domingo, 24 de febrero de 2013

Dime cómo vives y te diré de qué enfermas

Natalia Perrotti - Lic. en Psicología--

Cuando la normalidad se aleja de la salud…

Todo en su medida...
La enorme presencia en nuestra sociedad de enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con el estilo de vida hace que, en la actualidad, la práctica médica no
se limite únicamente a la prescripción de medicamentos y de tratamientos químicos, sino que deba ampliarse hacia la regulación de los estilos de vida de los pacientes.

En nuestros días resulta muy frecuente escuchar a los médicos instar a sus pacientes a bajar de peso, a reducir el consumo de alimentos ricos en grasas, sal o azúcar, a realizar actividad física, a abandonar el cigarrillo, y a reducir el consumo de alcohol. Estas intervenciones médicas tienen su correlato en la enorme cantidad de personas que padecen enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT), tales como hipertensión, sobrepeso, obesidad, diabetes, enfermedades respiratorias crónicas, entre otras, todas ellas relacionadas a estilos de vida basados en hábitos no saludables.
La vinculación de las enfermedades al estilo de vida y, especialmente, a la dieta no resulta novedosa. Ya en la antigua Grecia la dieta era considerada una parte fundamental de la medicina y estaba directamente relacionada a la salud. Un régimen adecuado constituía todo un modo de vida, que abarcaba distintas áreas del comportamiento humano, tales como los ejercicios físicos, la alimentación, la bebida, el sueño y las relaciones sexuales, todo ello en su justa medida. Sin embargo, no existía un modo prescripto de articular los elementos mencionados que fuera para todos igual. Por el contrario, para cada persona la justa medida se encontraba en un punto propio de acuerdo a su constitución física, el tipo de actividad a que se dedicaba, etc.

Hoy en día, los estilos de vida estresantes que la mayoría de nosotros tenemos hacen que olvidemos  esa justa medida de la que nos hablaban, lo cual nos conduce a padecer enfermedades como las que mencionábamos anteriormente. El problema es que lo normal, en el sentido estadístico del término, es decir lo que la mayoría de la gente hace, se ha alejado significativamente de lo saludable. Según nos muestra la OPS (Organización Panamericana de la Salud), las enfermedades no transmisibles a las que nos referimos constituyen en este momento el 75% de las causas de muerte y discapacidad en nuestra región.

¿Qué tenemos que ver con las enfermedades que padecemos?


También todo en su medida
Antiguamente se creía que las pestes y las enfermedades constituían castigos divinos por alguna conducta humana inapropiada. En la actualidad, la enfermedad y el padecimiento ya no son pensados como castigos, pero sí, al menos en algunos casos, sabemos que las enfermedades que sufrimos se encuentran directamente relacionadas con un estilo de vida poco saludable, del cual somos, al menos en parte, responsables. Por ese motivo resulta tan difícil para las personas que padecen estas enfermedades sostener los tratamientos tal como deberían hacerlo. Es que dichos tratamientos no se reducen al consumo de determinada medicación, a la aplicación de una inyección o a una cirugía, sino que implican un cambio en el estilo de vida. Y eso es lo que resulta tan complejo.

Generalmente, acudimos al médico demandando que él alivie nuestro sufrimiento relativo a alguna enfermedad. Esperamos, tal vez, que sea el médico quien, mediante algún tipo de artilugio terapéutico, nos cure. Pero no solemos tener en cuenta que, muchas veces, somos nosotros mismos los responsables de llevar a cabo los procedimientos necesarios para la curación de nuestra enfermedad o para la mejoría de nuestro estado sufriente.

Imaginemos el caso de un paciente diabético en el momento del diagnóstico de su enfermedad. La persona no sólo se entera de que padece una enfermedad que no puede curarse y que deberá tomar una medicación de por vida, sino que se entera de que a partir de ese momento deberá modificar su estilo de vida por completo. Visto de este modo, el panorama no parece muy alentador. Entonces, la persona piensa: “¡Qué mala suerte tengo! No voy a poder probar nada dulce por el resto de mi vida y voy a tener que salir a caminar 30 cuadras diarias. Además tengo que ir al médico todo el tiempo, y pincharme un dedo todas las mañanas para controlar los niveles de glucemia”.

Claro está que el diagnóstico de una enfermedad crónica no es bien recibido por ninguna persona, y tampoco esperamos que lo sea, pero hay enfermedades que requieren tratamientos muy invasivos y dolorosos (como podría ser el caso del cáncer) y otras con las que se puede vivir sin problemas y sin complicaciones simplemente si se lleva una vida saludable que combine dieta, actividad física y sueño en su justa medida.

Volvamos al ejemplo del paciente anterior. En realidad, es alguien que puede comer casi de todo, pero en porciones controladas. Es decir que puede consumir alimentos dulces siempre y cuando contengan algún tipo de endulzante que no sea azúcar. Hoy en día el mercado ofrece una enorme cantidad de endulzantes alternativos tanto naturales como artificiales. Podrá consumir alimentos que contengan harinas en pequeñas porciones y, en lo posible, acompañados de vegetales. Con respecto a la actividad física, no sólo cuenta el ejercicio que hacemos caminando o yendo al gimnasio. También se considera actividad física el ejercicio que hacemos al limpiar la casa, con lo cual no es necesario pasar horas en la bicicleta fija, caminando alrededor de una plaza o tomando clases de aerobics si es que esas no son actividades de nuestro agrado. Si lo pensamos de esta forma, el tratamiento ya no nos parece tan terrible.

Como podemos ver, en muchas enfermedades crónicas no transmisibles, una parte importante del tratamiento consiste en adoptar hábitos de vida saludables, es decir, acercarnos lo más posible a la justa medida que ya para los griegos daba cuenta de un estado de salud. ¿Por qué será que nos cuesta tanto llevar adelante una vida mesurada, aún cuando de esto depende nuestra propia salud o, incluso, nuestra propia vida?

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