, el kirchnerismo la tiene más difícil porque debe gobernar y hacerse cargo de sus dichos. Puede mostrar lo hecho durante sus once años de gobierno pero, a la hora de votar, no está claro si con eso convencerá al ciudadano que pide más y se decida por quién crea más capaz de asegurar su futuro.

Quienes argumentan contra el gobierno arman su rosario con verdades, medias verdades, deformaciones y mentiras en un orden aleatorio y subordinado al intereses de los opositores. Ese proceder es objetable, pero bastante habitual en el juego político. Qué desde 2003 el kirchnerismo metió la pata en más de una oportunidad y en varias de manera grosera, no caben dudas. Sin embargo, a la hora de equilibrar la balanza, pareciera que las de ese platillo no alcanzan a mover el fiel.

En cuanto a la campaña anti Korrupción y en defensa de la República, la mayoría de sus adalides tienen flacos pergaminos para exhibir, sobre los cuales vale la pena pegar una mirada histórica.

No nos vamos a remontar al caso de la Baring Brothers, ni al reparto de 2,5 millones de hectáreas patagónicas, causas que hace décadas se cerraron impunes. Tampoco a la autobautizada “Revolución moralizadora” el golpe de estado que en 1930 dio inicio a la década infame durante la que se asesinó al senador Enzo Bordabehere cuando se destapó el negociado de la carne entre los “moralizadores”, los grandes ganaderos y los frigoríficos ingleses. De allí saltamos a 1955, el golpe de “libertadores” y fusiladores que también llegaron para moralizar.

Está mucho más cercano el de 1976, del que recién después de casi 40 años se empiezan conocer los nombre y a juzgar a los civiles organizadores y beneficiarios, muchos de ellos destacados impulsores de la campaña antiKorrupción K. La lista de individuos y empresas que la integran y que incrementaron sus fortunas con crímenes de lesa humanidad, recogen lo “mejor de nuestra sociedad” —como podríamos parafrasear al Nano Serrat —y hasta ahora lograron sortear a la justicia con la ayuda de una corporación de magistrados benévolos o cómplices. La integran entre otros Pedro Blaquier, la fallecida Amalia Lacroze de Fortabat, los directivos de Clarín —mandantes del denuncista Lanata, a quién Stolbizar, Carrió y comparsa recurren en busca de pruebas  —y La Nación, ejecutivos de Ford, socios civiles de la dictadura en las obras públicas (recuérdese el EAM ´78, cuentas cuentas aún esperan rendición) donde hay personajes que hasta fundaron dinastías, y hay más investigados por el equipo que formó Alejandro Vanoli cuando estaba al frente de la Comisión Nacional de Valores. Y la lista sigue aunque haya jueces permisivos que dejaron prescribir las causas como la del contrabando de autos por la que fue procesado Mauricio Macri, o el Megacanje en la que participó Domingo Cavallo y el diputado y dirigentes del PRO Federico Sturzenegger; también prescribió la causa contra Oscar Aguad, influyente dirigente de la UCR y amigo de Luciano Benjamín Menéndez, por la volatilización en Corrientes de 60 millones. No hay que olvidar los de la era menemista, que salvo María Julia, el resto duerme tranquilo. Y para los distraídos hay más en la lista de lo impolutos.

No se trata de perdonar a ningún delincuente, por más que se disfrace de nacional y popular, sino exigir que se aplique la misma vara para medir a los especímenes de esa cofradía.

En la inmensa mayoría de los casos se trata de “gente bien”, educada, con másteres en Harvard o universidades semejantes, que circulan por la UCA y otros estrados que se les brindan, dando cátedra de moral y buenas costumbres. Entre ellos no van a encontrar a ningún “negrito villero” ni inmigrante boliviano.

Aunque usted no lo crea, de esta manada salieron y siguen saliendo los moralizarnos. Entonces, … vamos señores, no nos quieran vender buzones en la era de los mail y SMS.

