Mario M. Méndez—
Con el programa Bibliotecas para armar, ya lo he mencionado en esta suerte de columna que tengo en unoytres.com.ar, realizamos en Hebraica un ciclo de cine cuyo eje es el villano, el antagonista reconvertido en protagonista. No hay mayor villanía que la traición, y el epítome del traidor es, diría que sin duda alguna, Judas. Judas, podría decirse, es el nombre mismo de la traición. Judas es el acólito que vende al maestro, por treinta viles monedas (el precio de un esclavo, dicen algunos, o de un burro), a un maestro que, se supone que él lo creía firmemente, era nada menos que el hijo de Dios.