Democracia, República, Constitución

Para cerrar, una parrafada sobre los guardianes de la Democracia, la República y la Constitución.
Si al decir de Abraham Lincoln, la democracia es el “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, independientemente de las variantes que tales conceptos hayan sufrido con el tiempo, la democracia es una forma de gobierno y la función de un gobierno, de cualquier gobierno, es organizar y conducir la vida en sociedad, para lo que usa las normas que ella misma elabora a través de la Constitución y las leyes. Por eso los gobiernos no son un club de diletantes que se reúnen a filosofar sobre el sexo de los ángeles o el agujero del mate.

Sin embargo, a partir de la recuperación democrática algunos círculos empezaron a difundir como verdad, una falsedad, de que en una democracia los temas de estado se resuelven por diálogo y consenso.

Si bien el diálogo y la búsqueda de consensos forma parte de la vida política, no son una premisa porque es muy común que no los haya. Por eso hay elecciones y se vota, de donde surgen mayorías y minorías con garantías para ambas y aún más, según la trascendencia de los temas se exigen distintos tipos de mayorías. Si el consenso fuera una condición excluyente, el gobierno a manos de las minorías, algo opuesto a la democracia. Las leyes, primero son proyectos que se debaten en el Parlamento, donde se modifican si hay acuerdo y luego se votan. Una vez que se aprueban se transforman en obligatorias para los que las propusieron y para los que no. Eso es democracia.

Si no fuera así, pensemos lo que hubiera sucedido con algunas que salieron sin consenso y con el voto en contra de las bancadas opositoras: la recuperación de YPF, el fin de la estafa de las AFJP; la de ajustes semestrales a jubilatorios, la recuperación de Aerolíneas Argentinas, la Asignación Universal por Hijo, la de contra los fondos buitre, la de matrimonio igualitario, la del derecho de los jóvenes a votar desde los 16 años, lo del Fútbol para Todos, la de medios, la independencia del FMI, la reestructuración de la deuda externa y hay más en la lista salidas a pesar de posturas opuestas. Es más, ya hay precandidatos que tienen proyectos para derogar un montón si llegan a ganar en 2015, aunque no haya consenso.

Pero los apologistas del consenso no actuaron así cuando entre 2009 y 2011 fueron mayoría parlamentaria y el llamado “Grupo A” asaltó las comisiones sin respetar los antecedentes y tradiciones de los cuerpos y que debido a sus propias desavenencias dejaron al país sin presupuesto y paralizaron la labor de ambas cámaras.

El paradigma del diálogo lo ofreció la opositora Gabriela Camaño, hoy diputada del massismo, con la trompada que le dio a Carlos Kunkel en el recinto.

Los que se llenan la boca con la República y la Constitución, la vomitan a cada paso con sus actos.

Como los ejemplos abundan sólo elegiremos algunos.

Uno fue la campaña contra la reelección de Cristina, inventada a sabiendas que la Constitución no lo permite y que el oficialismo no contaba con el número para reformarla.

Otro es el de la duración del mandato presidencial, que la reforma de 1994 fijó en cuatro años. Según la “doctrina” que inventaron, el ó la presidente/a debería gobernar sólo tres de los cuatro años y dejar el último como “de transición”, un engendro ajeno a la Constitución, durante el cual poco menos que su tareas se reduciría a cuestiones protocolares, a embalar sus pertenencias para la mudanza y cuidar el “sillón de Rivadavia” para que los K no se los afanen, hasta que el sucesor (descuentan que saldrá de su espacio), lo reciba limpito. Sería una versión local del “pato rengo”, que al estilo del gringo halloween tratan de adaptar a estas pampas. Sin embargo, como los actuales inquilinos de la Rosada parecen no compartir el experimento y sigue gobernando, sin que se evidencien aprestos para una salida anticipada al estilo de la padecida por Raúl Alfonsín o la huida protagonizada por Fernando de la Rúa.

PO último, el de la integración de la Corte Suprema y el rol del Poder Ejecutivo. La ley y la Constitución fijan el número de sus miembros y las atribuciones del ejecutivo al respecto, pero en una proclama que por la sutileza de redacción y erudición de conceptos parece obra del doctor Daniel Sabsay, veintiocho senadores se alzaron contra ambas. ¿Qué nombre toma ese acto?

Parece una declaración de principios de lo que se proponen hacer si algún día llegan a ser gobierno.

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